jueves 28  de  marzo 2024
CRIMEN ORGANIZADO

Egipto, paraíso para los traficantes de órganos

EL CAIRO.- RICARD GONZÁLEZ 
Especial

EL CAIRO.- RICARD GONZÁLEZ 
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Egipto cumple todos los requisitos para ser uno de los centros mundiales del oscuro tráfico de órganos. Además de unas marcadas desigualdades sociales, el Estado árabe cuenta con una elevada cifra de refugiados y se ha visto sacudido por una inestabilidad política crónica después de la revolución del 2011, lo que ha reducido su capacidad de implementar sus propias leyes. Según la fundación Global Financial Integrity, el tráfico de órganos mueve entre 500 y 1.000 millones de euros anuales en todo el mundo, y Egipto constituye uno de los principales países de origen de los donantes.

“La ley egipcia prohíbe cualquier tipo de venta de órganos, pero no se aplica. Más de un 90% de los trasplantes que se hacen aquí es fruto de transacciones comerciales”, denuncia un activista con una larga experiencia en este asunto y que prefiere guardar su anonimato por cuestiones de seguridad. Ossama Abdel-Hany, profesor de Medicina en la Universidad de Al Azhar, confirma esta estimación. “La gran mayoría de estas operaciones son ilegales. Pero la situación actual no permite ninguna otra opción”, se lamenta.

Después de años de solicitudes y presiones, el Parlamento egipcio aprobó en 2010 una nueva legislación que autoriza por primera vez el trasplante de órganos de personas fallecidas. Sin embargo, no se han establecido los mecanismos institucionales que permitan realizar este tipo de operaciones, inéditas aún en Egipto. Inmerso en un encarnizada lucha de poder, los diversos gobiernos que han asumido las riendas del país han tenido otras prioridades.

El contenido de la ley del 2010 representó una gran decepción para los activistas. Al no circunscribir las donaciones de órganos de personas vivas a miembros de una misma familia, la norma abrió la puerta a la continuación de prácticas corruptas. “Desde el colegio de médicos, vamos a presionar al nuevo gobierno para que haga efectiva la donación de órganos de cadáveres. Es la única salida. El marco actual coloca a los cirujanos ante grandes problemas éticos”, subraya Abdel-Hani.

Las transacciones de órganos se suelen realizar a través de un intermediario, que busca donantes entre las capas más vulnerables y desfavorecidas de la sociedad. Aunque en 2009 se cerraron varios hospitales por haber realizado trasplantes ilegales, la laxitud actual hace que incluso se puedan encontrar anuncios en los periódicos. “El coste de un trasplante de riñón es de más de 10.000 euros, pero los donantes solo ven una pequeña parte, unos 1.500 euros. Es una explotación pura y dura”, comenta el activista anónimo.

Según la ONG Coalition for Organ Failure-Solutions (COFS), un 60% de los donantes egipcios son analfabetos, lo que facilita su engaño y manipulación, y un 94% acaban lamentando haber vendido sus órganos. A causa de la severa crisis económica que padece Egipto, la industria del tráfico de órganos atraviesa un momento boyante. De los poco más de 1.000 trasplantes de riñón del 2009, se ha pasado a más de 3.000 en 2012.

Ahora bien, esta cifras solo incluyen los trasplantes oficiales registrados por el Gobierno. Existe un mercado negro paralelo que se nutre sobre todo de refugiados, y al que acuden sobre todo acaudalados ciudadanos de otros países de la región, como Arabia Saudita o Líbano. Habida cuenta del secretismo que envuelve estas operaciones, es imposible estimar a ciencia cierta su número.

Un negocio sangriento 

Por su situación de debilidad legal y económica, una de los principales objetivos de este mercado negro es la comunidad de refugiados sudaneses, formada por más de 20.000 personas. Normalmente, los donantes consienten la transacción, pero se han llegado a registrar casos de sustracción de órganos a través de secuestros. “Después de la Revolución, los abusos han sido más amplios y graves, pero es difícil poder cuantificar con exactitud las víctimas”, señala Debra Budiani-Sabeir, una investigadora de COFS.

Aún más espeluznante son las historias sobre las bandas que trafican con personas en la península del Sinaí. En los últimos años, miles de refugiados han sido secuestrados y torturados, a veces hasta la muerte, para forzar a sus familias a pagar un rescate que puede ascender a más de 35.000 euros. “Cuando llegamos a la casa de torturas, nos amenazaron de que si no pagábamos nos quitarían los órganos”, cuenta a Benjamin, un menor etíope que pudo escapar milagrosamente de las zarpas de una de estas mafias.

“Los criminales toman muestras de sangre de algunas víctimas, y las envían a los intermediarios… Me he llegado a encontrar cadáveres en el desierto sin varios de sus órganos”, cuenta Hamdi al-Azazi, fundador de la ONG Nuevas Generaciones, presente en el Sinaí y encargada de proporcionar ayuda a las víctimas. Los órganos acaban siendo trasplantados de forma clandestina en hospitales de El Cairo e Israel.

Sin embargo, esta horrible práctica se ha reducido de forma notable desde el pasado verano, a raíz del golpe de Estado contra el ex presidente islamista Mohamed Morsi de julio del 2013. Con la finalidad de neutralizar los ataques contra las fueras de seguridad por parte de las organizaciones yihadistas basadas en el Sinaí, el Ejército lanzó una ambiciosa ofensiva en la península. “Desde entonces, no he encontrado ningún cadáver más en el desierto. Algunos traficantes han sido arrestados, otros han muerto en tiroteos, y el resto simplemente han huido”, comenta Al-Azazi.

 

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