jueves 28  de  marzo 2024
EL JARRÓN CHINO

El cadáver del Che goza de buena salud

Nadie puede poner en duda que al margen de sus ideales que a algunos le pueden parecer ensoñadores y hemosos, el Che era un hombre esencialmente violento. Negarlo es ignorar su filosofía, sus escritos y su propia vida

Por MANUEL AGUILERA

En un mundo ideal, en el que me gustaría vivir, seguro que no tendría que dedicarle una columna a semejante personaje pero lamentablemente casi medio siglo después de su muerte la figura del Che Guevara sigue generando controversia y lo que es peor sigue siendo un modelo para muchos representantes de la izquierda planetaria.

El pasado viernes se cumplieron 48 años del día en que fue fusilado en la escuelita de La Higuera, en Bolivia.  Cuenta el exagente de la CIA Félix Rodríguez que fue él mismo quien le comunicó que iba a ser ejecutado. “Se quedó blanco”, recuerda cuando se le pregunta y  repite las palabras del gerrillero derrotado: «Es mejor así. Nunca debí haber caído capturado vivo».  Deespués se dieron un abrazo y se puso firmes, creyendo que el propio Félix iba a dispararle. Pero no fue Félix, nacido en Cuba y que hoy sigue residiendo en Miami. A las 13:00 horas del 9 de octubre de 1967 se escuchó una ráfaga corta de carabina M–2.  El hombre, Ernesto Guevara, nurió en el acto pero su leyenda va camino de eternizarse gracias en parte en una imagen y una campaña que podría haber sido elaborada por un genio del marketing.

Nadie puede poner en duda que al margen de sus ideales que a algunos le pueden parecer ensoñadores y hemosos, el Che era un hombre esencialmente violento. Negarlo es ignorar su filosofía, sus escritos y su propia vida que acabó con la misma crueldad que él había utilizado contra sus enemigos. Porque aquel mundo de la Guerra Fría, los bloques y las guerrillas era un mundo de bandos y de odios.

Si en 2015, la imagen de Guevara sigue sirviendo para decorar banderas y camisetas no sólo en América Latina sino también en la institucional y polícamente correcta Europa, pareciera que no hemos evolucionado mucho y que, todavía peor, se están recuperando discursos y actitudes del pasado. El odio es la antesala de la violencia y cuando uno cierra los ojos y escucha a Maduro, Evo Morales o Correa tiene la sensación de haber iniciado un viaje al pasado en la máquina del tiempo.

Está de moda ser descarnado, faltón, irrespetuoso con el adversario. Así se lo confesaba Pablo Iglesias, el líder español de Podemos, a la periodista Ana Rosa Quintana hace unos días cuando le preguntó por su agresividad en las tertulias televisivas donde se dio a conocer. “El coletas”, así es que como le llaman coloquialmente, se justificó en el marketing, en la necesidad de llamar la atención, de darse a conocer. Y le salió bien.

La violencia verbal funciona en España y en otros muchos lugares del mundo. En este punto, alguien levantará la mano y apuntará que los comportamientos de muchos a los que atacan los violentos verbales son inaceptables. Completamente de acuerdo pero la violencia, la venganza, el matonismo etcétera son una mala carta de presentación de quien se presenta como una alternativa a la corrupción y a los políticos caducos.

Cada vez que alguien exhibe el rostro o invoca el espíritu del Che está rescatando el odio y la violencia como método de llegar y mantenerse en el poder. Algo inaceptable en democracia. 

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