jueves 28  de  marzo 2024
VENEZUELA

Mi mentada de madre

Hoy se me hace obligante contar de mi país Venezuela, narrar parte de su tragedia larga como largos se hacen 17 años de Peste Roja. Mi país bajo la bota infame de una ralea militar infinitamente primaria y corrupta y con civiles muy acordes a ellos, y que juntos lo han devastado, lo han arruinado mientras se han convertido en ricachones nuevos convencidos además que Venezuela les pertenece y que aquí, como sus ejemplarizantes tiranos cubanos, se quedarán perennemente

Diario las Américas | ELEONORA BRUZUAL
Por ELEONORA BRUZUAL

Hoy no escribiré sobre Bergoglio, el gran amigo de los carniceros de Cuba, tampoco de Juan Manuel Santos haciendo todo lo posible para poner en ruta al Palacio de Nariño a un asesino brutal como Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko” o a cualquiera de su banda de facinerosos; ni escribiré de Mr. Obama tan fascinado con Raúl Castro que llego a pensar que de hacer una actualización al libro “Los Hombres que erotizó Fidel”, que escribí con el psiquiatra Luis José Uzcátegui, tendría capítulo aparte el presidente número 44 de los Estados Unidos.

Hoy se me hace obligante contar de mi país Venezuela, narrar parte de su tragedia larga como largos se hacen 17 años de Peste Roja. Mi país bajo la bota infame de una ralea militar infinitamente primaria y corrupta y con civiles muy acordes a ellos, y que juntos lo han devastado, lo han arruinado mientras se han convertido en ricachones nuevos convencidos además que Venezuela les pertenece y que aquí, como sus ejemplarizantes tiranos cubanos, se quedarán perennemente.

Inicio con lo que es imagen diaria en las inmediaciones de cualquier expendio de alimentos. En ellos a pleno sol y con un calor terrible, se hacen larguísimas colas para que sólo les vendan dos kilos de arroz y una bolsa de jabón. Si están de suerte quizá hasta les toque un kilo de azúcar…

Es el camino conocido ya, es la repetición de la tragedia cubana. La indignidad y la humillación, es la sujeción a través del hambre, a través de la desesperación. Es cambiarte la condición de ciudadano por la de siervo. Es impedirte pensar, es cercenarte tu parte reflexiva y ponerte a la par del animal hambriento.

Lo de Venezuela pasará a la historia porque se hace difícil conseguir otro caso en el mundo de una destrucción tenaz, furiosa por parte de un tropero golpista y mitómano que convirtió un país petrolero en un terreno yermo. Lo de Hugo Chávez, creo que además de competer a tribunales penales, es un caso para investigadores de la psicología profunda. Sólo les doy tres nombres, tres países y un mismo discurso: Evo Morales, Rafael Correa y el incestuoso Daniel Ortega. Ellos no han destruido sus países, el demoníaco Hugo Chávez tuvo como meta la devastación.

Escribo, pienso… Segura estoy que el verso de José Martí no está de moda en buena parte de esta América con tufo a complicidad. No está de moda en un país donde aceptamos lo inaceptable, sin embargo, a mí me gusta, me da fortaleza. Su mensaje lo he practicado y lo practico: “¿Del tirano? Del tirano. Di todo ¡di más! y clava, con furia de mano esclava, sobre su oprobio al tirano”.

Y es que el esclavo comienza a liberarse cuando por fin percibe su furia. La liberación la da la rabia resolutiva, el amor propio. Cómo se puede liberar el que sumiso se cala los abusos de una banda empoderada. Cómo rompe las cadenas quien ni siquiera percibe que está encadenado… Cómo vuelve a la condición de ciudadano el que con hambre, esconde su rabia.

Hoy les diré que después de robarse miles de miles de millones de dólares, la Peste Roja le echa las culpas del saqueo y la ruina a cualquiera: El Imperio, la CIA, la oligarquía, Leopoldo López. Ellos son impolutos y por tanto de nada tienen que responder.

Maduro, un abominable grandulón que no termina de rumbearse el país, nos dice sin vergüenza alguna que en su reciente viaje a Nueva York se dio cuenta del apoyo a su gobierno, cuando caminó por las calles y no recibió ni una "mentadita de madre” (Dixit). Burla bruta de quien sin inteligencia ni méritos aterrizó sobre una silla presidencial. Es el descaro del pendenciero torpe y sin remordimiento alguno. Debería este infame pasearse sin escoltas por esas colas de la degradación a ver si no le nombran la madre. Debería mezclarse con esos millones de venezolanos que gracias al saqueo que inició Hugo Chávez y siguió él, hoy ganan –si son afortunados y tienen aunque sea un salario mínimo- nueve dólares al cambio.

Debería pasearse por esas calles de ciudades y pueblos de nuestra geografía y preguntarle a cada venezolano desesperado esperando el día que le toca comprar comida: ¿Con qué estás acompañando tu hambre? Pasta no hay, granos tampoco, carne ni se ve... ¿Comes hambre sin guarnición alguna? Eso debería preguntar Maduro y seguro escucharía la más sonora mentada de madre person to person.

Por eso inicié diciendo que hoy no podía más que escribir sobre una tierra magullada y un pueblo engañado y vejado y sobre la imperiosa necesidad de lograr que millones se liberen de la resignación canalla.

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