viernes 29  de  marzo 2024
PERIODISTA SATÍRICO

Sexy y barrigón

Me he dado de baja en el gimnasio y me temo que no van a darse cuenta de mi ausencia porque aún no había tenido fuerza de voluntad suficiente como para darme de alta –para hacerlo hay que cruzar dos calles a pie-. He roto mi propósito de presumir de unos abdominales como los de José María Aznar. Ahora todo mi empeño está en conseguir esa barriga suavizada, sutil, esa curva mullida con aspecto de muffin, a medio camino entre el homenaje a la cerveza y la muerte por chocolate.

Diario las Américas | ITXU DÍAZ
Por ITXU DÍAZ

Acabo de cortarme la barba, he tirado las gafas de pasta, y he puesto a la venta la bicicleta fixie. Ya no soy un hipster. Ahora soy un fofisano. Que es así como en España han traducido a los dad-bod. Somos felices. Estamos en la flor de la vida. Y nuestra barriga no entiende de básculas y gimnasios, sino que está más cerca de aquello que cantaba Calamaro: “soy sexy y barrigón”. Es decir, ahora soy un tipo de atractivo inescrutable, que provoca desmayos entre las chicas, y que además puede beber toda la cerveza y comer toda la pizza que quiera. Soy un dad bod, un fofisano, un Di Caprio, un bombón barrigón.

Me he dado de baja en el gimnasio y me temo que no van a darse cuenta de mi ausencia porque aún no había tenido fuerza de voluntad suficiente como para darme de alta –para hacerlo hay que cruzar dos calles a pie-. He roto mi propósito de presumir de unos abdominales como los de José María Aznar. Ahora todo mi empeño está en conseguir esa barriga suavizada, sutil, esa curva mullida con aspecto de muffin, a medio camino entre el homenaje a la cerveza y la muerte por chocolate.

Lo lamento por Ronaldo que ha perdido toda su capacidad de enamorar a las chicas. Su tiempo ha pasado. Hacer cuatrocientos abdominales al día esa una enfermedad como otra cualquiera. Ahora en cambio, lo que hay que hacer es no perdonar ni un día la hora del aperitivo, tan español, ese pincho y caña de España, que a duras penas estábamos exportando a un mundo obsesionado con la delgadez. Pero los gustos mudan. Y ahora nuestra barriga es tendencia. Las chicas se paran por la calle para observarlas en silencio. Y las señoras vienen a pasar por encima los billetes de lotería. Se acabaron esos tipos flacos y peludos, con aspecto de llevar demasiadas horas leyendo a algún autor que no existe, y escuchando discos de cantantes que no tienen página en la Wikipedia. Esa erupción de intelectualidad estética y equilibrio alimentario, esos hombres enamorados de la comida verde y de los pubs vintage, han quedado en el mismo oscuro rincón de la historia al que están condenadas todas las flacas bebedoras de zumos de colores en ayunas; que ignoro si ya tienen nombre propio o no.

Somos la gran sensación en las playas. Y además flotamos bastante mejor que los hipsters, que con esos cuerpos esqueléticos se hundirían en el mar si no fuera por el efecto boya de sus barbas bíblicas. Que uno miraba a la orilla y veía todas esas barbas flotantes y no sabía bien si era una invasión de hipsters o una fiesta de mejillones. Y se ha terminado. El futuro tiene forma de barriga cervecera.

No comparto en cambio el extremo de fotografiarse el abdomen y subirlo a las redes sociales, como demostración de fuerza del mundo fofisano. Quienes lo hacen esperando recibir la inmediata llamada de la chica de sus sueños creo que están errando el tiro. Son muchas las decepciones. Por otra parte, nadie que se dedique a subir su barriga a Instagram puede esperar despertar el duendecillo del amor. Es posible que nuestro infinito e inédito atractivo, como fofisano profesional, nos haya llegado a pesar de serlo, y no por serlo. Pero incluso como teórico del fofisanismo necesito un tiempo para experimentar y extraer conclusiones más precisas.

Dicen los médicos que idolatrar ahora a los fofisanos es una irresponsabilidad gravísima desde el punto de vista sanitario. Imagino que no se han parado a sopesar que los hospitales están llenos de hipsters que creían dominar la técnica de sus bicicletas sin frenos; que son unas bicicletas que fabrica en talleres clandestinos la Asociación Mundial de Odontólogos. Por mi parte, con esta barriga mantengo mucho mejor el equilibrio, evito que me lleve el viento, y soy capaz de sujetar refrescos con la panza cuando llevo las manos ocupadas. Y la persecución de las fans se lleva mucho mejor, porque con la misma inercia con la que se nos arrojan encima por las calles salen despedidas por el efecto muelle de este mullido abdomen. Si por contagio desaparecieran ahora también todas esas mujeres huesudas y atormentadas, y el festival de delicadas curvas inundara los paseos, podríamos celebrar al fin el triunfo del sentido común y de la belleza. Y muy especialmente el triunfo de la cerveza.

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