miércoles 27  de  marzo 2024
PERIODISTA Y ESCRITOR SATÍRICO

Leopoldo y la esperanza

No puedo escribir eso de que algún día Venezuela y su historia se avergonzarán de monstruos como Chávez o Maduro. No puedo escribirlo, sencillamente, porque Venezuela, la real, la única que existe, ya se sonroja hoy al contemplar la estela de sangre y dictadura que esos mediocres están dejando en esa bendita tierra

Diario las Américas | ITXU DÍAZ
Por ITXU DÍAZ

El chavismo está asfixiado y acorralado por la libertad. Solo eso explica la brutal, desproporcionada y reincidente condena al opositor Leopoldo López, héroe nacional de una Venezuela en la que todos creemos, y a la que todos esperamos, entre otras cosas porque no reconocemos ninguna otra. Maduro no es venezolano, como tampoco Chávez lo era. No puedo llamarlos así. Quien antepone sus ideas –suponiendo que el del bigote disponga de tal cosa– al pueblo para el que trabaja, y las arroja contra la libertad de su gente, no puede apelar después a esa nación, como si fuera un cuerpo con vida propia, cuando ha desmembrado y prescindido de su historia y de sus ciudadanos, y le ha arrancado el alma en un sangriento ritual liberticida. Estás solo Maduro. Con Mao, tal vez. Con tu admirado Stalin, quizá. Pero créeme: no son buena compañía. Ya no se les ve tan buen aspecto como antaño.

Hay dos imágenes terribles en esa querida tierra venezolana. La del cobarde uniformado de la vara que golpea a un joven estudiante que pide libertad, y la belleza total de Lilian que irradia fuerza y valentía y que refleja en sus ojos los de Leopoldo, los del anhelo de la única Venezuela, libre de las cadenas grises de la dictadura bolivariana.

Ahora que se ha consumado la más inhumana de las fechorías, ahora que el régimen comunista ha decidido enterrar la juventud de un inocente, tan solo por miedo a su oponente político, después de tantas campañas, tanta lucha y tanto apoyo internacional, asoma la tentación del desaliento. Nada le gustaría más al chavismo que ver desfallecer a los opositores: muertos, encarcelados o exiliados. Pero pinchan en hueso. No existe ninguna posibilidad de que una oposición encabezada por un líder como Leopoldo, reflejada en la limpísima valentía de Lilian, su voz al otro lado de la celda, sucumba a la tristeza y al desánimo por los golpes cobardones de los totalitarios.

No puedo escribir eso de que algún día Venezuela y su historia se avergonzarán de monstruos como Chávez o Maduro. No puedo escribirlo, sencillamente, porque Venezuela, la real, la única que existe, ya se sonroja hoy al contemplar la estela de sangre y dictadura que esos mediocres están dejando en esa bendita tierra.

Y sin embargo, o quizá precisamente por eso, el silencio institucional de las grandes potencias es inadmisible. Países hermanados como España o potencias como Estados Unidos, deberían estar pidiendo todos los días la liberación de Leopoldo, y presionando al gobierno inmoral de Maduro hasta que deje de arruinar a su pueblo. No se trata de injerencia en asuntos ajenos. Se trata de hermanos a los que queremos, que España ama a Venezuela –con la excepción de los chicos de Podemos– y que la inmensa mayoría de los venezolanos prefieren mirarse en la libertad de Miami que en las cárceles infectas de La Habana. Ocurre que quien debería liderar esa batalla internacional, Barack Obama, carece del arrojo, la responsabilidad y la conciencia para hacerlo. Y también, de la legitimidad, ahora que se ha abrazado gratis al castrismo –veremos con qué resultados– y que ha alcanzado un acuerdo irresponsable, electoralista y letal, con otro gran enemigo de la democracia, Irán.

No le queda otra a mis amigos venezolanos que confiar en la lucha pacífica y paciente, sabiendo que somos millones, los que deseamos ver a ese pueblo en pie, caminando otra vez por la senda de la libertad, la democracia, la prosperidad. Son faro de América Latina, riqueza infinita hoy confiscada por piratas bolivarianos, belleza de país, belleza de mujeres y corazones inmensos. Son un país libre, de ciudadanos libres y grandes talentos. Con Lilian y Leopoldo, más pronto que tarde, los venezolanos conseguirán romper la frontera de odio que el chavismo ha trazado de extremo a extremo y brindaremos con ese delicioso ron venezolano por todo lo que les une, todo lo que nos une, en paz y en libertad.

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