lunes 25  de  marzo 2024
ANÁLISIS

El petróleo no se acabará y el gas está por despegar

La “muerte” del crudo está lejos todavía, lo que ha cambiado es el escenario energético mundial, en el que Estados Unidos se posicionó como líder gracias a sus avances tecnológicos

Por BORIS SANTOS GÓMEZ UZQUEDA

@bguzqueda

Varios autores van señalando el “fin del petróleo” y el “fin de la economía petrolera” en el mundo. Olvidan, sin embargo, que aún hay mucho petróleo, que hay gas y que de momento ese “final” está muy lejos, por lo menos no veremos eso en nuestra generación.

Quizá haya reducciones de consumo, transiciones al gas y utilización ampliada de nuevas energías pero el fin, o la “muerte”, del petróleo como herramienta de desarrollo económico, ni será así ni será ahora mismo. Dista mucho para aquello. Varios expertos coinciden que en 150 años se han extraído alrededor de 1,3 billones (millón de millones) de barriles de petróleo y la tierra aún tiene mucho en reservas de petróleo y gas no-convencional.

Otros creen que las caídas de precios son augurios del fin de la economía del petróleo. Pero esa depreciación tiene sus razones, en resumen: la sobreproducción de países miembros de la OPEP (con reservas estimadas en más de 800.000 millones de barriles entre todos sus socios), el ingreso al mercado de la producción y oferta de Irán (que antes tenía restricciones debido a su programa nuclear), el ingreso de un nuevo “jugador” en la economía de la energía: la producción de petróleo y gas desde fuentes no-convencionales (el famoso shale o fracking desde reservorios estructuralmente diferentes a los “convencionales”); además de la fluctuación en la demanda y la caída del otrora crecimiento acelerado de China.

En medio de todo eso, suma tal vez la guerra geopolítica entre Estados Unidos contra Rusia y otros países autoritarios petroleros (Venezuela, por ejemplo).

EEUU toma delantera

Ante la anunciada “muerte” del petróleo viene la respuesta de EEUU con miles de millones de dólares invertidos en investigación y tecnología. Y el fruto de estos avances hace que el país lidere hoy la producción de petróleo y gas no-convencional.

Mientras los países de OPEP (productores tradicionales) siguen explorando, produciendo y refinando petróleo con métodos de hace 30 años, la industria norteamericana del fracking pegó un portazo. El petróleo y gas desde reservorios no-convencionales son prueba de que EEUU realmente tiene la capacidad de “reinventar” a la industria. Y esa iniciativa es emulada por otros países de las llamadas “economías de la energía” (países del golfo, por ejemplo).

Cobra sentido la entonces cuestionada frase de la exgobernadora de Alaska Sarah Palin cuando dijo “drill baby drill” (perforar, bebé, perforar) en 2008 y planteó una política energética agresiva que permitiera la independencia energética del país buscando explorar inclusive en zonas consideradas por los ecologistas como “intocables”.

Hoy los métodos de exploración y perforación han mejorado y cambiado de tal forma que –aunque haya señalamientos ambientalistas- han permitido el nacimiento del fracking de petróleo y gas, y su posicionamiento como key-player en los negocios corporativos de energía.

El “fin del petróleo” podrá llegar en algún momento, más tarde que nuestra generación, y le pasará la posta de la energía al gas natural. El gas es más limpio y aún no se han terminado de descubrir mayores fuentes de reservas y de conocer todas sus propiedades.

Obviamente debe darse el paso siguiente: de la materia prima al valor agregado: el gas estará –y ya empezó- a generar iniciativas y mercados para plásticos, fertilizantes y otros, más allá de su tradicional utilización (electricidad).

Naturalmente nos adscribimos a reclamos ecológicos que señalan que el uso de combustibles fósiles contribuye a emisiones de dióxido de carbono y el efecto invernadero. Sin embargo, creo que tanto Estados Unidos cuanto corporaciones deben invertir más en mejorar condiciones tecnológicas de producción de petróleo y gas dañando lo menos posible y remediando el medio ambiente.

No olvidemos, también, que desde el dinero generado por la poderosa industria energética del petróleo y gas se pueden financiar y mejorar soluciones tecnológicas para producción de energías renovables (eólica, solar, hidráulica, geotérmica, biomasa, pilas de hidrógeno y atómica) que de momento no están al alcance del bolsillo popular y continúan siendo costosas, versus el “tradicional” petróleo o gas.

Imaginar la vida sin petróleo –de momento- es casi imposible. Es como pensar en el mundo sin dinero. O el mundo sin economía de libre mercado. Es –insisto- de momento complicado y lejano.

Que podrá haber una transición de la sociedad petrolera en la que vivimos a una sociedad energéticamente alternativa es perfectamente posible, pero para ello se necesita tiempo, nuevos paradigmas de consumo y fundamentalmente tecnología de punta que mejoren la sociedad, la forma de vivir y la generación de energía.

La respuesta ante las complejidades es siempre dada por la innovación y la creatividad tecnológica: al complicarse las condiciones de exploración y producción de petróleo/gas desde la perspectiva tradicional emergió el fracking. La inventiva humana no tiene límites. Lo mismo debe ocurrir en la transición de la actual sociedad petrolera a la sociedad del conocimiento.

De seguro “empeoró” la calidad del petróleo explotado: petróleo ligero (más valioso) y más crudo pesado (menos calidad y más costosa refinación); pero de que hay petróleo hay, y para buen rato. La geopolítica de la energía es complicada: hoy las multinacionales y corporaciones de la industria son más poderosas y más grandes que estados, en términos financieros. La era del fracking y principalmente del gas (con reservas aún no cuantificadas) van a seguir “alimentando” esa sociedad de energía en la que vivimos, llegando al punto en que, quizá, el gas sustituya al petróleo como principal elemento de transporte.

Es, entonces, complicado hablar de “el fin del petróleo” en ésta generación. El gas y petróleo no convencional (arenas bituminosas, por ejemplo) y a las fuentes tradicionales en países no convencionales sumado a eficiencia y nueva educación del consumo con ahorro intenso de energía pueden mejorar las condiciones de producción/consumo y alargar más ese “fin” que algunos teóricos señalan.

Creemos que habrá, como ya dijimos, una transición ordenada y lenta al gas y a nuevas energías pero con dinero y estímulos y nuevos enfoques de consumo.

El negocio del gas no terminó de consolidarse. Sólo un ejemplo: el gas de esquisto en Estados Unidos ya es altamente influyente para mercados de gas natural y de GNL (transporte de gas líquido)  alrededor del mundo.

Estados Unidos está en su “segunda juventud” con el gas shale o esquisto. Y quizá la transferencia de tecnología e inversiones puedan replicarse en otros países para continuar apostando al gas como elemento central de economías de países.

El gas no termina de nacer como llave energética del desarrollo

Aún estamos viendo las postrimerías de lo que se puede denominar la “era del gas”

Siendo así, ni el petróleo morirá de momento ni el gas terminó de brindar sus “frutos” a la sociedad.

Por ello los estados deben modernizar regulaciones, abrir fronteras, estudiar mejores mecanismos de complementariedad, invertir en hidrocarburos y distribuir sus ingresos en tecnología e innovación de sus ciudadanos.

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