martes 26  de  marzo 2024
CUBA-EEUU

La cumbre vista desde la Habana

 

 

 

Diario las Américas | JOSÉ LUIS RUMBAUT LÓPEZ
Por JOSÉ LUIS RUMBAUT LÓPEZ

Tuve la oportunidad de estar con mis padres mientras en Panamá parecía que se cocinaba el mundo. En la tarde del sábado, parado en la puerta de la casa en una barriada de Cienfuegos, vi un grupo de vecinos discutiendo acaloradamente. “¡La Cumbre!”, pensé. Me acerqué pero me quedé muy desilusionado cuando vi que allí se hablaba de pelota.

Sin embargo, en toda Cuba se siguió la Cumbre con expectación. Lo poco que se vio por los canales de televisión sobre las trifulcas entre partes sin duda fue fuertemente criticado. Mientras el gobierno aupaba a sus representantes, la gente que decían representar se lamentaba del espectáculo que allí se estaba dando. Algunos lo justificaron: “Imagina que allí estaba Félix Rodríguez, el que asesinó al Che Guevara, una gran provocación de los que fueron de Miami!”, me dijo un joven que no había nacido el 9 de octubre de 1968. Y su madre acotó: “De cualquier manera no debimos dar un piñazo si teníamos argumentos con los cuales defender nuestras posiciones”.

Vista desde La Habana, la Cumbre fue un éxito a pesar de los show y los excesos. El discurso de Raúl Castro fue muy aceptado por quienes incluso no comulgan con sus ideas. Algunos lo clasificaron como su mejor pieza oratoria y lo tacharon como un cierre oportuno de su mandato, que acaba en los próximos años. El de Obama ratificó lo que desde el 17D se espera en toda la isla: un respiro en la guerra entre los dos países, y tiempo para reparar un país devastado por la pobreza y los años de crisis económica y social.

Mientras esto sucedía, los diarios del mundo interesados en la pequeña isla del Caribe comentaban los resultados de una encuesta que viene a corroborar lo que hemos dicho en esta columna: un grupo cada vez más mayoritario prefiere la opción de Barack Obama de un cambio de estrategia que seguir con los viejos y oxidados humos de la Guerra fría.

Lo cierto es que la correlación de fuerzas parece seguir cambiando hacia el diálogo y el cambio de estrategias que no es igual a la capitulación por ninguna de las partes. En este sentido, se comprende las dos imágenes que siguen en la prensa, aun cuando la Cumbre terminó hace muchos días: dos enemigos jurados dándose la mano y elogiándose; y grupos de cubanos en una bronca que recordaba los mejores momentos de los solares profundos del país.

Esto sin dudas implica que lo que José Martí nos propuso de una República con todos y para el bien de todos, es todavía una quimera. No será por una conversación de paz ni por la normalización de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba que esto se resuelva. Se requiere un proceso hacia dentro del pensamiento humanista cubano, una reflexión real que deponga las posiciones extremistas y consiga un punto de contacto entre las partes que quieren el bienestar del país. Cuando la cuestión sea de formas, no habrá problemas de entenderse bajo las normas de civilidad que se conocen en el mundo.

Pero mientras los temas a debatir estén en los extremos del espectro político, lo más probable será que sigan tocándose allí donde creen que se diferencian más. Porque no tengo dudas de que los extremos, en algún momento, llegan a tocarse. Ya lo demostraron en Panamá.

¿Y AHORA, QUÉ?

Sí, queda esperar qué sucede en los términos negociadores y en los sociopolíticos. Ya los gobiernos tienen una agenda y se han declarado por el diálogo “incluso en lo que no estemos de acuerdo”. Entonces, ¿qué espera la sociedad para saltar los viejos muros de la intolerancia? ¿Estaremos preparados para fomentar un país distinto, prospero, donde sea privilegio vivir y no emigrar, como es hoy el sueño de la mayoría de los jóvenes?

Nos engañamos si pensamos que llegar a eso será fácil. No es un problema de vencedores y vencidos. La generación que perdió la guerra frente a Fidel Castro ya está en franca retirada, el tiempo ha sido implacable y hoy de ambos lados estos guerreros de los 50 y 60 están fuera de combate. Toca a los jóvenes, a las generaciones posteriores, colocar el hacha de la guerra fuera del camino de una reconciliación nacional que no puede esperar más.

Mientras, mucho se puede hacer. Verter ideas, comparar posiciones, llegar a consensos, buscar posibilidades de compromiso. Y eso no es posible sin el apoyo de la parte de los cubanos que está dentro del país y que son mayoría. No hay nadie más interesado que los que viven dentro de Cuba en que esta salga de esa espiral inversa de pobreza y lentitud. Toca a todos los que creen en el futuro colaborar para llegar a él antes de que sea demasiado tarde.

¡Recibe las últimas noticias en tus propias manos!

Descarga LA APP

Deja tu comentario

Te puede interesar