jueves 21  de  marzo 2024
EEUU-CUBA

Entre Washington y Martí, muy cerca de España

La historia recoge patriotas de ambos bandos y sus contribuciones, pero recuerda que la brecha se abrió y según pasó el tiempo, no importa si la bandera la trajo Narciso López, hondeó de manera solitaria y se veneró la república como principal e indisoluble virtud de un pueblo nuevo

Diario las Américas | JOSÉ LUIS RUMBAUT LÓPEZ
Por JOSÉ LUIS RUMBAUT LÓPEZ

No tengo dudas de que los dilemas que envuelven hoy a los cubanos siguen siendo los mismos que hace más de 100 años. Esa condición de vecinos del poderoso y expansible imperio norteamericano ha sido sin lugar a dudas una espada de Damocles sobre la cabeza de la República desde que nuestros libertadores decidieron combatir el yugo español.

Desde un principio coincidieron en la misma dirección anexionistas e independentistas. Tan temprano como en 1850 no se debió ver tan terrible y censurable la idea de pertenecer a los Estados Unidos, cuando poco era más progresista y moderno, tan imitable, como la sociedad norteamericana. Sin un José Martí, preclaro y visionario, tal vez muchos más hubieran caído en esa tentación. La historia recoge patriotas de ambos bandos y sus contribuciones, pero recuerda que la brecha se abrió y según pasó el tiempo, no importa si la bandera la trajo Narciso López, hondeó de manera solitaria y se veneró la república como principal e indisoluble virtud de un pueblo nuevo.

Pero no se negó al gigante que llegó de un océano al otro. Estados Unidos fue refugio, a veces no tan seguro, de aquellos que lucharon por la opción de la independencia y fue suelo donde patriotas y guerreros prepararon guerras y planearon la derrota del antiguo y poderoso imperio español. Cuba era la presea dorada de los europeos, y todavía hoy, 150 años después del comienzo de la una guerra cruenta y sangrienta que costo miles de vidas, en España escuchamos ante cualquier adversidad: “más se perdió en Cuba.”

Tal vez por la cercanía geográfica, tal vez porque en el fondo hemos estado mirándonos con recelo por tantos años, pero lo cierto, si me permite utilizar el concepto Don Fernando Ortiz, hay una necesidad de transculturización entre nuestros países que hoy, muchas generaciones posteriores a aquellos que discutieron el dilema ancestral que nos persigue: anexión o independencia; cada año más de 40 mil cubanos cubren las más inusitadas aventuras para llegar al único lugar donde los reciben y les dan mejores oportunidades que a ningún otro nacional del mundo.

El dilema que ensombrece o alimenta. La diatriba de estar entre próceres que dieron vida a la historia. El jodido resorte de la historia, esto es estar entre Washington y Martí.

Muy cerca de España

Fueron 30 años de guerras contra España. Luchó un pueblo entero que por esa época perdió casi la mitad de sus habitantes, ya fuera en los extensos campos de batalla, o con las enfermedades que diezmaron las tropas más de una vez. Treinta años en que España tenía una preocupación mayor, un  objetivo principal: no perder la “siempre fiel isla de Cuba.”

Los nacidos en la isla del Caribe, virtualmente eran españoles. Cuba no fue una colonia, sino una provincia, un pedazo de España en Ultramar. Las riquezas en oro y  plata que no tuvo nunca Cuba no fue obstáculo para que se ubicara privilegiadamente en la mente de los españoles. No habían pasado 10 años desde la independencia, y cientos de miles de españoles huyeron del hambre del norte de la península refugiándose en la isla en la que muchos de ellos habían luchado o perdido familiares.

Algo extraño sucede entre Cuba y España. Son los enemigos menos rencorosos de la historia moderna. Y la sensación de la mayoría de los cubanos que llegan a Madrid, siempre es que están en casa. Por eso, durante 60 años llegaron oleadas de españoles a Cuba, los impulsaban muchas necesidades, pero ninguno vino a reconquistar lo perdido, y todos se integraron en  una sociedad mestiza y compleja, multirracial y atractiva. Los españoles que llegaron a Cuba eran más cubanos que los que allí habían nacido.

Como todo en la Historia, los vientos no fueron siempre del mismo lado. Pasados los años, esa diáspora viró la dirección y miles de cubanos fueron regresando tras los pasos de sus ancestros, miles volvieron a tener la nacionalidad española, y aunque el color de la piel pusiera en dudas que alguna vez tuvimos un peninsular en la  familia, unos añitos después, la zeta en el lenguaje y la fabada en la mesa no daban lugar a dudas de su acomodo en esta sociedad.

Guerra por medio con España; lucha por evitar la neocolonia con Estados Unidos; la vida de los cubanos ha sido un triángulo amoroso entre mantener la independencia, sobrevivir los miles de intentos de la naturaleza y el hombre por exterminarnos, para luego  regresar a la semilla. Un dilema que tal vez nos acompañe por muchos años más, y el que más ha influido en la conformación de nuestra cultura actual.

Por eso, cuando alguien me pregunto un día: ¿Dónde está tu oficina? Y contesté: entre Washington y Martí, muy cerca de España (refiriéndome en todo momento a calles del fraccionamiento veracruzado de Reforma) me sorprendió lo que nos persigue ese signo que siempre, sin lugar a dudas, marcará nuestros destinos.

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