Ser adolescente es tener suficiente edad para todo y para nada a la vez. Eres muy chico para algunas cosas, pero aún chico para otras. En fin, es una etapa que hay que llevar adelante con mucha paciencia y sabiduría.
Ser adolescente es tener suficiente edad para todo y para nada a la vez. Eres muy chico para algunas cosas, pero aún chico para otras. En fin, es una etapa que hay que llevar adelante con mucha paciencia y sabiduría.
Si hablamos de alimentación, la adolescencia es un período en el cual los padres debemos estar muy atentos. Pues es muy probable que durante esos años surjan – o se consoliden – los trastornos alimenticios. Entre ellos, la bulimia y la obesidad.
En general poner a dieta a un niño es complicado. Aunque hablemos de buenos hábitos alimenticios y no necesariamente de restricciones. Pero cuando se trata de un adolescente, hablar de dietas supone además, tener que equilibrar su enloquecida vida hormonal y emocional. Lo cual sin duda, es una ardua tarea.
La mayor parte de los adolescentes, especialmente varones, comen en grandes cantidades. Su cuerpo lo exige y lo necesita para culminar su desarrollo. Algunos comen en exceso sin que ello les afecte, porque practican mucho deporte; pero otros, comen en grandes cantidades que se van almacenando en forma de grasa, dando pie a la bulimia o la obesidad.
Si el adolescente no se siente motivado -por sí mismo- a realizar una dieta, más complejo se torna el asunto. Mantenerse o alcanzar un peso “socialmente aceptado” se vuelve una gran presión emocional. Y comienza así un eterno círculo vicioso, donde la presión les lleva a comer aún más y peor.
Por todo ello, en cualquier caso, la recomendación primaria para ayudar a los adolescentes que deben seguir algún tipo de dietas, es trabajar de la mano de un grupo de especialistas, que incluya un nutrólogo más un terapeuta.
Sin embargo, desde casa, podemos ayudar a mejorar la situación. Para ello, te ofrecemos estos consejos:
Si tu hijo adolescente debe someterse a alguna dieta por exceso o defecto de peso, no lo dejes solo, ni pienses que lo resolverá cuando sea adulto. Ayúdalo y acompáñalo en el proceso, sin juzgarlo ni hacerlo sentir mal por su condición.
FUENTE: INSPIRULINA