viernes 29  de  marzo 2024
CAUTIVERIO

Cuba, el regreso a la isla cárcel

La falta de libertad se percibe desde las alturas, mucho antes del aterrizaje del avión. Por eso, le perdoné a la aerolínea su retraso, me concedió un tiempo de más en tierra de libertad, donde vive exiliada una pequeña parte de la nación pero que conserva su intensa cubanía
Diario las Américas | OSCAR ELÍAS BISCET
Por OSCAR ELÍAS BISCET

Desde las alturas la verdad es más clara. En la pradera me conocí a mí mismo. Tan espeluznante destrucción solo he podido verla en los noticiarios y películas, cuando trasmiten sobre guerras o desastres naturales. Así contemplé el aeropuerto José Martí y poblados aledaños a mi arribo a La Habana. Sin embargo lo más perjudicial en la sociedad cubana es su sistema socialista que mantiene en la esclavitud a su población.

La falta de libertad se percibe desde las alturas, mucho antes del aterrizaje del avión. Por eso, le perdoné a la aerolínea su retraso, me concedió un tiempo de más en tierra de libertad, donde vive exiliada una pequeña parte de la nación pero que conserva su intensa cubanía. Algunos prefirieron ser desterrados de Siracusa que llevar el manto de púrpura del vicioso Alejandro.

Una vez que el avión tocó tierra cubana algunos pasajeros aplaudieron, no sé si por haber llegado sin dificultad o porque eran acólitos castrocomunistas deseosos de encontrarse con sus jefes. No obstante comenté con mi esposa Elsa en un tono que ellos pudieran oír, “llegamos a la Cuba comunista, la isla cárcel”. Por la forma en que fruncieron sus caras, delataron sus favoritismos por el castrismo.

La primera vez que oí aplausos en un vuelo fue cuando aterricé en el aeropuerto David Ben Gurión, en Tel Aviv-Jaffa, Israel. Todos estábamos contentos, yo por estar en Tierra Santa; y todos, pasajeros y tripulación, porque sabíamos que existen más de dos decenas de países y organizaciones terroristas islámicas que tienen el objetivo de destruir el Estado israelí.

Por supuesto, al pisar la tierra cubana, sentí profunda emoción y orgullo de mi cubanía, extrañaba tanto mi hogar que deseé besar ese suelo pero no estaba bien con mi fe cristiana. En realidad, recordé mis oraciones por la libertad de Cuba en el Muro Occidental en Jerusalén.

Por otra parte, emociones divergentes sentí cuando entré en la Terminal Dos del aeropuerto José Martí. Vinieron a mi mente los viejos y dolorosos recuerdos carcelarios. La sala antes del cruce de fronteras me fue un vivo ejemplo de las prisiones socialistas. Todo limpio y pintado, suelos extremadamente brillantes que buscan encubrir la destrucción, el fracaso, y la corrupción imperante en la instalación y, sobre todo, en el país.

Fui a la casilla de inmigración junto a mi esposa, la autoridad tomó el pasaporte de ella y a mí me dijo en tono autoritario rayando en lo irascible: “Ud. espere después de la raya” (en ninguno de los aeropuertos extranjeros que estuvimos nos trataron así). Revisó el pasaporte de mi cónyugue y continuó diciendo, “llamen al operativo”. Una mujer vestida de civil tomó los pasaportes y tuvimos que seguirla adonde estaban dos hombres de civil que rápidamente identifiqué como agentes de la Seguridad del Estado.

Ambos fuimos interrogados, después de amenazas y admoniciones pasamos la frontera para un riguroso proceso de chequeo de nuestras pertenencias, al estilo de las autoridades carcelarias que me requisaron durante mi injusto cautiverio.

En el aeropuerto de La Habana sentí un latigazo leve del terror de estado del gobierno delictivo que usurpó el poder en Cuba. Su fracaso económico y administrativo fue evidente por la ausencia total de aire acondicionado en la terminal aérea. Continué exponiéndome a ese fracaso, al tomar un viejo carro americano, de 1957 y sin aire acondicionado, de regreso a mi casa.

Hoy estoy en mi hogar, en Cuba, y es tangible el gemir de un pueblo esclavo. Un pueblo deseoso de libertad, que se garantiza con el Proyecto Emilia.

Realmente, no creemos en soluciones a medias que poderosa y persuasivamente nos quieren imponer los que llevan el manto de Alejandro. Esto prologa la existencia de la tiranía y le da credibilidad; y pone en quiebra el futuro de libertad de Cuba. Queremos libertad total e inmediata para el pueblo cubano consignada por el estado de derecho. Que solo es posible con la desintegración del régimen tiránico castrocomunista. El ciudadano cubano debe despertar lo mejor de sí para lograr estas metas realizables; y así Cuba será libre.

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