jueves 28  de  marzo 2024
ECONOMÍA

Una mirada crítica a la destrucción de empleos

Las máquinas están devorando el trabajo humano tal como lo conocemos en la actualidad; la inteligencia artificial invade áreas antes reservadas únicamente al raciocinio del hombre
Diario las Américas | CÉSAR MENÉNDEZ
Por CÉSAR MENÉNDEZ

Más allá de la creación de empleos, nos enfrentamos a una disyuntiva filosófica traída de la mano por el desarrollo de las nuevas tecnologías. Cuando el presidente Donald Trump, en campaña electoral decía que diseñaría políticas para evitar la fuga y destrucción de empleos y se comprometía a liderar una nueva revolución industrial, ponía el dedo sobre un asunto que le preocupa a millones de norteamericanos.

Mirar alrededor es suficiente para entender lo que nos está sucediendo. Somos testigos de un verdadero salto evolutivo tecnológico, sin precedentes. Las máquinas, ahora dotadas de inteligencia artificial, han irrumpido con fuerza en áreas hasta hace una década reservadas exclusivamente para la capacidad racional humana.

La invasión de los nuevos algoritmos y la inteligencia artificial tienen alcance general. Cuando imaginamos la influencia de las tecnologías actuales en los empleos, muchos piensan que afectan únicamente a las empresas de producción continua y de montajes en cadena. Se equivocan, la realidad es más compleja y sofisticada. Las máquinas inteligentes se expanden desde las estrechas cadenas de montaje y entran en el área del conocimiento y el análisis. Los nuevos algoritmos, presentes en casi todas las esferas de nuestra vida, comienzan a dar soluciones millones de veces más rápidas y eficientes que el especialista humano, sin pedir un sueldo a cambio.

Los vemos dirigiendo el tráfico de toda una ciudad y resolviendo todos los problemas que van surgiendo, sin necesitar la ayuda humana.

Disfrutamos poder llegar a nuestro apartamento y encontrarlo a la temperatura deseada; nos da mucha tranquilidad ver las plantas verdes de nuestra casa regadas de forma automática; vemos normal que un portero cibernético nos franqueé una puerta dotada con reconocimiento facial; nos maravilla que nuestra nevera se comunique de forma autónoma con los proveedores para mantener el surtido de los alimentos que necesitamos; es algo común hacernos un análisis de sangre en casa y que un pequeño dispositivo nos indique la dosis exacta de insulina a inyectarnos. Pero se nos olvida que detrás de todos estos bienvenidos adelantos existen unas víctimas o, tal vez es mejor decir, mártires del desarrollo que son las obsoletas fuerzas productivas.

La creciente ansiedad por el desarrollo tecnológico hace que el trabajo de millones de personas salte por los aires. Si un dron surca el cielo sobre un cultivo de trigo y es capaz de detectar dónde va a comenzar una plaga, esta simple acción es el detonante para desemplear al piloto agrícola, a sus mecánicos, a los controladores aéreos y un largo etcétera de especialistas.

Por las calles y carreteras ya ruedan grandes camiones y vehículos autónomos devorando millas y millas, horas y horas, para que sus algoritmos inteligentes aprendan a conducir con la destreza de un ser humano. En cuestión de poco tiempo estos ensayos se traducirán en el dolor de miles de choferes. La cuenta es simple: el conductor autónomo no descansa, no pide salario, no se desvía, no tiene un mal día, no viola las leyes del tráfico; entonces el hombre no tiene nada que ofrecerle al empleador.

Cada vez más en EEUU el trabajo sin preparación universitaria será pero remunerado. Por eso desaparecieron los 46.000 puestos de trabajo en el estado Michigan donde los obreros del automóvil contaban con un estilo de vida cómoda y se consideraban clase media.

Pero el desafiante aliento del desarrollo lo sienten también, tras sus nucas, profesiones complejas como los analistas médicos, los evaluadores de riesgos de mercados y bolsas, los periodistas y asesores de marketing. Un dato curioso es que paradójicamente hasta los propios programadores informáticos, quienes diseñan los algoritmos que nos están echando a todos al paro, ponen sus carreras fuera del alcance humano. Ya existen algoritmos que comienzan a programar. Un estudio de Oxford University reveló que el 47% de los trabajos en EEUU están en riesgo de ser computarizados.

El futuro del empleo es la idea fundamental que emerge en varios encuentros de estudiosos internacionales, incluido el Foro Económico Mundial del 2016 donde se planteó la necesidad de un cambio en el entorno educativo para ayudar a las personas ser “empleables” en el futuro mercado de trabajo. “El sistema educativo se deberá adaptar con el fin de preparar a los individuos para un mercado laboral cambiante”

La voluntad del presidente norteamericano de crear más puestos de trabajo tendrá que venir acompañada de una nueva filosofía social. Los trabajos obsoletos no regresarán, es menester crear nuevos empleos adaptados al contexto actual.

Hay muchas preguntas en el ambiente que enturbian la nebulosa sobre el mañana. Por suerte, las llamadas fuerzas destructivas del desarrollo a su paso van creando nuevas oportunidades sobre las cuales tienen que poner los ojos los líderes los políticos para dispensar las herramientas adecuadas que potenciarán el crecimiento económico futuro.

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