viernes 22  de  marzo 2024
ANÁLISIS

El Congreso se pone a la escucha frente al silencio de la Casa Blanca

El director del FBI, James Comey, pareció poner un punto final a la polémica al asegurar que en relación con los tuits del presidente Trump sobre un eventual 'pinchazo' telefónico en su contra, "no tengo ninguna información que ampare eso"
Por RUI FERREIRA

El Buró Federal de Investigaciones (FBI) fue muy concreto: no existen pruebas de que el expresidente Barack Obama haya ordenado un ‘pinchazo’ telefónico a la Trump Tower, sede de campaña del entonces candidato presidencial republicano Donald J. Trump.

Desde que el actual mandatario estadounidense lanzó la acusación, la clase política norteamericana se ha visto envuelta en una controversia que se ha movido al flujo de las pasiones políticas. El lunes, el director del FBI, James Comey, pareció poner un punto final a la polémica, lo que fue recibido con silencio por parte de la Casa Blanca.

“En lo que concierne a los tuits del Presidente sobre un eventual ‘pinchazo’ contra él por parte de la administración anterior, no tengo ninguna información que ampare esos tuits y hemos investigado eso muy cuidadosamente dentro del FBI. El Departamento de Justicia me ha pedido que comparta con ustedes que la respuesta es la misma que ese departamento y todos sus despachos han dado siempre. El departamento no tiene informaciones que confirmen esos tuits”, contestó Comey en una audiencia del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes.

El panel llamó al director del FBI a declarar para preguntarle sobre otra investigación, la posible interferencia de Rusia en las pasadas elecciones presidenciales. Han sido precisamente las reacciones divergentes ante los dos hechos por parte de la Casa Blanca lo que ha levantado no pocas suspicacias. Muchos señalan que desde el inicio el Presidente y sus portavoces no se han cansado de intentar restarle importancia a la posible interferencia rusa, pese a que el FBI ha identificado ya a cinco protagonistas de esa interferencia, todos miembros o colaboradores informáticos de los servicios secretos rusos. Los críticos de la administración afirman que la acusación desplegada por Trump en Twitter intentó funcionar como un desvío de atención hacia la primera investigación que sí parece conducir hacia algún lado.

El martes, el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, afirmó que “la próxima semana” habrá más detalles sobre el supuesto ‘pinchazo’ a la Trump Tower. Pero, de nuevo, tampoco aportó nuevos detalles ni insistió en el asunto.

Una de las innovaciones políticas de Trump ha sido gobernar por tuitazos. Desde antes de las elecciones desplegó ese hábito y, en contra de todas las expectativas, lo ha continuado haciendo sentado en la Casa Blanca. Esto ha provocado una enorme confusión entre sus seguidores y creado una serie de situaciones embarazosas, que han llevado al líder del comité de inteligencia de la Cámara baja, Devin Nunes, a decir tras la audiencia con el director del FBI que “a partir de ahora sobre la Casa Blanca cuelga una nube gris de sospechas”. Fue precisamente por eso que Comey abrió una excepción a la política de la agencia federal de no comentar las investigaciones en curso porque “en este caso se trata de un tema de interés nacional”.

Sin embargo, Nunes matizó su opinión. “El problema es que ustedes [la prensa] llevan demasiado en serio todo lo que él escribe. El Presidente tiene razón en muchas cosas. A todo lo que dice, no hay porqué interpretarlo linealmente. Pongan las cosas en contexto. Todo lo que él ha pedido es una investigación y es un pedido legítimo”, subrayó el líder del Comité de Inteligencia de la Cámara baja.

Al menos entre los demócratas, el mandatario tiene un aliado en este sentido. “El Presidente nos ha pedido que investiguemos esto. Señor presidente, ¡lo aceptamos!”, agregó el congresista demócrata Adam Schiff, el segundo al mando del comité.

“Cuando un Presidente dice que tiene razones para que se haga una investigación de esta naturaleza, es nuestra obligación hacerlo. He hablado con 29 de mis colegas conservadores y todos están de acuerdo con el Presidente. Y eso es razón para que investiguemos todo porque si hubo un ‘pinchazo’; es un delito y el Presidente tiene toda la razón en quejarse”, subrayó el congresista republicano Thomas Massie, de Kentucky.

Según el diario The New York Times, “los aliados [del Presidente] han comenzado a preguntarse si su necesidad de expresarse, muchas veces a través de las redes sociales, opacará su sentido de sobrevivencia y tendrá resultados desastrosos para el mandatario y para un partido cuyo destino está ahora, más que nunca, fuertemente amarrado al suyo”. O sea, los tuits del Presidente están obligando a los republicanos a jugar siempre a la defensiva porque nunca saben qué va a decir. “Siempre tenemos que responder a preguntas sobre los tuits lo que nos coloca todo el tiempo a la defensiva cuando debíamos estar ocupados en defender al Presidente”, se ha quejado el representante federal republicano Peter T. King.

Sus críticos subrayan que Trump no parece entender que su obsesión con este tipo de lucha política, acaba por minar su credibilidad porque no presenta pruebas de lo que dice y termina dejando todo en entredicho lo cual, por otro lado, perjudica la colaboración que debe recibir de las dos cámaras en temas tan importantes como la salud pública, el presupuesto y la reforma de la infraestructura nacional. El martes, Trump se reunió a puertas cerradas con legisladores federales e intentó convencerles de apoyarlo para acabar con el Obamacare, con el argumento de que si no lo hacen pudieran no ser reelectos el 2018. Sin embargo, afirman, no mencionó para nada, según las filtraciones momentos después del encuentro, el impacto negativo de su forma de expresarse a través de los tuits.

Muchos de los presentes deben haber recordado lo que dijo el mes pasado a The Washington Examiner el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell: “No siempre me gusta lo que dice el Presidente. Creo que al insistir con demasiada frecuencia en otros temas, desvía la atención hacia aquellas cosas sustanciales que hemos logrado”.

Y esto es capital, porque según la última encuesta de Gallup, el Presidente tiene el nivel de aceptación más bajo para un mandatario durante los primeros 100 días: apenas 37%.

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