martes 5  de  marzo 2024
Estados Unidos

Julio Shiling: "EEUU está bajo ataque de la izquierda radical"

DIARIO LAS AMÉRICAS conversó con el politólogo y escritor Julio Shiling sobre la Revolución de Octubre, la penetración castrista, la corrupción, las dinastías locales y de Cuba y Venezuela
Diario las Américas | EMILIO J. SÁNCHEZ
Por EMILIO J. SÁNCHEZ

Julio Schiling es una personalidad habitual en los programas de opinión de la televisión y la radio. Dirige Patria de Martí —publicación digital y foro político— y organiza reuniones en la Biblioteca Regional de Miami-Dade, que él llama simposios, sobre temas de historia y política actual.

Ahora junto con Julio recorremos los pasillos de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) hasta un aula donde lo entrevistaré. “Hice una Maestría aquí y me permiten usar las instalaciones. La mayoría de mis artículos los he escrito en este lugar”, comenta.

Lo primero que hago es celebrar su español. Es difícil hallar, entre los académicos que se han estudiado en Estados Unidos a quien use correctamente el idioma. Me explica que, luego de salir de Cuba en la niñez, vivió en España y más tarde en Nueva Jersey, donde existía una notable comunidad cubana. “Me impuse estudiar el idioma y escribir en español por mi interés en el tema cubano”.

“Siento en español, pero pienso en inglés”, aclara. “Las operaciones matemáticas y el razonamiento de la política son en inglés, porque me he formado leyendo a autores en ese idioma”. Ha tratado de que su hija lo mantenga, pero confiesa que los logros son limitados. “Lo habla, pero poco. Es muy difícil”, admite.

Siento curiosidad por el apellido. “Mi bisabuelo era alemán y entró a Cuba por la antigua provincia de las Villas; luego se reasentó en isla de Pinos. El apellido original, Schilling, perdió la c y una l”, afirma.

El legado de la Revolución de Octubre

Durante este mes conmemoramos los 100 años de la revolución de Octubre, verdadero parteaguas de la historia de la humanidad. Shiling ha meditado sobre el tema.

“Uno se pregunta cómo algo tan carente de racionalidad, tan abundante en errores empíricos y tan causante de tanto destrozo humano, podría haber llegado tan lejos y, peor aún, cómo sigue siendo una fuerza que perturba el mundo”, afirma.

“Lo que comenzó con el golpe de Estado de Lenin ha causado más de 100 millones de muertos, y todavía su fantasma se mueve entre nosotros. Lo vemos en América Latina en esas dictaduras neocomunistas con votaciones sin elecciones y opositores leales”.

Y no solamente allí: estima que la amenaza también se cierne sobre Estados Unidos. De hecho, en otra ocasión ha dicho que el país está siendo objeto de un ataque de la izquierda radical. Sus manifestaciones, arguye, se aprecian en las tesis ecologistas, la defensa de la identidad transgénero, el relativismo moral, el revisionismo histórico, la banalización del uso de las drogas.

El ataque no tiene necesariamente que identificarse como antiamericano o procomunista. En los últimos meses se ha abierto una polémica en el país sobre la permanencia de las estatuas erigidas en honor del Ejército Confederado. A pesar del tiempo transcurrido desde la guerra civil (1861-1865), algunos grupos quieren derribarlas o trasladarlas de lugar.

“Empiezan por símbolos fáciles de atacar para luego terminar en la bandera o el monumento a Washington. Como se sabe, la inmensa mayoría de los soldados de la Confederación no tenía esclavos; peleaban por defender el Estado en que residían”, indica.

Schiling advierte un gran oportunismo en las declaraciones y acciones de esos grupos.

“Es curioso que las feministas no se escandalicen con el tratamiento que el islamismo radical da a la mujer; que las organizaciones de izquierda no cuestionen el racismo de Carlos Marx hacia los africanos. Evidentemente, escogen muy bien sus blancos. El revuelo con las estatuas confederadas forma parte de ese ataque”, subraya.

EEUU: un país polarizado

Las encuestas actuales arrojan una polarización como nunca se había visto en el país. Esta brecha se empezó a notar durante el gobierno de Barack Obama, pero se ha agudizado ahora.

“Durante ese gobierno fuimos testigos de la apología del multiculturalismo, la ideología de género, el ataque a los valores de Estados Unidos”, reflexiona Schiling. “Su discurso en El Cairo, Egipto, en el 2009, es muestra de eso. Obama dañó mucho la armonía social”, precisa.

¿Y en la actualidad? Los bajos niveles de aprobación del actual ocupante de la Casa Blanca han establecido récord. “Trump aún conserva un gran apoyo entre sus seguidores”, afirma. Admite que prosigue la polarización, pero la ve como un resultado de la embestida de la ultraizquierda, a lo cual se ha referido antes.

Penetración castrista

Durante años se ha hablado del interés del gobierno cubano por influir en la comunidad miamense a través de los medios de comunicación y centros académicos. Todavía se recuerda el caso de espionaje de los profesores de FIU, Carlos y Elsa Álvarez, quienes fueron detenidos en el 2006 y más tarde se declararon culpables.

El mismo Schiling trae el tema a colación. “Esta universidad fue escogida por el castrismo para defender sus intereses”, asegura. “Ese caso fue escandaloso, pero probablemente no es un hecho aislado”, añade.

Según el escritor, para el castrismo resulta clave penetrar las instituciones académicas, ganar a los líderes de opinión y a los futuros empresarios, políticos y militares. “La economía de Cuba está fuera de la isla: radica en Miami. Aquí se produce nueve veces lo que se produce allí. Miami es la segunda ciudad con más cubanos en el mundo; se gradúan más cubanos en FIU que en cualquier universidad cubana”, argumenta.

¿Es tan importante conquistar a profesores, investigadores y alumnos? “Es esencial”, enfatiza, “necesitan que se olviden los logros de la República (1902-1958), que se borre la historia de los desmanes y atropellos que trajo el comunismo, que se les acepte sin cuestionamientos”, señala.

Y cita un ejemplo. “En nombre de la libertad de expresión, algunos centros universitarios promovieron un intercambio cultural en una sola dirección: de allí venían los profesores a disertar en nuestras universidades, pero Cuba escogía aquellos profesores de Estados Unidos que podían hablar allá”.

A principios de julio la prensa recogió la polémica en torno a la renuncia de Jaime Suchlicki, exdirector del Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos (ICCAS), y la Universidad de Miami. Suchlicki explicó que había renunciado, entre otras cosas, debido a diferencias con el presidente de la Universidad sobre el futuro de los estudios cubanos y los planes de intercambio con universidades cubanas.

A resultas de ello, UM se vio obligada a cancelar la conferencia de un profesor cubano sobre el sistema de salud en Cuba. “Es inaceptable que profesores e intelectuales que defienden al castrismo vengan a Estados Unidos a presentar los ‘logros’ de su Revolución. Esos académicos son soldados de una dictadura”, opinó Schiling.

Dinastías y democracia

En Miami, hay familias muy ligadas a la política local; son verdaderas dinastías: Regalado, Carollo, Suárez, Díaz de la Portilla, Barreiro… Pugnar en el mercado del Business of Politics con el espaldarazo de las marcas constituye una ventaja real. No se sabe con certeza hasta qué punto influyen en el votante. A fin de cuentas, lo que vale es el programa del candidato. Pero, la carencia de propuestas es de lo que más adolecen las campañas. Especular con la marca, ¿no pone en riesgo la democracia?

“No creo que ocurra”, responde Schiling. “La clave es observar si existe un sistema de castas que asegure a algunos el poder e impida a otros aspirar a este, como ocurre en otros países no democráticos”, indica.

“En el caso de los apellidos que mencionas, se trata de personas que se criaron en un entorno donde la política era el pan de todos los días. Tal vez una vocación de familia; ese es el caso de la familia Bush y Clinton, por ejemplo. Lo importante es que el sistema permita la competencia y que los ciudadanos puedan elegir al mejor. Porque lo peor sería legislar contra eso y establecer límites”, advierte.

El cáncer de la corrupción

Según estudios, la Florida es el estado más corrupto del país: sobornos, conflictos de interés y políticos-cabilderos. También se cuentan numerosos casos de fraude al Medicare.

“El fraude al Medicare y a las tarjetas de crédito es un hecho. Pero conviene señalar que la dictadura castrista ha sido una factoría de entrenamiento, una escuela, en la formación de estafadores. Así consiguen corromper al país y, además, obtener divisas”, afirma.

Como politólogo, no se queda en la anécdota. “La corrupción es un fenómeno casi natural en el ser humano. Habría que trabajar, pues, para hacerla difícil. No es recomendable que el sistema premie la inmovilidad social y penalice la movilidad, el deseo de superación. Ese tipo de corrupción prolifera en estados con programas generosos de bienestar social”, apunta. “A muchas personas se les hace fácil recibir beneficios y no trabajar. En Estados Unidos esto se instauró en los años 60. Cuando se recibe dinero sin trabajar, eso significa votos fáciles”.

Sin descartar los ejemplos anteriores, le preocupa mucho la corrupción entre grandes empresas y el Estado: el caso de Odebrecht. “Los escándalos ligados a esa empresa brasileña han dinamitado a muchos gobiernos de América Latina. Nuestro condado no debería negociar con ella; hay que prohibir que participe en cualquier licitación, pues es el tipo de corrupción que más afecta a la democracia en tanto otorga demasiado poder a un estrecho círculo de ciudadanos”, explica.

El vínculo entre la corrupción y la política se evidencia con mayor fuerza en el fenómeno de financiación de las campañas políticas. Para Schiling ese es el Talón de Aquiles de la democracia americana que, no obstante, el defiende como “el ensayo democrático más exitoso del mundo”.

“La financiación de las campañas debería ser pública. Algo anda mal cuando una industria dona una cierta cantidad de dinero a un político y luego este promueve legislación que resulta favorable a dicha industria”, enfatiza.

Coincidimos en que, por el momento, no hay solución a la vista. Intereses demasiado poderosos insisten en que las cosas se queden como están. “Muchas personas deciden no postularse por el tema dinero. Para entrar en liza tienes que pensar, ante todo, en tu capacidad para recaudar dinero. Y mientras más alta la escalera, más dinero necesitas”, afirma.

Venezuela en el precipicio

Schiling no parece muy contento con las últimas movidas de la oposición venezolana. Fue a elecciones regionales bajo la presión de la Asamblea Constituyente y ahora, nuevamente, apuesta por el diálogo que, a todas luces, parece inútil. “Insiste en la vía electoral en contra del sentido común”, acota.

El país está en franca crisis, pero la dictadura está bien atornillada al poder. Entonces, ¿cuál es la alternativa? “No hay salida pacífica en Venezuela”, señala. “A Venezuela solo le queda la opción armada. El pacifismo ha sido un concepto promovido por la izquierda radical”, sostiene.

Y entonces apela a la Historia para explicarlo: “Hasta la caída del Muro de Berlín el comunismo trató de ganar el poder en países de América Latina por la vía armada. Pero esos intentos fracasaron pues había una fuerte resistencia militar”, dice. “La estrategia cambió en vista de que ya no había dinero para financiar movimientos armados. El Foro de Sao Paulo, en 1990, trazó el plan: dejar el uniforme y ponerse saco y corbata, ir a elecciones, ganar el poder y nunca dejarlo. Hay que reconocer que obtuvieron buenos resultados: Venezuela, Bolivia, Ecuador; Brasil no cayó porque no pudieron destruir a las fuerzas armadas”.

Según Schiling, la oposición ha entregado erróneamente el derecho a la rebeldía. “La renuncia a la violencia explica por qué no logran derrocar al gobierno de Maduro”, apunta. “Se casaron con la falsa idea de que rebelarse es menos civilizado, menos avanzado”.

Ante la crisis sin límites y la masacre cotidiana algunos apoyaron la intervención de Estados Unidos. A mediados de agosto el presidente Trump declaró que no descartaba una intervención militar. Pero los políticos de la oposición salieron en gira por América Latina para disuadirla.

“Por supuesto que apoyaría una intervención militar de Estados Unidos mediante una coalición internacional”, me dice convencido. “La favorezco y la creo necesaria. No hay nada de qué avergonzarse: en el siglo XVIII Francia financió en un 90% el ejército de George Washington. Si se hubiera negado, tal vez aún seguiríamos siendo colonia de Inglaterra”, concluye.

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