lunes 25  de  marzo 2024
ALBERTO CARVALHO

“Tallahassee no entiende los retos educativos y sociales del condado Miami-Dade”

El superintendente del distrito escolar del Condado es un inmigrante que entiende la necesidad de una reforma migratoria integral como expresión de la diversidad en Estados Unidos

Alberto Carvalho, superintendente del distrito escolar del Condado Miami-Dade, quisiera ver qué pasaría si un día sueltan a un funcionario o legislador de Tallahassee (que cree que Florida se acaba al norte de Palm Beach) en el centro de la Pequeña Habana o en cualquier esquina de un condado con el 64% de su población hispana.

“Creo que quedarían muy sorprendidos con la realidad de esta ciudad. Esa es, precisamente, la realidad que la gente en Tallahassee no entiende”, afirma Carvalho, inmigrante proveniente de Lisboa, Portugal, quien llegó a Nueva York a los 17 años sin hablar una sílaba de inglés, sin un centavo en su bolsillo y dispuesto a ganarle la dura, y a veces desigual, carrera a la adversidad.

Para el superintendente existe una cierta “desconexión” entre lo que entienden los congresistas estatales sobre un condado tan diverso como el de Miami-Dade, y lo que se vive de verdad en la cotidianidad: el 73% de los niños y jóvenes del distrito escolar son pobres, 79.000 son inmigrantes o hijos de inmigrantes que no hablan inglés.

Por lo tanto, en la capital del estado no pueden desmenuzar, con todas sus implicaciones, el reto descomunal de enseñar en una comunidad con serias limitaciones económicas, proveniente sobre todo de América Latina, “una inmensa población inmigrante, de primera y segunda generación”, precisa.

“Me veo a mí mismo en los ojos de esos jóvenes”, señala con intensidad, con la experiencia que le da el haber sido el único de una familia de cinco hijos que culminó sus estudios secundarios, que debió empezar a trabajar desde los 14 años, sitiado también por las carencias materiales y una perspectiva sombría.

Es un convencido de la enseñanza de idiomas extranjeros desde los primeros años de escuela, no sólo por razones culturales sino también porque, como él mismo lo dice, es una forma de desarrollar el pensamiento crítico como lo hace la música con las matemáticas.

“Hicimos una inversión de 4.3 millones de dólares en educación bilingüe, con el fin de fortalecer el programa de idiomas más robusto que hay en todo el país”, dice con la certeza que le da el hecho de que en su distrito escolar hay 79.000 estudiantes que están aprendiendo inglés. Y da una cifra que es la radiografía de lo que pasa en el estado: “ese número es mayor que el total de estudiantes que hay en el 95% de los condados de la Florida”, puntualiza.

Pero uno de los grandes desafíos que hay en este momento es la paradoja de tener un condado con una población que, en su mayoría, es hispanoparlante y no encontrar maestros certificados que enseñen de manera profesional ese idioma.

“No tenemos la masa crítica de individuos que puedan enseñarlo. Es muy distinta la capacidad de hablar español  y la capacidad de enseñarlo”, advierte.

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Crítica a una prueba

-Ligado al tema del bilingüismo está el de las pruebas de Estado. ¿Cuál es su evaluación de las enormes dificultades que hubo con la evaluación llamada FSA (Florida Standards Assessment)?

-Ellos [las autoridades educativas en Tallahassee] seleccionaron una empresa que tenía muy poca experiencia en evaluaciones académicas, AIR(American Institute for Research). Esta compañía decidió, porque no tenía suficiente tiempo, armar una nueva evaluación que usó preguntas, más del 60% de ellas, básicamente desarrolladas para evaluaciones en Utah, que estaban acordes con los estándares de ese estado y no de la Florida.

- Hubo también serias fallas en la plataforma tecnológica que administraba esa prueba…

- Algunos estudiantes no pudieron tomar el examen o lo pudieron hacer horas después o al otro día, mientras que en otras partes del estado y en otras escuelas, otros estudiantes pudieron hacer la prueba sin problemas. Mientras no haya un ambiente uniforme para tomar el examen, se tienen que invalidar los resultados. Pero hubo otro problema. En estadística, hay algo que se llama prueba inicial del primer año con el fin de entender si las preguntas están alineadas con los estándares del estado. De ahí se desarrolla la información que arroja esa prueba inicial para comparar esos resultados con los resultados del segundo año. Que sigan adelante y quieran utilizar esos resultados viciados para generar calificaciones escolares o para guiar las evaluaciones de los maestros, es moralmente incorrecto.

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Otra visión

-¿Por qué ha hecho tanto énfasis en el tema de las suspensiones de estudiantes, enviados a sus casas como castigo?

- Cuando vi en la Casa Blanca  -en compañía de otros colegas- la información de que la población hispana, afroamericana y los discapacitados, eran los que sufrían el mayor número de suspensiones, decidí que seriamos el primer condado en el país en no seguir ese método. Si se suspenden una vez, la probabilidad de que los vuelvan a suspender se incrementa de manera dramática. Y si los suspenden dos veces, la probabilidad de que se gradúen de secundaria baja casi a cero. El gran problema es que los hombres latinos son los que lideran en este momento la deserción escolar en Estados Unidos. Y con esa forma de castigos estábamos contribuyendo a agravar el problema.

-¿Qué alternativa propone?

-La creación de los centros de desarrollo de éxito de los estudiantes, que funcionarían dentro de las escuelas o en otras escuelas. Ellos podrán ser suspendidos pero dentro de las escuelas. Y en ese centro habría más profesores, más consejeros. El alumno seguiría en sus labores, pero ahora rodeado de expertos en aspectos de comportamiento.

-Otro tema es el de la asistencia a la escuela. ¿Qué tan grave es en el Condado?

-Cada día 20.000 niños no van al colegio. Por ejemplo, si el niño se ausenta 2 días al mes  significa que no aparece el 10% del tiempo escolar. Y la probabilidad de que le vaya bien se reduce sustancialmente. Entonces, si los estudiantes no aparecen, los esfuerzos que hemos hecho los perdemos.

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