jueves 28  de  marzo 2024
EN LA BARCA DE EL VIKINGO

Julio César Chávez Jr. y el peso de su apellido

Julio César Chávez Jr. no se acerca al legado que dejó su padre

Diario las Américas | EDUARDO EL VIKINGO MARTELL
Por EDUARDO EL VIKINGO MARTELL

México es un país lleno de leyendas de boxeo y de todas esas luminarias que han engalanado a los nativos de tierras mexicanos, uno sobresale por encima de todos, el gran Julio César Chávez, conocido entre los suyos sencillamente como la “Leyenda”.

Con él la discusión es simplemente dónde lo ubicas entre los mejores de todos los tiempos. Ahí donde brillan los Sugar Ray Robinson, los Muhammad Ali y los Roberto “Mano de Piedra” Durán, entre otros. Hasta aquí vamos bien, todo es un problema de ubicación, calidad, gustos, opinión, etc.

El problema comienza cuando te llamas Chávez Jr. y no cargas la misma calidad de tu padre. Inicialmente, no hay nada más agradable para una relación padre-hijo que el hecho que se llamen igual. Honor paterno; orgullo de hijo. Pero si te dedicas a la misma profesión de tu primogénito, que, además, es una leyenda, y si lo haces en el momento en que los boxeadores mexicanos no están pasando por su mejor momento, entonces se arma un lío, se te exige más y, lo más complicado, se te compara injustamente con tu padre.

Ese es el dilema de Julio César Chávez Jr., quien lleva el peso del apellido de su progenitor y que ha sido un boxeador profesional desde el 2003. Este joven mexicano lleva la cruz de su apellido, la cara de ángel de su padre y el origen de su país como elementos en su contra que lo han acompañado desde el mismo momento en que decidió ganarse la vida en los cuadriláteros del mundo.

La promesa de su futuro nunca se materializó y hoy tira patadas (golpes) de ahogado, usando ese apellido que lo ha condenado desde que nació. Ni cuando tuvo casi noqueado a Sergio “Maravilla” Martínez, en la pelea de su vida, Julito ha podido hacer valer la calidad que en algún momento parecía tener.

Es cierto que su falta de dedicación y disciplina le han costado mucho y que cuando comparas lo que hacía su padre con los rivales que se atravesaban en el camino y los que él ha estado enfrentando, notas que hay una diferencia de nivel innegable. Pero también es cierto que con ese pedigrí era prácticamente imposible convencer, a propios y extraños. El cadalso mediático ataca sin piedad cuando no hay objetivos definidos y, aun más, cuando se entregan motivos para hacerlo, como si en esta sociedad moderna estuviéramos al acecho de la próxima víctima en camino al sacrificio periodístico y social.

Ahí en esa humanidad que busca un caudillo, un líder, y no lo encuentra, por lo que hay que encontrar víctimas. El hambre no distingue entre héroes y villanos porque ambas figuras sirven por igual.

Ese es Chávez Jr., el chico que nació en una cuna de oro que un día quiso boxear y que no estaba preparado ni física ni mentalmente y hoy se consume en su mediocridad boxística, dentro del mar de expectativas que lo consume y lo lanzan al cuadrilátero a encontrar las viejas glorias del padre, algo que nunca va a alcanzar.

A pesar de seguir llenando arenas, estadios y logrando altos ratings televisivos, Julio hijo no va a cumplir con lo que se esperaba de él. Primero porque no tiene eso que su padre poseía al por mayor, la capacidad y calidad para ser estrella y el carisma que se gana con triunfos legendarios ante rivales que estremezcan a un país entero. Y, segundo, porque está condenado desde que decidió boxear con semejante nombre y apellido.

Esa es su condena. Una cadena perpetua sin posibilidad alguna de salir de la prisión que es su linaje.

No importa lo que haga o lo que haya podido hacer. Para él no hay salida de ese laberinto que lo atrapa en su soledad. Ahí donde se metió cuando se subió a un ring por primera vez y de donde él, con su falta de profesionalismo, se aseguró de no salir jamás.

Así de sencillo.

 

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