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OPINIÓN

La Lupe: Como si un ciclón cantara

Sabida es la historia, hay mucho material sobre La Lupe escrito y filmado, tanto sus presentaciones en vivo como en la filmación de múltiples entrevistas a personalidades que la conocieron
Por TONY PINELLI

Lupe Victoria Yolí Raymond nació en el pintoresco y muy humilde barrio de San Pedrito, cerca de la legendaria fábrica de ron Bacardí, en Santiago de Cuba, el 23 de diciembre de 1939 y desde niña quiso cantar. A la medida de las posibilidades de su familia, estuvo al tanto de los cantantes que hicieron época en su niñez y cuentan que Edith Piaff, Lola Flores y Olga Guillot, fueron sus modelos para conformar su estilo de canto.

Precisamente imitando a Olga Guillot gana un concurso, La Escala de La Fama que dirigía el director artístico Chan Li, en Santiago de Cuba, y así entra en la Asociación de Artistas, que otorgaba el aval para trabajar profesionalmente; ya viviendo en La Habana, donde pasa la Escuela Normal para Maestras, comienza a cantar en el trío Tropicuba, casándose con su director, Eulogio Reyes Mesías, conocido como “Yoyo Tropicuba”, que tuvo su momento de éxito con el trío, en distintos night clubs de La Habana de entonces, logrando lleno completo sobre todo en el club Morocco en 17 y O en El Vedado.

Su relación con Yoyo terminó de forma abrupta y se vio en la necesidad de buscar trabajo como solista. Mientras, Yoyo la sustituyó en el trío, que siguió trabajando, pero declinó sin la fuerza expresiva de Lupe, posteriormente fue preso político y no cantó más, luego logró salir de Cuba y falleció en New Jersey.

Lupe pudo conseguir trabajo en los Clubs Le Mans y La Red, éste último aún existe, en el sótano de un edificio situado en 19 y L, en El Vedado habanero. Cuando fue a ensayar para su primera presentación como solista, le preguntó al pianista si sabía “Ódiame”, un vals peruano de Rafael Otero que hacía furor en La Habana por la versión de “Los Tres Reyes”, pero apuró el tempo hasta una velocidad vertiginosa, lo que le permitía dar rienda suelta a su intensidad inaudita. El público acudió en oleadas para oírle cantar canciones dentro de su estilo único y temperamento, como “Con el diablo en el cuerpo”, que le quedaba pintada y la versión de “Fiebre” que siempre la acompañó. Ya era La Lupe.

Fue en ese club donde comenzó su leyenda, la gente se agolpaba a la entrada para verla despertando diferentes sentimientos. Había quien iba a verla como un espectáculo circense, pues Lupe se daba golpes en el pecho, la cara y los senos, se le escapaban gemidos que podían sugerir un acto sexual y su grito de ¡Ay Yiyiyi! Se hizo famoso; le pegaba al pianista y en sus excesos, cuando llegaba al paroxismo de su expresión, podía romper un instrumento, como hizo en más de una ocasión, incluso en un programa estelar de TV, donde estaba el famoso cuarteto vocal de Meme Solís, La Lupe tenía que salir cantando de entre la gran orquesta y rompió un platillo de la batería cercana de un golpe, que dio en medio de su frenesí.

Pero más allá, cuando había alguien que la contemplara con la capacidad de análisis necesaria para poder llegar a comprender su entrega, se producía la fascinación que sólo pueden provocar los artistas irrepetibles. La Lupe no actuaba, no fingía, sencillamente era así; se entregaba desinhibida, mostrando que la canción no le cabía en el pecho e intentaba estallar como una granada atrapada en el escenario.

Por La Red pasó lo más florido de la intelectualidad internacional, que dedicó elogios a La Lupe poco comunes, a pesar de lo inapropiado de aquel lugar pequeño, con poca iluminación. Simone de Beauvoir, Jean Paul Sartre, Virgilio Piñera, Ernest Hemingway, Guillermo Cabrera Infante, todos brillantes y exigentes, la ensalzaron y le dedicaron elogios, pero cuando empezó a manifestarse el totalitarismo y las persecuciones, La Lupe molestaba. La dictadura no podía tolerar a alguien que se salía de las normas o conducta aprobada, que correspondía a las formas de pensar de los jefes, y no del público.

Así que tomó la decisión más sabia en aquel momento en que la religión católica, la regla de Ocha y el palo de monte fueron agredidas, al igual que la masonería y las variantes propias del protestantismo, y se fue de Cuba donde no la hubieran comprendido jamás los medios oficiales, materialistas dialécticos y ateos.

Llegó a México en 1962 donde estuvo un tiempo hasta que un empresario y “garrotero” como se llamaba comúnmente a los prestamistas en Cuba: Tito Garrote, le facilita la llegada a New York, donde comienza a trabajar con el famoso percusionista cubano Mongo Santamaría en La Barraca, con quien llegó a grabar un disco, antes de pasar – en 1964- a grabar con Tito Puente “El Rey del Timbal” con quien se mantuvo un tiempo gracias a las gestiones de Tico Récords. Con Tito grabó un número de Fernando Mulens: Qué te pedí, con el que logró un impacto descomunal, pues la mostraba como la fuerza de la naturaleza que era, tanto, que muchos sostienen – yo entre ellos- que nadie lo ha cantado igual.

Sabida es la historia, hay mucho material sobre La Lupe escrito y filmado, tanto sus presentaciones en vivo como en la filmación de múltiples entrevistas a personalidades que la conocieron.

Ya era La Reina del Latin Soul y le sobraba trabajo, pero la sombra trágica de sus canciones, también la envolvía en la vida. Su matrimonio con el cantante de la incipiente salsa - que había cantado con Joe Cuba y Ray Barreto- William García, se fue deteriorando debido al cuadro esquizofrénico que se intensificó, hasta que se tornó peligroso para ella incluso físicamente, a tal punto que Morris Levy, hombre “duro” y dueño de Tico Récords en aquel momento, tuvo que hablar con el desquiciado esposo, para darle una terapia que calmara su violencia con un tratamiento eficaz: le explicó que La Lupe era una inversión muy importante para su empresa y le enseñó el Río Hudson diciéndole que su fría oscuridad lo esperaba si la volvía a maltratar. Parece que la terapia funcionó.

Desde el punto de vista profesional, fue su mejor época, incluyendo su feliz trabajo con el renombrado autor boricua Genovevo “Tite” Curet Alonso, que compuso números ideales para La Lupe, en cuanto a estilo y carácter como Puro Teatro, La Tirana, La mala de la película y otras más.

Como es de esperar, con la fama surgen las leyendas, entre ellas, la de su adicción a las drogas, que algunos dicen que sí, que era cierta y otros dicen que no, que su frenesí era natural en ella y nunca se ha encontrado un testigo que la haya visto inyectarse, fumar, etc.

En cierta ocasión, cantando en TV en República Dominicana, para un espectáculo en ayuda de los damnificados del huracán George, se le rompió un tirante y enseñó un seno, pero siguió cantando sin darse cuenta y eso dio origen a la leyenda de que se desnudaba en escena. Sí es cierto que se daba golpes, se quitaba la peluca, tiraba los zapatos, le pegaba al pianista, desde que comenzó a cantar y todo el que tuvo la suerte de verla en vivo, podía constatar que no era un gag, sino una expresión de su carácter o su delirio, como quieran llamarlo, pero que se desnudaba no es cierto.

Los problemas comienzan a agobiarla, Tito Puente rompe con ella en 1968 no obstante, sigue su carrera en solitario, pero la Fania que había tratado de contratarla, a lo cual La Lupe se había negado, compra Tico Récords, su disquera, y ahí comienza su declive. Había dilapidado mucho dinero y aun cuando en Puerto Rico y Venezuela, siguió teniendo mercado, no fue igual.

“Se hizo santo” en 1969 y los babalawos que trató, lejos de cuidarla le hicieron gastar grandes sumas, según la opinión generalizada de sus biógrafos, esos gastos más la fortuna empleada en el tratamiento de la esquizofrenia de su esposo, fueron agotando el monedero.

La disquera no liberaba sus matrices, y no le hacía nuevos discos, aunque Tito Puente que había intercedido en favor de La Lupe, graba con ella “La Pareja” en 1977, que no tuvo el impacto ni la inversión en promoción y publicidad por parte de Fania que se esperaba.

Se separó de William, con vida y carrera en decadencia total. Se mudó a Puerto Rico con su hija, pero no le fue bien, por lo que termina volviendo a vivir al Bronx, lejos de la fabulosa mansión de Rodolfo Valentino que compró y perdió en una hipoteca. En 1980, se retiró.

En las Navidades de 1984, arreglando el árbol en su casa, se cae de espaldas y se lesiona la columna vertebral y la ingresaron en el Mount Sinai Hospital; por aquel accidente terminó en una silla de ruedas. Para colmo de males, debido a las velas de su altar de santos, se quema su reducido apartamento y fueron a parar a un albergue de la Calle 22 del Bronx.

En 1988, cuando La Lupe ya iba siendo un recuerdo de la época en que había que triunfar sin Internet y su estilo se perdía en el tiempo, Pedro de Almodóvar, el célebre director de cine español utiliza su formidable grabación de Puro Teatro de Tite Curet en su película Mujeres al borde de un ataque de nervios y el mundo, de pronto, descubre a La Lupe.

Recuerdo que, en Cuba, donde La Lupe había sido desterrada de la radiodifusión, como todos los que no se plegaban a los mandatos y voluntad del gobierno, los jóvenes a quienes les entusiasmaba las obras de Almodóvar, se preguntaban quién era, maravillados por la fuerza de la interpretación.

Con la evidencia de su manera de cantar en un medio tan llamativo como el cine de un director que despierta interés por sus puntos de vista sobre el arte, renacía La Lupe con la fascinación que provocaba en el público y comienza a crecer el interés en esta figura mítica, que ya había provocado atención, como demuestran diversas obras y escritos, pero en su renacer a nuevas generaciones, ha inspirado varios documentales, diversos artículos de prensa, libros, obras de teatro y lo más curioso, mientras más pasa el tiempo, más se acentúa el interés por su leyenda, aún en Cuba donde todavía persiste la estúpida actitud repelida por los creadores legítimos de: lo que no está prohibido, no está autorizado.

Ese mismo año de 1988 se le hizo un homenaje y colecta y Lupe se incorporó y cantó junto a Tito Puente, haciendo gran esfuerzo por incorporarse de su silla de ruedas, pero fue su última presentación artística profesional.

Comenzó a asistir a una iglesia Evangelista Anglicana, inducidas por Blanca Rosa Gil y Xiomara Alfaro y en un culto o sesión, un pastor, al tocarla logra que La Lupe caiga al suelo y se levante caminando.

Para algunos: milagro. Para otros, autosugestión inducida en aquella atormentada mujer, presa de sus nervios, que sólo la dejaban liberarse en el escenario.

No faltó – tras el boom de Almodóvar- quien le ofreciera contrato con un posible renacer, pero cuentan que La Lupe se refugió en la vida religiosa, encontrando la paz y felicidad, que tanto necesitaba. Los últimos discos que grabó fueron de himnos y cantos religiosos, pero a su estilo, pues puso la fuerza de su expresión en ello, no podía ser de otra forma, incluso al subir a un púlpito a predicar, como indican los testimonios audiovisuales que se conservan. Y según han dicho sus íntimos al ser entrevistados, terminó sus días siendo una mujer feliz, tan tranquila como el mar tras la tormenta.

El 28 de febrero de 1992, La Lupe falleció en el hospital Lincoln, de un infarto agudo del miocardio a los 53 años y fue sepultada en una tumba que se encuentra en el cementerio St. Raymond's del Bronx neoyorquino.

Su hermana, ya fallecida, peluquera, amigos de la infancia, personalidades que compartieron escenario, admiradores, realizadores han testimoniado, trabajado y aun trabajan alrededor de su leyenda, y hay quien visita “La Red” en La Habana buscando algo de su esencia o se estremece cuando pasa por la antigua calle 140 del Bronx, en New York y lee “La Lupe Way”.

Lo cierto es que los que la vieron, saben que era excepcional, irrepetible y los que no, en algún momento de su vida, o al oír sus discos, no pueden evitar pensar: “cuánto me hubiera gustado verla”.

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