viernes 15  de  marzo 2024
OPINIÓN

El General no quiere a su pueblo

Como siempre, las víctimas, desde la condición de vulnerable, suelen ser manejables y obedientes, se aferran a una esperanza y asocian la palabra solución con la presencia de un político "importante" en zonas de desastre
Diario las Américas | JUAN JUAN ALMEIDA GARCÍA
Por JUAN JUAN ALMEIDA GARCÍA

El sábado 9 de septiembre, el poderoso huracán Irma dejó una devastadora estela con tufo a muerte y desolación en el litoral cubano. Muchos compatriotas perdieron incluso aquello que nunca tuvieron, quizás por eso, una pregunta recurrente recorre las calles y redes sociales: ¿Por qué el General Raúl Castro no apareció en las zonas más afectadas por los estragos de Irma?

Como siempre, las víctimas, desde la condición de vulnerable, suelen ser manejables y obedientes, se aferran a una esperanza y asocian la palabra solución con la presencia de un político “importante” en zonas de desastre.

Entiendo, el pueblo agradece que el líder visite su desgracia y los cubanos tenemos archivado en algún innecesario lugar, la imagen de un Fidel Castro que, aunque no solucionaba nada, ante cualquier lloviznazo, ventolera o huracán, aparecía con capucha verde olivo, rodeado de un ejército de 4X4 y armaba todo un espectáculo de solidaridad humanitaria. Show que luego, cuando perdió facultades, con tal de mantener activa su forzada omnipresencia, permutó a ese espacio informativo de la televisión cubana conocido como La Mesa Redonda.

La verdad es que, aunque suene un tanto oscuro, considero que los dirigentes, en lugar de llevar agua y café a las zonas de desastre, o robar cámara estrechando manos de los damnificados para ganar popularidad, deberían enfrentar el problema desde un Consejo de Desastres para con total frialdad escuchar prioridades, evaluar daños, discernir y orientar con inteligencia. Claro, no es caso de Raúl.

Al presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, se le vio el día 5 de septiembre, en la provincia de Cienfuegos, previo a la llegada de Irma, presidiendo el acto conmemorativo por el 60 aniversario del alzamiento de la ciudad, luego recorrió en auto toda la refinería y antes de salir hacia La Habana, algo extenuado, se echó una siesta tranquila en una acogedora mansión con una hermosa vista a la bahía, ubicada en el reparto Punta Gorda. Agotado por la sobrecarga de trabajo, se refugió en La Rinconada, el complejo habitacional donde reside, y solo se mantuvo accesible a su familia.

El viernes 15 de septiembre, los medios oficiales hicieron pública la reunión del Consejo de Defensa Nacional, donde estuvo presente Raúl Castro.

Sin prisa pero sin pausa; así va el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba. El “general en jefe” ya no está para ajetreos. El hombre, que en 1959 tenía 28 abriles y con júbilo se convirtió en uno de los principales verdugos de la democracia cubana, no posee la salud de Tarzán y hoy tiene 86 años; edad, para cualquier ser humano, con algunos impedimentos. Al pragmático general le importa un comino la suerte de un pueblo que en varias ocasiones ha calificado de ingrato porque no ha sabido valorar que él y su hermano Fidel lo dieron “todo”, incluso “la vida”, para darnos lo que hoy tenemos. Ese es su particular concepto de libertad.

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