jueves 28  de  marzo 2024
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La cultura de la vida

Nos parezca bien o no, vivimos en la globalización y ya sabemos que el aletear de una mariposa en Singapur puede ejercer algún tipo de influencia en la Pequeña Habana, aunque nos parezca una mera especulación fantástica

Diario las Américas | DR. EDUARDO J. PADRÓN
Por DR. EDUARDO J. PADRÓN

Ha transcurrido el primer semestre del año 2016 y en términos de paz y armonía, en notables partes del mundo, no hay mucho de que vanagloriarse.

Nos parezca bien o no, vivimos en la globalización y ya sabemos que el aletear de una mariposa en Singapur puede ejercer algún tipo de influencia en la Pequeña Habana, aunque nos parezca una mera especulación fantástica. No lo es, por cierto.

Ya está comprobado que no podemos poner distancia entre nosotros y hechos de violencia imprevisibles. Debemos evitar la paranoia personal y colectiva, sin embargo, que es lo que pretenden instaurar los enemigos de valores imperecederos de la cultura universal.

Obsérvese que no divido esa cultura que nos sobrevivirá, ni en procedencia geográfica y mucho menos en su filosofía. Los valores humanistas son como la música, poseen una manera de expresión entendible para todos. Son notas que motivan y conmueven cuando abrimos las entendederas.

Hay que estudiar y aprender el arte de la convivencia. El hecho simple de la cuadra donde hemos residido durante años, junto a vecinos que no tienen con nosotros otro vínculo que el de la cercanía, constituye hoy por hoy, todo un símbolo de la comprensión del “otro”.

En muchas ocasiones los desacuerdos eventuales del vecindario se dirimen conversando, sin mayores consecuencias. Los escasos escenarios de violencia en estas circunstancias provienen de factores externos.

No podemos dejar que se cierren o ni siquiera que se estrechen los caminos de la tolerancia en la sociedad americana por la cual tanto se ha luchado en capítulos históricos de gran valor.

Cuando el color de la piel, el credo religioso o el pensamiento que suele regir el accionar social de  una persona, se sobrepone al interés colectivo de bienestar y felicidad, estamos tirando por la borda la posibilidad de un futuro mejor para todos.

La cultura de la muerte es también una certeza con la cual hay que lidiar. No se puede subestimar de modo ingenuo. Hay que estar atento a su disparatado desenvolvimiento, coartarla con firmeza y confrontarla con la cultura de la vida.

No la podemos ceder, hay que levantarse todos los días pensando en la aventura fascinante que nos proporciona junto al prójimo. Ya lo dijo uno de los hombres más imaginativos y creadores de la humanidad: “La diferencia entre ganar y perder es a menudo no rendirse”, Walt Disney.

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