jueves 28  de  marzo 2024
Chile

Sorpresas en Chile

Lo que pasó con Piñera y Guillier, estos dos candidatos "de extremos", es un dato a tener en cuenta pues habla de una naciente y "real" polarización en Chile, que hasta ahora no existía
Diario las Américas | DANILO ARBILLA
Por DANILO ARBILLA

Sorpresas varias generó el resultado de las elecciones chilenas, ninguna de ellas, diría, favorables para el futuro del país.

No lo fueron ni para el ganador, el expresidente Sebastián Piñera (36,6% de los votos), quien alardeaba y se comportaba como seguro futuro presidente. Las encuestas le daban un 45% de apoyo y Piñera vendió la piel antes de cazar el oso. La arrogancia no es buena compañera; eso está demostrado pero los arrogantes lo ignoran y eso por soberbios. Ahora Piñera tendrá que competir en segunda vuelta contra el oficialista Alejandro Guillier y sobre lo que pasará nada esta dicho y menos con lo que pasó.

Guillier, de ”centro izquierda“ (cada uno se autocataloga como más le gusta o como cree que le viste mejor) obtuvo un magro 22,7% de los votos, pero –siempre hay un pero– hay que considerar que de los 8 candidatos habidos, seis se “ubican” en la izquierda – de punta a punta, para elegir– y si efectivamente se suman sus votos les da para ganar. Se sabe, empero, que en esta materia las matemáticas no son tan seguras; pero son un dato.

De los pocos que están contentos son los de las puntas: Beatriz Sánchez, del Frente Amplio (“radical de izquierda”), que consiguió un contundente 20,3% –las encuestas le daban entre un 8 y un 10 a lo sumo– y José Antonio Kast, pinochetista (“ultraderecha”), que con un 7,85% fue otra de las sorpresas. Kast ya anunció que apoyará a Piñera. Pero con eso no basta y ni es seguro que sus votantes le hagan caso.

Lo que pasó con estos dos candidatos “de extremos“, es otro dato a tener en cuenta pues habla de una naciente y “real” polarización en Chile, la que hasta ahora no existía. Allí los partidos tradicionales se auto catalogaban de izquierda y derecha sin ninguna hesitación. Era y es el país en el continente donde nadie y menos un político se “avergüenza” por ser o porque le digan que es de derecha. Son bien civilizados en ese aspecto.

Pero lo acontecido, mirando a futuro y un poco más allá de ese equilibrio y convivencia, es un cambio y no bueno, de la sociedad chilena. Si efectivamente es así, quien sabe incluso si esos votos “radicales de izquierda” van a Guillier. Puede primar la dialéctica de que lo peor es lo mejor y que vislumbren que un triunfo de Piñera, con la vieja “concertación” de socialistas y demócratas cristianos dividida y desconcertada, les facilita el camino para adueñarse de la oposición, como una primera etapa.

Y en este juego de cálculos y especulaciones asume una especial importancia lo que harán los demócratas cristianos, cuya condición de “izquierda y oficialista” es muy dudosa. Carolina Goic, la candidata de la DC, obtuvo un desastroso 5,93%, el que a la hora sumar en esta instancia que viene, significa mucho. Y nadie puede predecir nada sobre si esos votos están más inclinados a Piñera o a Guiller.

Lo seguro es que gane quien gane el "balotage" del próximo 17 de diciembre, habrá de encontrarse, cuando asuma en marzo del ’18, con un Parlamento muy complejo. A Piñera se le hará difícil la tarea de gobernar con un tan fuerte frente opositor e “izquierdista”, pero tampoco le sería fácil para Guillier, dadas las “alianzas” que tendría que “concertar”.

Y uno de los hechos más sorprendente de estas elecciones es que de 14,3 millones de chilenos habilitados y convocados, fueron a votar escasos 7 millones. Menos de la mitad. Todos los porcentajes manejados sobre lo obtenido por cada candidato, son, meramente, sobre el 46% del total de chilenos que podía votar.

Esta abstención –el voto es voluntario– explica un poco los errores y hasta horrores de las encuestas. Todos opinan pero después no votan.

Por qué esa apatía, ya es más difícil de explicar. ¿Es porque los chilenos están bien como están y tranquilos de que nada va a cambiar? Es difícil saberlo, como también lo es saber si este sorpresivo e inesperado resultado los motiva o los asusta, según sea.

Entonces sí: si en diciembre van unos diez u once millones a votar –más del 80% como alguna vez ya ocurrió– toda especulación o pronóstico e incluso encuestas, deberán ir acompañadas de la advertencia de que “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”.

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