LA CRUZ, GUANACASTE, COSTA RICA.- Sin importar las críticas, amenazas municipales de desalojo o el desprestigio acarreado en su negocio, Pietro Barbanti se ha convertido en el buen samaritano que con caridad y misericordia ha tendido la mano a migrantes cubanos que llegan destrozados al pueblo de La Cruz, norte de Costa Rica, en busca de ayuda humanitaria mientras se aventuran a cruzar Nicaragua.
Este empresario italiano, con muchos años de vivir en Costa Rica, ha destinado varios espacios que serían tiendas u oficinas para albergar a cubanos, africanos y asiáticos, en el centro comercial Don Pietro, del cual posee el 80% de la sociedad.
“Les damos un lugar donde dormir, seguro, protegido, con su ropa de cama limpia. En más de un año no hemos tenido ni un piojo, ni una pulga ni nada porque se les da aseo y limpieza. Algunos (cubanos) son bastante descuidados en limpieza e higiene, entonces tengo personal que les limpia, tiene cuartos de mucha seguridad, estamos cerca de la Policía, y entonces no tenemos problemas”, cuenta en buen español este empresario de 60 años, sobre la ayuda a los migrantes.
“Ahora, desde finales de octubre (2016), les damos de comer. La parroquia, Cáritas y organizaciones humanitarias dan un poco de arroz, frijoles, azúcar, pastas, latas de atún, pero antes hacíamos lo que podíamos para darles de comer. Realmente se necesita ayuda porque los recursos se están agotando”, añadió.
Más de un año de ayudas
Según Barbanti, desde finales de 2015, con la crisis humanitaria generada por más de 4,000 cubanos que se vararon en La Cruz, empezó a tenderles la mano en su casa. Acogió a familias que por tener hijos pequeños no podían estar en los albergues abiertos por el Estado. En su casa los cubanos dormían en el área de sala, comedor, cuarto de visita y demás.
“Inicialmente llegué a tener hasta 30 cubanos en mi casa. Luego se esparció la voz de que llegaran a mi casa porque les estábamos ayudando. Cuando el Gobierno cerró todos los albergues de La Cruz, llegué a tener hasta 100 cubanos”, recuerda.
Luego Barbanti debió acondicionar algunos locales del centro comercial para seguirlos recibiendo. Primero los atendió en el área de restaurante, donde les daba comida. Ahora el lugar les sirve de cocina a los cubanos y otros locales como dormitorio, en mejores condiciones que cualquier otro albergue.
Desde finales de 2015 a la fecha, calcula que ha asistido a unos 2,500 migrantes cubanos, y unos pocos de la India, Bangladesh, Nepal, Pakistán y hasta haitianos. Por estos días están viviendo unos 15 cubanos y otra cifra parecida de extracontinentales. Los migrantes son separados por habitaciones, dependiendo de su país de origen para que no tengan problemas de costumbres o religión.
Los migrantes hasta tienen servicio de wifi en el lugar, una herramienta vital para informarse o contactarse con amigos y familiares, y así tomar decisiones en su travesía hacia Estados Unidos.
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Pietro Barbanti junto a un migrante en el centro comercial de su propiedad. (CORTESÌA)
"Yo también fui inmigrante"
Barbanti cuenta que la idea de ayudar a los cubanos se debe a que él, hace unos 40 años, fue migrante en Irán y sufrió una condición parecida.
“Estaba trabajando en Irán. Llegué y a los pocos meses, cuando no estaba casado y sin hijos, me encontré en una situación un poco dura. A los pocos meses de la revolución islámica, después de ayudar a muchos europeos, franceses, italianos y algunos gringos a salir de forma ilegal del país porque tenían miedo por su familia, a la hora de la hora me quedé y me la jugué como pude con alguna familia que me acogió. Sin nada a cambio me quedé ahí, sentí que me salvaron la vida”, recuerda.
Además, la familia de él tiene un sentimiento de afecto hacia la isla. “Mi señora llevó a Cuba a su hija hace algunos años a una operación de corazón abierto que no la teníamos en Costa Rica y le salvaron la vida. Cuando vio que tenían muchos cubanos en La Cruz, que vienen muy traumados por la travesía en Colombia, empezamos ayudando con una, dos, tres familias y hasta llegar a unas 30 personas”, añade.
Cuenta que la llegada de cubanos a La Cruz no cesó desde que Costa Rica dio por superada la crisis cuando partieron los últimos varados en este pueblo, en marzo de 2016.
“Se ha cesado de hablar del problema, pero siguen llegando”, cuenta. Tan es así que los cubanos que están en Panamá, antes de partir hacia Costa Rica llaman a sus contactos que están en el centro comercial para preguntar si hay comida, albergue o algún tipo de colaboración.
Si un grupo de 5 o 10 personas abandona Panamá en la mañana por la frontera de Paso Canoas, en la tarde está llegando a La Cruz y son recibidos en el centro comercial.
“A la mayoría de la gente que llega ya le han robado todo y tienen limitaciones de recibir transferencias de dinero. Tenemos problemas locales en el pueblo porque todos son familiares o amigos de gente que explota al migrante. Hemos recibido ya como 6 órdenes de desalojo a las que siempre me opuse. A los que puedan contribuir les aceptamos 5 dólares por día, que no alcanza para todos. Los que han contribuido en el pueblo son uno de seis, y no alcanzan los 80 céntimos de dólares por persona”, la menta el empresario.
Los cubanos y otros migrantes se varan en este pueblo porque es el más cercano con la frontera con Nicaragua. Desde aquí planifican, con ayuda de traficantes de personas que cobran hasta 900 dólares por personas por sus servicios, cómo atravesar Nicaragua.
Algunos lo logran, pero otros han sido devueltos en múltiples ocasiones, incluso cuando ya están cerca de llegar a Honduras. El Ejército o la Policía de Nicaragua los captura y los devuelve a Costa Rica. Hoy la incertidumbre es mayor, porque los cubanos ya no pueden entrar con beneficios a Estados Unidos.