LA PAZ.-dpa
Considera que Lula da Silva, actualmente acusado de varios delitos de corrupción, está sufriendo un ataque de "varios grupos oligárquicos con el apoyo de Estados Unidos"
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El presidente de Bolivia, Evo Morales, sugirió este sábado una reunión de emergencia de los presidentes de la Unión Sudamericana de Naciones (Unasur) para "defender" al ex mandatario brasileño Luiz Inacio Lula da Silva.
El gobernante boliviano consideró que Lula da Silva, actualmente acusado de varios delitos de corrupción, está sufriendo un ataque de "varios grupos oligárquicos con el apoyo de Estados Unidos", un aspecto que, según dijo, constituye "una amenaza a la paz de la región".
"Deberíamos hacer una reunión de emergencia de Unasur en Brasil para defender la democracia en Brasil, para defender a la compañera Dilma (Rousseff), para defender la paz en Brasil, para defender al compañero Lula y a todos los trabajadores", remarcó Morales en un acto público realizado en El Alto, ciudad vecina de La Paz.
El senador boliviano de la opositora Unidad Demócrata (UD) Óscar Ortiz cuestionó las declaraciones de Morales porque consideró que no plantean una postura crítica frente al escándalo de corrupción que golpea a Brasil.
Morales y Lula da Silva son aliados políticos. El ex presidente de Brasil respaldó al jefe de Estado boliviano en varias crisis políticas que estallaron en Bolivia, especialmente cuando se redactaba la nueva Constitución Política que está vigente desde 2009.
Miles de brasileños dicen "No al golpe"
"No al golpe" y "En defensa de la democracia" fueron las banderas tras las cuales más de un millón de personas, según los organizadores, salieron el viernes a las calles de todos los estados de Brasil para respaldar al Gobierno de Dilma Rousseff.
Si bien hubo enorme cantidad de camisetas y banderas rojas, color del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), el repudio a los "intentos golpistas" y la defensa del "Estado Democrático de Derecho" fueron las consignas predominantes en carteles, pegatinas, pancartas y panfletos.
"Yo no soy del PT. Voté a Lula, pero a Rousseff ya no la voté, porque estaba decepcionado. Pero estoy acá porque ella fue elegida democráticamente por el pueblo brasileño en 2014 (en realidad reelegida para segundo mandato) y la oposición no acepta el resultado electoral", dijo a dpa el oncólogo Reinaldo de Magalhaes, de 57 años.
El rostro del ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva junto al texto "guerrero del pueblo brasileño", el de Rousseff con la frase "Dilma se queda" -una respuesta al avance del juicio político tendiente a destituirla-, entre otras imágenes, también estuvieron presentes en la Plaza XV de Río de Janeiro, a donde según los organizadores acudieron 70.000 personas.
Pero el sentir que se impuso a eventuales diferencias, y que reconectó a una disgregada izquierda brasileña después de mucho tiempo, fue la defensa cerrada de la democracia ante un golpe que "se está gestando en Brasil", según sostenían los asistentes a los actos.
"La corrupción es incuestionable. No sé todavía si Lula y Dilma están tan metidos como se dice, eso se sabrá con las investigaciones y nadie puede ser considerado culpable antes de que haya un juicio final. Pero acá lo que hay que defender es la democracia, que le costó mucha sangre y dolor a los brasileños", dijo la jubilada Carmen de Almeida, de 67 años, votante de Lula y Rousseff pero "independiente". "No soy ni seré del PT", aclaró.
"Con Lula más o menos, hubo mejoras, para el que no tenía qué comer la vida mejoró. Pero con ella... Hace lo mismo que haría la derecha, quiere acabar con los derechos laborales, reducir los programas de ayuda social. Eso no es ser de izquierda", afirmó.
Su posición refleja el "divorcio" entre Rousseff y los grupos de izquierda que fueron la base de apoyo histórica del PT: la Central Única de Trabajadores (CUT), el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST).
Aunque contundente, el respaldo popular que recibió el viernes la mandataria, el más categórico desde que Rousseff se convirtió en 2011 en la primera mujer presidenta del país, fue considerablemente menor a la adhesión con la que contaron los movimientos que defienden su destitución.
El domingo 13, la mayor manifestación contra un Gobierno desde que fue restablecida la democracia, en 1985, llevó a las calles a entre 3,6 y seis millones de personas, según estimativas de la policía y los organizadores, respectivamente, al grito de "Fuera Dilma", "Prisión a Lula" y "Nunca más PT".
Las denuncias de corrupción que sobrevuelan su Gobierno y los presuntos intentos de proteger a su mentor político -bajo sospecha de haber participado en la trama de corrupción en la petrolera Petrobras-, sumados a una economía en ruinas, han inclinado últimamente, en forma vertiginosa, la balanza social en contra de Rousseff.
La presidenta, además, está cercada por un Congreso sublevado que evalúa un pedido de destitución en su contra, y por la Justicia, donde el Supremo Tribunal Federal puede impugnarle el mandato si confirma las sospechas de que su comité de campaña recibió fondos desviados de la petrolera nacional.
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