LA HABANA.- Cuando está demasiado aburrido, luego de recorrer con el mando a distancia los ochos canales televisivos que existen en Cuba, Josuan, 56 años, ingeniero civil, algunas noches ve el noticiero nacional con una risa socarrona en el rostro para luego hacer un análisis crítico sobre el pésimo desempeño de la prensa estatal.
“De asco la prensa en Cuba. Los noticieros y diarios locales son un compendio de buenas noticias que exaltan los supuestos logros y ocultan las deficiencias. Es un periodismo que no refleja lo que quiere la gente en la calle. Todo lo manipulan o disfrazan y ocultan la información. El caso de Venezuela es el mejor ejemplo. Las protestas en los países capitalistas son para reivindicar conquistas sociales y son reprimidas por la policía con rudeza. Las de Venezuela son lideradas por terroristas y fascistas que quieren darle un golpe de Estado a Maduro y jamás mencionan a la represión policial. Por eso las personas a quienes les gusta estar informadas recurren a los canales ilegales del cable o leen la prensa extranjera por internet”, opina Josuan.
A día de hoy, el periodismo estatal que se hace en Cuba es un homenaje al absurdo. Cantinflas se quedó corto. Un coro de amanuenses y ventrílocuos amaestrados se las apañan para en espesos artículos de opinión defender un sistema incapaz de garantizar una vivienda decorosa a muchas familias, comida suficiente y un salario digno.
La libertad de expresión en la isla está secuestrada por el aparato propagandístico del gobierno verde olivo. Todo comenzó cuando Fidel Castro abolió a la prensa privada y republicana, poco después de su llegada al poder en 1959.
Sepultó el intercambio honesto y diverso de otras corrientes políticas y de pensamiento. El control de prensa, la prohibición de crear otros partidos y de efectuar huelgas para reclamar mejoras salariales, cercenó un grupo de derechos inalienables en cualquier sociedad moderna. Montó en Cuba una dictadura perfecta.
Una maquinaria ejecutiva que reprimía o acallaba con muchos años de cárcel a las voces disidentes. El gobierno se convirtió en el dueño de periódicos, revistas, canales de televisión, emisoras de radio y editoriales de libros.
El modelo de Fidel Castro se resume en una frase suya: ‘Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada’. El miedo enmudeció al ciudadano común.
El histrionismo y la simulación se convirtió en un antifaz, utilizado por la población a conveniencia, para elegir a delegados del poder popular que nada resuelven, aplaudir una ideología que no es la suya y aparentar fidelidad al régimen utilizando un lenguaje repleto de consignas.
Aunque una mayoría de cubanos aparenten integrar un ejército de zombis, observando el juego cómodamente sentado en las gradas, la perenne crisis económica, penurias cotidianas y un futuro atrapado entre signos de interrogación han servido como catalizador para ir despertando de la modorra.
A falta de una prensa libre, donde el pueblo pueda expresar su descontento, en la cola de las papas o en los viejos taxis privados, la gente ha activado tribunas de opiniones críticas, algunas abiertamente anti gubernamentales.
Conozcamos a dos Miguel Antonio. Uno es un joven, director de un departamento en una fábrica de productos lácteos en las afueras de La Habana, que proyecta una imagen de ‘cuadro revolucionario’. El otro, es un emprendedor privado que llega frustrado a su casa ante tantas trabas y carencias de autonomía empresarial.
“El sistema empresarial en Cuba es un desastre. Hay que abolirlo por completo y crear auténticas empresas, ya sean privadas o cooperativas, con independencia real. Ése es solo un problema. Deberíamos edificar un nuevo país. Más democrático y funcional, que premie al talento y la creatividad. Pero me temo que con este gobierno es imposible. Donde único los cubanos ejercemos la libertad de expresión es en nuestras casas. Puertas afuera nos tragamos la lengua”, subraya el Miguel Antonio emprendedor.
El surgimiento a finales de los años 80 del siglo pasado de una prensa independiente, que sin censura y con otra perspectiva describe la realidad nacional, ha permitido abrir pequeñas grietas al monolítico control del flujo informativo que ejerce el Estado verde olivo.
Unos 200 periodistas sin vocación de mártir, escriben para diferentes medios alternativos digitales. Algunos con notable calidad apuestan por el capitalismo moderno o el verdadero socialismo, y coinciden en hacerlo siguiendo reglas democráticas. En una esquina del ring encontramos a los que abiertamente se consideran anticastristas. En la esquina contraria, los con una mirada más imparcial, reconocen las políticas sociales de la revolución y condenan la injerencia de Estados Unidos en el financiamiento de la disidencia.
Nada es en blanco y negro. Existen matices. Es el caso de Periodismo de Barrio y sus soberbias crónicas sobre comunidades vulnerables de la Cuba profunda; la desenfadada revista digital El Estornudo, o La Joven Cuba, web que opta por un neo comunismo democrático. Pero todos, sin excepción, son censurados por el régimen.
Personas como Frank, mecánico de refrigeradores, considera que “una prensa libre, no partidista, se va imponiendo ante tanta corrupción, secretismo por parte del gobierno que no rinde cuenta al pueblo y la necesidad de los cubanos de vernos reflejados en los medios, no como una caricatura, si no como realmente somos”.
La libertad de expresión no vive sus mejores tiempos. Según Reporteros sin Fronteras, Cuba es el peor país del continente americano en cuanto a libertad de prensa. En México, el crimen organizado y la indiferencia gubernamental junto al déficit democrático en la maquinaria jurídica, ha imposibilitado investigar la muerte de varios periodistas en los últimos diez años. Venezuela, ahora mismo, es un expediente abierto para entender cómo funcionan las doctrinas autocráticas y su irrespeto congénito a libertad de expresión y la democracia.
Hasta en Estados Unidos, el supuesto paladín de las libertades, la libertada de prensa está siendo confrontada por su impredecible presidente Donald Trump quien ha calificado a los medios como 'enemigos del pueblo'. Desde luego, Cuba está peor.