martes 19  de  marzo 2024
turismo

Nueva Venecia, el pueblo del agua que busca salir a flote en Colombia

Tras vivir una masacre que convirtió a un pintoresco lugar en un pueblo fantasma, los habitantes de Nueva Venecia, en Colombia, apuestan por el turismo para sobrevivir al dolor y salir a flote

Nueva Venecia, un pueblo de palafitos construido en las aguas de la Ciénaga Grande de Santa Marta, el complejo lacustre más grande de Colombia, ve en el turismo la mejor forma de salir a flote.

Tras la masacre de 39 personas en noviembre del año 2000, el pintoresco lugar se convirtió en un pueblo fantasma en el que solo habían quedado tres familias. El resto había huido a tierra firme por miedo a los paramilitares que ejecutaron la matanza.

Sin embargo, algunos regresaron luego, como el vendedor de pescado Wilman Hereira, de 44 años, quien asegura que lo único que sabe "es vivir en el agua".

Ayudados por la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID, por su sigla en inglés) y la organización ACDI/VOCA para el Programa de Alianzas para la Reconciliación (PAR), han ido descubriendo el potencial turístico del área que habitan y que ya sedujo a tres canadienses que vivieron la experiencia de ser "Pescador por un día".

A unos diez minutos de Nueva Venecia, en donde el nivel del agua alcanza solo los dos metros de profundidad, los visitantes son recibidos en canoas con la bandera de Colombia.

Allí comienza la visita a los palafitos, en donde los residentes esperan en la puerta de las casas cuidadosamente pintadas de rosado, verde, azul, rojo y anaranjado.

Las embarcaciones avanzan por las "calles de agua" y luego aparecen los niños, sonrientes y curiosos, que se dirigen a recibir clase en la única escuela del lugar.

Después de atravesar el pueblo flotante comienza el trayecto por el Caño Aguas Negras, un ecosistema de manglar donde se apagan los motores para que iguanas, babillas, gaviotas, garzas, colibríes y pelícanos se paseen con tranquilidad frente a los turistas.

"Esta es otra forma de vivir y tener más ingresos. Para nosotros ha sido una bonita experiencia porque hemos descubierto que a la gente que viene de otros países le gusta conocer cómo vivimos y cuáles son nuestras costumbres", dice Juan Carlos Cantillo, uno de los lugareños.

Ellos se consideran a sí mismos "el pueblo del agua", son una "comunidad anfibia" que decidió dejar atrás la memoria de la violencia para abrazar el emprendimiento y salir a flote, de la mano del turismo, y a pesar del dolor.

FUENTE: Con información de EFE

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