miércoles 11  de  junio 2025
EL VENEZOLANO DEL SIGLO XXI

Crónica de un superviviente caraqueño, por si decide regresar a Venezuela

El venezolano en su día a día emprende su rutina como una carrera de obstáculos. Entre limitaciones y sustos, la vida ha cambiado para todos. No importa si eres de la tercera edad, si estás embarazada o discapacitado, aquí el socialismo logró su principal objetivo: hacernos iguales, o mejor dicho, hacernos pobres por igual

CARACAS.-REDACCIÓN

El primer sonido del día, el más estridente, el que me recuerda que estoy viva: la alarma del celular. Activo las antenas parabólicas y el GPS de mi cuerpo… Ahh sí, sigo en Venezuela. ¡Vergación! Hoy es miércoles, mi cédula termina en 4, hoy me toca hacer mi cola pa’ ver qué consigo. 

Inmediatamente entro a bañarme y… ¡Vergación otra vez! Hoy es miércoles, racionan el agua todo el día. Bueno, ni pendiente perro caliente. Hay que seguir adelante.

Me visto, me plancho un poco ‘las pelas’, me emperifollo más o menos (uno nunca sabe si le caigo bien al vigilante del mercado y no se pone tan bruto conmigo). Salgo, voy a la parada de autobús y milagrosamente llega la camionetica. Subo a ella y cuando me toca pagar, me doy cuenta que no tengo real. Le sonrío apenada al conductor (trato de usar mi pintica y mis dotes femenino), pero no, no funcionó. “Mamita, no vengas tú con tu cara y tu cuerpo e’ yuca y bájate de la mula”, fue el mejor piropo que me pudo dar el camionetero ese y me tuve que bajar. No tuve otra.

Con una soberana calentera, camino desorientada con una mano adelante y la otra atrás en búsqueda de un cajero. Media hora después, encuentro uno de un banco conocido del Gobierno. Me pongo fría, es un banco chavista… ¿Será que me van a puyar la cuenta para saber si tengo real?¿Si soy del imperio?¿Me irán a clonar y me quitan mis chupuros? Todo eso pasa por mi mente, pero lo que sea para poder ir a hacer mi cola.

Me acerco al cajero automático y me creo con suerte porque solo hay una persona sacando plata y luego vengo yo. De pronto, una mujer muy coloquial me grita: “Mira mija, qué te crees tú… ¿la reina del arroz con pollo? La cola es pa’lla tras oistes”. Respiro, me debato entre ser educada o como ella. Me ganó la batalla la ira y me voy al final de la cola cara e’ tabla, sin pedir disculpas ni mirar. Por delante 15 personas para sacar real. Ahora sí comencé día a la venezolana.

Pasa otra media hora más, me faltan tres todavía por delante. Veo cómo el de adelante saluda a una amiga, deja que se colee y ahora ya son cuatro los que me faltan. “Se acabó la plata del cajero”, dice un chamo.  Vuelvo a respirar, en estos momentos me doy cuenta de que lo hago. Se disuelve la cola (solo así puede pasar ese fenómeno) y yo decido entrar al banco con mi mejor cara de galleta para hablar con el vigilante.

“Señor, ¿sabrá cuándo pondrán dinero al cajero?”, pregunto tratando de ocultar mi mal genio. Sus ojos saltones hacen un paneo de arriba abajo, de abajo a arriba y si pudiera me hiciera una radiografía. Me arrepentí de arreglarme tanto. Le repito la pregunta y me contesta: “Mami vamos a ve qué es lo qué, que ya voy de salida”.

Camino yo adelante, sentía sus ojos clavados en mi espalda. Introduce él su tarjeta de débito, saca dinero y con él su conclusión: “Esto lo que está es nené. Aquí tiene plata y como tú lo que estás es mi amor con te quiero, riquiquita, por el favorcito mi reina llégate con un besito… No te hagas la willy que sabes que vas pendiente”. ¡Bájele dos, oyó! Fue la única frase que logré decirle y se marchó entre risas, sabía que era puro chalequeo pero por si acaso. Ya por fin logré sacar efectivo.

Todo vuelve a su curso normal. El universo conspiró a mi favor, respiro paz, llego al supermercado y no hay ninguna cola. Excelente, burda de fino, me lo merecía después de tanto agite. Entro y escucho un ruido al fondo que se hace intenso. La armonía desapareció y el día se me puso bien pelúo otra vez. Se activa mi caligueva, pero allí me puse: de última en la cola. Pregunto qué hay y nadie sabe, pero allí están. Demasiado tumulto no me hace pensar otra cosa que lo que hay es un trompo enrollao.

Pues así era, rolo de beta había. Descubrieron a un empleado del mercado bachaqueando, se armó la tángana, pero se dispersó la trifulca. El tema político se activa que si la guerra económica o que si el Gobierno nos tiene así. Las opiniones pasan como flechas.  Le pregunto a la portera con cara de guachimán qué hay para comprar, no me responde. Le pregunto al tipo que tenía pinta de chivo y solo me hace la cordial invitación para hacer la cola. Una voz sale de las cornetas del mercado: Señores, se les informa que se acabaron los pañales, el champú, el jabón, la harina, el azúcar y el café. Solo queda cloro.

¿Quién se queda en una cola solo para comprar cloro?¿Quién? Me largo con las tablas en la cabeza. Solo pienso ir de regreso a mi casa, a ver si ya llegó el agua y por lo menos me puedo bañar.

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