domingo 24  de  marzo 2024
Cuba

Cuba, los Castro y el tablero del poder

Más allá de la aparente previsibilidad, cualquier proceso desarrollado en la isla caribeña está signado por el carácter de lo imprevisible
Diario las Américas | EDUARDO MORA BASART
Por EDUARDO MORA BASART

El recurso supremo de un ser humano es el tiempo. En el caso de Cuba, se me antoja como una isla cercana al “Nunca jamás” de Peter Pan, donde el protagonista desarrolla una especie de odio hacia quienes pierden la ingenuidad de la niñez.

La vida transita de década en década, sin grandes percepciones de cambio. Sólo se atisban simulaciones formales como la obtención del poder supremo por Raúl Castro en el 2008, y su abandono de la Presidencia de los Consejos de Estado y de Ministros el venidero 19 de abril.

A partir de esa fecha, la isla caribeña se sumirá en un paulatino reacomodo del tablero del poder. Aunque el “ciudadano de a pie” no percibirá este hecho desde su dimensión histórico-trascendente, sino como parte de lo histórico-cotidiano, condicionado por la desconexión con la toma de decisiones, el peso de los problemas del día a día y el impacto de más de cinco décadas de ingeniería político-social.

El 19 de abril marcará un antes y un después en la historia de la mal llamada revolución cubana. Aunque quien asuma la Presidencia, por el momento, no tendrá en sus manos el poder y gobernará bajo la tutela de Raúl Castro y tres figuras de gran peso político: José Ramón Machado Ventura, Ramiro Valdés y Ricardo Cabrisas. El primero, segundo secretario del Partido Comunista, mientras los restantes, fungen como vicepresidentes del Consejo de Ministros. Ellos poseen el apoyo de las instituciones militares y, de ser necesario, apelarán al Comité Central del Partido para declarar la ingente destitución del nuevo presidente en un país donde, endilgarle errores en su gestión a un dirigente, no deviene reto.

En los casos de Machado Ventura y Ramiro Valdés, huelgan los comentarios. El actual ministro de Economía Ricardo Cabrisas es un hombre que, durante más de una década, ha movido los principales hilos de la economía. Algunos perciben en esa posición a Marino Murillo, bautizado fuera de Cuba como “El Zar de las Reformas” y vicepresidente del Consejo de Ministros, pero quien es un mero vocero de transformaciones que no trascienden la dimensión retórica.

Es inobjetable pensar en el actual vicepresidente primero Miguel Díaz-Canel como sucesor natural. La proyección de su imagen lo presenta como el delfín, aunque no posea vínculos sanguíneos con el “actual monarca”. Sin embargo, existen tres figuras que no pueden ser desdeñadas. El actual ministro de Salud Pública Roberto Morales Ojeda, el ministro de Relaciones Exteriores Bruno Rodríguez Parrilla y el primer secretario del Partido en Santiago de Cuba Lázaro Expósito Canto. No sorprendería que en el venidero reacomodo del poder, uno de ellos sea catapultado hacia la posición de vicepresidente primero o ascendido hasta la condición de vicepresidente del Consejo de Ministros.

Las más recientes intervenciones de Miguel Díaz-Canel han tenido como objetivo afianzar su posición como hombre de mano dura, arremetiendo contra la oposición interna y la política del gobierno de Estados Unidos hacia Cuba. Mientras muchos se preguntan si los errores de su gestión como primer secretario del Partido Comunista en la provincia del Holguín (2003-2009) se inscriben en un pasado que no se reeditará, o está borrado para siempre el halo reformista asociado a él, al fungir como primer secretario del Partido en la provincia de Villa Clara (1994-2003), momento de mayor brillantez en su gestión.

Más allá de la aparente previsibilidad, cualquier proceso desarrollado en la isla caribeña está signado por el carácter de lo imprevisible. Aunque una propuesta emanada de Raúl Castro tendrá la aprobación unánime del Consejo de Estado y posteriormente de la Asamblea Nacional.

El nuevo presidente de los Consejos de Estado y de Ministros asumirá el cargo rodeado de expectativas, como la nueva ley electoral, la unificación monetaria o el descongelamiento de las reformas económicas iniciadas en el 2011. Ellas pudieran integrarse en una coherente estrategia de marketing político que lo presentarían como portador de dinámicas de cambio, una especie de deshielo, similar al simulado en el 2011 con las llamadas reformas –Proyecto de Lineamientos–.

Es obvio que el elegido estará, mientras viva Raúl Castro, bajo la regencia de Alejandro Castro Espín, a quien pudieran endilgarse, según un politólogo y amigo, las palabras de Talleyrand referentes a Fouché, pues “es un hombre que se ocupa, en primera línea, de todos los asuntos que le importan, y en segundo lugar, de todos los que no le importan”. Aparece en los documentos oficiales como jefe de la Comisión de Defensa y Seguridad Nacional, pero actúa como el brazo derecho de Raúl Castro y será el encargado de trazar y evaluar el camino sobre el cual transitará el nuevo presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.

No puede soslayarse que Raúl Castro, en su condición de primer secretario del Partido Comunista, seguirá al frente de la vida del país hasta tanto lo decida o su estado de salud lo permita. En el 2021, fecha cercana, debe nombrarse un nuevo primer secretario del Partido Comunista, siendo poco probable que todo el poder se concentre en una persona. Existen analistas que se inclinan por Alejandro Castro Espín como candidato natural para el cargo, algo que, aun cuando parezca posible, resulta poco probable. Para un sistema meritocrático como el cubano, exhibe pocas credenciales, solo su condición de único hijo varón del matrimonio Castro-Espín y haber encabezado las conversaciones entre La Habana y Washington (2013-2014) que condujo al 17D, fecha en que Raúl Castro y Barack Obama, anunciaron el proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos.

No sorprendería el ascenso de una figura como Lázaro Expósito quien, en ese momento, contaría con 66 años de edad y ha dado pruebas suficientes de verticalidad y fidelidad al castrismo. Aunque sorprende que no trascienda en la actualidad la condición de miembro del Comité Central del Partido Comunista.

No faltan quienes evocan, al referirse a Cuba, el viejo bolero de Panchito Riset que reza: “el cuartito está igualito, como cuando tú te fuiste”, pero el escenario cubano se transforma a una velocidad acelerada. Y aunque la experiencia histórica apunte a que el país seguirá sumido en el laberinto de Lampedusa, la acentuación de las condiciones, sobre todo endógenas, auguran en la próxima década el advenimiento de cambios trascendentales.

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