jueves 28  de  marzo 2024
CASA BLANCA

Debacle económica en el primer año de Biden

La mejor referencia del descalabro económico causado por el presidente Joe Biden a partir del 20 de enero del 2021 es la alta inflación de 7,1% 
Por Leonardo Morales

Muy por encima de la frustración que pueda sentir el presidente de Estados Unidos (EEUU), Joe Biden, en su primer año de mandato, está la debacle económica a la que se enfrentan hoy los estadounidenses.

La mejor referencia del descalabro económico estadounidense a partir del 20 de enero de 2021 es la mayor inflación en EEUU en las últimas cuatro décadas, luego de una sólida recuperación postpandemia que experimentaba el país desde julio de 2020.

"Estoy muy preocupada por el alto nivel de inflación", manifestó la gobernadora de la Fed, Lael Brainard, en su audiencia de nominación ante el Comité Bancario del Senado, y advirtió que la mayoría de los pronósticos muestran que los precios continuarán altos durante la primera mitad del año.

Otro medidor para Biden es el pobre respaldo popular a su gestión, el peor para un presidente norteamericano en su primer año. La mayoría de las encuestas cifran el apoyo por debajo del 35%.

Un sondeo de la Universidad de Quinnipiac en los primeros 10 días de enero le otorga apenas un 33%, mientras que una mayoría bipartidista de votantes desaprueba su política en la lucha contra el COVID-19, la economía y la política exterior.

Números rojos para gestión de Biden

Un 76% cree que la inestabilidad política actual en EEUU es la amenaza más grave, al tiempo que un 53% considera que las divisiones empeorarán en el 2022, año de elecciones legislativas de término medio.

Horas antes de cumplir sus primeros 12 meses al frente de la Casa Blanca, el presidente Biden expresó que tuvo "desafíos", pero también "enormes progresos", y aseguró que no previó una obstrucción republicana tan fuerte contra su gobierno.

"Ha sido un año de desafíos, pero también ha sido un año de enormes progresos", afirmó Biden, en alusión a la campaña de vacunación masiva contra el COVID-19 y la “recuperación económica del país”, dijo el mandatario... La realidad, indica todo lo contrario.

La mayor barrera de contención para el jefe del gobierno federal no solo han sido los republicanos, sino los miembros de su propio Partido Demócrata, inmersos en una batalla interna entre moderados y los llamados radicales “progresistas” (de corte socialista).

En aras de avanzar aceleradamente en sus promesas de campaña, Biden comenzó su gestión con la firma de 68 órdenes ejecutivas que se han extendido a más de 76 y continúan. Sin embargo, ni ese empuje -catalogado de abuso de poder por los conservadores- le ha permitido celebrar triunfos.

La desesperación

Los demócratas han acudido a legislaciones especiales de emergencia por la pandemia para aprobar medidas controversiales, sin ningún respaldo republicano. Solo la Ley de Infraestructura de 1,2 billones de dólares contó con algunos votos del bando rojo en ambas Cámaras del Congreso. En materia económica, este ha sido el único presunto éxito de la administración Biden contra un torrente de medidas evaluadas por analistas como contraproducentes y desacertadas nacional e internacionalmente.

El Presidente desde sus inicios subestimó y revirtió todos los triunfos de su predecesor, Donald Trump, hizo caso omiso a la inflación, creó una severa crisis humanitaria en la frontera sur con decenas de miles de millones de dólares en gastos adicionales federales; hizo una peligrosa y desaconsejable alianza con la extrema izquierda socialista en Washington, marginó a los republicanos al ver que no lo apoyaban y se enfrentó desde su primer día a la industria de los combustibles fósiles (petróleo, carbón, gas natural y otros derivados) en su prioridad por el denominado cambio climático, que lo alejó de las verdaderas necesidades actuales de los estadounidenses. Canceló el oleoducto Keystone XL y varias líneas del Enbridge [ambos desde Canadá] e impuso más restricciones a la extracción nacional de crudo, sumergiendo a EEUU otra vez en la dependencia de los precios internacionales del petróleo.

Apenas se menciona hoy el valioso acuerdo comercial entre EEUU y China que negoció el expresidente Trump.

Los resultados no pueden ser más frustrantes para el presidente Biden en su primer año, mientras las empresas siguen con más de 10 millones de plazas vacantes de trabajo sin poder cubrir, a pesar de aumentar salarios y beneficios.

Diciembre, ahora un mes oscuro

Un amplio abanico de establecimientos minoristas vio desplomarse sus ventas en diciembre, incluyendo las tiendas de muebles y artículos para el hogar, que cayeron 5,5%. Por su parte los minoristas del comercio por internet sufrieron un descenso de 8,7%. Las ventas al por menor se precipitaron 1,9%.

Mientras el mandatario estadounidense intentaba de forma apresurada cumplir con la agenda de los extremistas liberales de su partido, los precios en el país ascendían sin freno, la recuperación económica se desaceleraba, crecía la escasez de productos y materias primas, se duplicaban los gastos federales y comenzaba su prematura caída de respaldo, tras la caótica salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, entre otros reveses importantes en política nacional e internacional como el congelado diálogo en busca de un acuerdo nuclear con Irán, otra de sus promesas incumplidas en los primeros 12 meses, junto al control de la pandemia de COVID-19.

La inflación y la deuda

Sin duda, la inflación y la deuda encabezan la lista de reveses del líder de la Casa Blanca.

El nivel inflacionario de 7.1% en EEUU, el más alto en las últimas cuatro décadas, y la deuda de más de 30 billones de dólares resumen la política económica de Biden en su primer año.

Durante el gobierno de Trump en el 2019, la inflación media fue de 1,81% y la inflación anual de 2,29, respecto al 2018. En el 2020, en plena pandemia de COVID-19 en el país y en todo el mundo, la cifra inflacionaria fue de 1,2%.

Los precios de la energía en general subieron 29,3% y el de los alimentos en general un 6,3%, según el Índice de Precios al Consumidor (CPI, por sus siglas en inglés). La gasolina en específico un 53%, mientras que los alimentos de mayor consumo entre un 13% y 22%.

El valor adquisitivo de los autos usados un 28% y las materias primas para la industria manufacturera, automotriz y la construcción casi se triplicaron en los 12 meses, respecto al 2020. El precio promedio en la compraventa de viviendas creció en varios estados más del 18% y la tendencia es continuar en alza en el primer semestre del actual año.

Goldman Sachs Group Inc. estima que los precios continuarán su escalada en 2022.

La inflación, que economistas liberales, incluyendo los de la Casa Blanca y de la Reserva Federal, consideraron como [algo breve y transitorio], se volvió el "enemigo público número uno" para el actual gobierno.

Las alarmas en Washington

El respaldo irrestricto del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, y de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, a continuar con la estimulación económica durante casi todo el año anterior y restar importancia al alza de la inflación durante meses -sin ninguna acción- agravaron la crisis inflacionaria y echaron por tierra las medidas efectivas que impulsaron una sólida y veloz recuperación económica en la segunda mitad del 2020.

Al principios de la pandemia, la Reserva Federal comenzó un nuevo programa de venta de bonos del Tesoro, redujo a casi cero las tasas de interés e hizo varias inyecciones de liquidez al sistema financiero estadounidense, además de dos grandes paquetes de estímulo económico, entre otras soluciones. Todas, en su momento adecuado, tuvieron un increíble éxito.

El alarmante costo de vida se mantiene ahora como el principal elemento de preocupación e incertidumbre para millones de estadounidense y sobre todo asfixia a los hogares de menos ingresos; y a pesar de que Biden prometió centrarse en la inflación, después de obviarla durante meses, se halla enfocado en el conflicto Rusia-Ucrania, su proyecto de gasto social de 1.87 billones de dólares (“Build Back Better” o “Reconstruir Mejor”) a largo plazo y una reforma electoral que pretende revertir las normas implementadas en más de 10 estados para proteger la transparencia del sistema de elecciones en EEUU, bajo críticas por irregularidades señaladas durante las presidenciales del 2020.

Biden y quienes impulsan esta reforma, están dispuestos a cambiar la regla de filibusterismo en el Senado para reformar el sistema electoral y facilitar el voto con un mínimo de regulaciones, lo cual, según han advertido expertos, propiciaría que personas no naturalizadas estadounidenses e incluso residentes ilegales, pudieran votar. Una de las cosas que propone esa reforma consiste en eliminar el requisito de mostrar una identificación legal individual en el momento de acudir a votar, al igual que en el voto por correo.

El Partido Demócrata, ha tratado de impulsar dos planes federales de ley que contrarrestarían el efecto de esas medidas estatales con los proyectos de “Ley de la libertad del voto” y de “Ley de promoción de los derechos electorales John Lewis”.

Gracias al voto contrario de los demócratas moderados Joe Manchin y Chrysten Sinema, el plan de cambio de reglas en el Senado de Washington quedó en un punto muerto.

Las órdenes de la Casa Blanca

Biden prometió públicamente “sanar” desde su perspectiva la democracia nacional, derrotar la pandemia de COVID-19, abordar en su opinión “los profundos problemas raciales y económicos” y volver a hacer de EEUU el líder mundial. Hasta ahora, todo sigue en planes junto a su proyecto de gastos sociales “Build Back Better” [BBB], archivado en el Senado junto a la reforma electoral.

BBB ha sido calificado por analistas, congresistas y líderes republicanos como “el verdadero plan socialista en EEUU”.

Otra de las promesas del presidente Biden fue eliminar la pandemia, pero entre las olas de las variantes Delta y ómicron y órdenes de vacunación obligatoria –incluso en las empresas privadas- el mandatario se debate a diario entre el abuso de poder, el rechazo popular, congresual y la frustración.

Decenas de miles de empleados públicos han sido despedidos por negarse a ser vacunados. En el sector de salud han tenido que recontratar a trabajadores no vacunados e incluso permitir que laboren hasta contagiados con ómicron por la falta de personal.

En la esfera aeronáutica, el rechazo a la vacunación obligatoria provocó cancelaciones, despidos y retiros adelantados.

Los intentos de la Casa Blanca por imponer la vacunación provocaron una oposición política feroz y la Corte Suprema dictaminó contra la intención de hacer obligatoria la vacunación en las grandes empresas.

Fallida estrategia

Al inicio de su administración, el 69% de los estadounidenses apoyaba las medidas anticovid de la administración Biden. Hoy la cifra apenas supera el 40%, sin entrar en análisis sobre la efectividad de las vacunas contra el virus.

A un año de emprender la vacunación masiva que supuestamente frenaría la propagación de nuevas variantes, las olas de contagios prosiguen y el asesor de la Casa Blanca, Anthony Fauci reconoció finalmente que “es poco probable que el virus pueda erradicarse”.

Las contradicciones de la administración Biden son cada vez más agudas. Su Ley de Infraestructura era, según se anunció, para hacer grandes inversiones en puentes, carreteras, autopistas, caminos, aeropuertos y puertos marítimos. Pero para todo eso, apenas se destinarán unos $90.000 millones y solo $4.700 millones [en todo el país] en la modernización de sistemas de agua potable. Sin embargo, $550.000 millones serán utilizados en decenas de asuntos no prioritarios.

Si se evalúan los resultados, se puede afirmar que la administración Biden ha causado más crisis que soluciones, repartiendo ayudas excesivas del dinero de los contribuyentes mediante dos paquetes de estímulo: uno de 900.000 millones de dólares y otro de 1,9 billones, que alimentaron desde un principio la inflación e hicieron crecer la deuda pública por encima de los 30 billones, junto al desestímulo laboral.

Biden retornó a EEUU a las generosas contribuciones financieras a decenas de organizaciones internacionales no gubernamentales (ONG), refugio de dudosos patrocinios a proyectos y regímenes en el mundo; al Acuerdo Climático de París y a la Organización Mundial de la Salud, entre una extensa lista.

A un año de mandato demócrata en la Casa Blanca, la plataforma de Biden y la extrema izquierda ha generado un caos económico, contradicciones estratégicas, enormes gastos federales; se perciben más divisiones políticas e incertidumbre entre la población, empresarios e inversionistas nacionales y extranjeros, un panorama desolador para un Presidente que prometió unir y reconstruir a EEUU.

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