WEST PALM BEACH.– Este fin de semana parece haber sido el peor hasta ahora para el presidente Donald Trump. El mandatario esperaba capitalizar el impacto que tuvo el martes pasado su primer discurso sobre el Estado de la Unión, luego de haber sido incluso aplaudido por algunos de sus adversarios.
“Está realmente furioso porque no ha logrado detener las filtraciones”, explica uno de los insiders a un grupo de periodistas en el estacionamiento cercano a Mar-A-Lago, por donde todos tienen que pasar si quieren ingresar a la mansión con vista al océano Atlántico. Pero pocos pueden entrar, la propiedad es un coto privado donde solo se ingresa tras abonar 200.000 dólares por asociarse y 14.000 anuales, sin incluir los gastos particulares, como comidas y bebidas.
Los periodistas, incluyendo los que acompañan al presidente, quedan fuera. Se contentan con el estacionamiento cercano o tres habitaciones en una casa apartada dentro de la propiedad con las ventanas clausuradas y selladas.
Pero Trump tiene razón para estar furioso con las filtraciones. No solo con las informaciones anónimas, sino hasta con algunos amigos, que, según dicen voces anónimas, corren al teléfono tan pronto desaparecen de su vista.
El sábado por la mañana Trump creyó haber encontrado su graal salvador en un despacho del sitio nacionalista Breitbart News que asegura que el expresidente Barack Obama ordenó que escucharan las conversaciones telefónicas del entonces candidato presidencial republicano, concretamente las llamadas a su oficina en Trump Tower, en Nueva York, donde tenía su cuartel general de campaña.
En una andanada de tuits, el mandatario “denunció” la situación y pidió una investigación, y tal como la fuente original no presentó pruebas.
Horas después, cuando se fue a jugar golf y después a cenar con su amigo Christopher Ruddy, el director de Newsmax, Trump siguió insistiendo en el asunto. “Esto será investigado. Saldrá a la superficie y se demostrará que es cierto”, recordó Ruddy citando al presidente. Es más, agregó a la agencia Associated Press el director de Newsmax: “Él estaba realmente furioso, nunca lo vi tan molesto”.
Pero, como recordó el antiguo asesor de Seguridad Nacional de Obama, Ben Rhodes, ningún presidente tiene autoridad para pinchar un teléfono, solo le cabe al FBI con el permiso de un juez. El domingo, el director del FBI, James Comey, pidió al Departamento de Justicia que no hiciera caso a Trump, pero el secretario del Departamento decidió lo contrario.
El viernes Jeff Sessions se retiró de la investigación sobre la penetración rusa en las presidenciales, poco después de que el mandatario le diera su apoyo por los ataques que estaba sufriendo en la prensa.
Hay quien dice que el presidente debe tener una clara noción de que gente en su entorno filtra información a los medios y que hay dos grupos de poder en pugna: por un lado su jefe de despacho, Reince Priebus, y por otro Michael Bannon, su jefe de estrategia y antiguo dueño de Breitbart News.
Lo único que hace esta confusión, se queja Trump, es que su equipo no logra frenar las críticas ni hacer desaparecer el asunto de los contactos con los rusos durante la campaña presidencial.
“Está bien molesto. Nos culpa a todos de algo que es responsabilidad de la campaña y ahora quiere que nosotros logremos que el asunto desaparezca”, reveló este fin de semana en Mar-A-Lago una fuente del despacho presidencial.
Otros aseguran que le molesta el bajo índice de popularidad. Donald J. Trump es el presidente con el menor nivel de aceptación en el primer mes de su mandato, 42%, según un sondeo presentado por la encuestadora Gallup la semana pasada.
La única forma de darle la vuelta al asunto es la que el presidente no quiere aplicar. “La gente le repite que debe dejar el Twitter porque manda un doble mensaje al público. Por la mañana dice una cosa y por la tarde viene Sean (Spicer, el portavoz), u otra persona, a desmentirlo. Pero él (Trump) no lo entiende”, explica la fuente.
Trump es conocido por levantarse a las 6 de la mañana y mirar los noticieros matutinos de las cadenas de cable, principalmente FoxNews. Dicen que tuitea sin consultar a su personal de prensa, que a esa hora está todavía escrutando los periódicos.
“Otro dolor de cabeza. Cuando le dicen, contesta que ya lo sabe y no escucha a nadie más. Por eso fue el desastre de Suecia. La gente no lo quería creer”, agregó el miembro del equipo presidencial.
Hace dos semanas en Florida, Trump sugirió que se había producido un atentado terrorista en el país nórdico. No era cierto, ni siquiera aparecía en el informe de inteligencia que recibe todos los días. Pero cuando se pusieron a averiguar de dónde el presidente sacó ‘el asunto sueco’, se supo que había visto un programa sobre el tema en FoxNews con imágenes, a modo de ilustración, bastante duras.
Este sábado Trump tuiteó su denuncia sobre el presunto pinchazo telefónicosen tiempo de Obama y la gente del Departamento de Comunicaciones que no voló a Mar-A-Lago no sabía qué hacer. Los teléfonos celulares tocaban a su lado, en la casa o en la oficina, y nadie sabía qué decir ni siquiera de dónde el presidente había sacado el asunto. “Nada, nada, nada. Nadie sabía de qué se trataba todo. Lo único que se quejaban es que ahora ni los sábados se puede dormir más allá de las ocho de la mañana”, comentó con sarcasmo uno de los empleados de la Casa Blanca.
Esta situación podría traer consecuencias muy serias. “Todo el mundo está cuidando su puesto. Todo el mundo tiene miedo de ser despedido. Nadie toma decisiones en los niveles medios y a veces los más altos no hacen nada sin que Trump lo discuta con Bannon o Priebus.”, dijo otra fuente, que tampoco quiso dar su nombre.
Al contrario de los tres fines de semana anteriores, esta vez muy pocos vieron a Trump pasear por la mansión. Incluso la oficina de prensa no reveló sus pasos con el grupo mediático que lo acompaña, sino después que las cosas sucedían. A diferencia de las otras tres veces, no compareció a la sala de prensa del Air Force One al regresar a Washington.