lunes 25  de  marzo 2024
OPINIÓN

La segunda capital de los cubanos

Diario las Américas | EDUARDO MORA BASART
Por EDUARDO MORA BASART

Al recorrer la Habana, es recurrente encontrarnos edificaciones imbuidas por la impronta arquitectónica estadounidense. Basta rememorar construcciones como el Capitolio Nacional, la Terminal de Ferrocarriles de la Habana Vieja, la Aduana del Puerto, el Hotel Nacional, el Hotel Habana-Riviera o el Habana Hilton -actual Habana Libre.

No es fortuito. Desde inicios del período decimonónico hasta la segunda mitad del siglo XX, la influencia estadounidense en Cuba fue palpable. Sin embargo, un tema poco abordado por la historiografía es el que imbrica a la arquitectura de la Florida, en Estados Unidos, con La Habana. Es el caso de Miami, que, desde los años veinte del pasado siglo, expresa el apasionamiento por la capital cubana, una ciudad, como dijera el poeta, que está en todos lados.

Por eso, los inversionistas George Merrick o C. C. Lowe la escogieron como principal referente para reproducir el ambiente español aquí. Los barrios edificados en Miami Beach y Coral Gables, adoptaron nombres como Alto del Mar o Buena Vista. La zona fue inundada por la policromía y las palmas reales, mientras, las calles fueron llamadas, en alegoría a territorios de la isla caribeña, como Baracoa, Matanzas, Madruga, Bayamo o Antilla.

Los materiales de construcción utilizados en las edificaciones eran traídos de La Habana. De allí cargaban, sobre todo, aquellos provenientes de demoliciones realizadas en esa ciudad e incluían arcillas, lozas, tejas criollas. Llegó a ser tal la demanda y los elevados precios pagados, que se convirtió en un negocio para los dueños de inmuebles capitalinos realizar remodelaciones, pues les permitía sufragar los gastos vendiendo los desechos de los derrumbes y obtener ingresos adicionales. Así, la ciudad de Miami reforzaba su atmósfera tropical, desde una huella española con matices de antigüedad, condicionando la acentuación en la Habana de los aires modernos.

A inicios de los años treinta, varios cubanos llegaron aquí en busca de oportunidades económicas. Fueron los casos de José Escarrá, Enrique Valdés y Pedro Meliá, quienes abrieron en 1925 una fábrica de mosaicos en Coral Gables. La migración por causas políticas, se acentuó en el período precedente a la llegada de Gerardo Machado al poder y tras su caída. Fue tal el boom de Cuba, que los hoteles situados en esta ciudad centraron sus espectáculos en agrupaciones cubanas. Una muestra de ello es el caso de El Burgundy Room, en el Hotel Sands, que se proclamaba como el lugar por excelencia de la rumba; el Hotel Beldar tenía contratada a la Orquesta de Juanito Sanabria, y el Atlantis a Monchito y la Orquesta de Ocho Piezas.

En 1924 se inauguró en Hialeah un frontón para jugar Jai Alai y, cuatro años antes, American Steamship Corporation conectó a La Habana y a Miami a través de la vía aérea. En la obra “Ser cubano, identidad, nacionalidad y cultura”, Louis A. Pérez Jr., refiere una publicación del Miami Herald que data de 1934, donde se asegura: ”Reconocemos que la Habana puede ser parte de nuestra atracción turística” y, además, cita al Director de Convenciones de Miami Joe Powers, quien acota: “Nosotros consideramos a Cuba como una competencia en nuestro negocio de turismo, pero siempre hemos ofrecido una visita adicional a Cuba como una carnada en nuestras ofertas para atraer las convenciones”.

A finales de los años cuarenta y cincuenta, a una familia de clase media cubana le era menos costoso pasar unas vacaciones en Miami que en la propia Habana. Piénsese que, a inicios de años cincuenta, un viaje de ida y vuelta entre ambas ciudades podía rondar los cuarenta pesos. Entonces, el carácter encantador del aire acondicionado invadía las edificaciones en esta ciudad. Al referirse al tema, Berta Arozarena, señala: “Digan lo que digan, el verano es más benigno en las playas de Miami que en las de Cuba (…) Al sur de los Estados Unidos (…) se utiliza y prodiga el aire acondicionado, para mí la versión moderna de la Torre de Marfil de un poeta puro. Con aire acondicionado, no sólo el calor, sino las preocupaciones y los dolores físicos y morales, van suavizándose al compás de un aparato que nos inyecta un egoísmo placentero”. Miami es un lugar de “refugio en que se disfruta de una temperatura más confortable, sin que nos despeinen los brisotes y ventarrones (…) A cincuenta y cinco minutos de vuelo, nos esperan las delicias de las pausas refrigeradas”. Miami se promovía a sí misma, como una especie de apéndice de la Habana.

El 11 de julio fue designado como “Día de Cuba” aquí, aunque las festividades se extendían durante una semana, y tenían como momento clímax el desarrollo de un juego de béisbol entre los equipos de Miami y La Habana, ambos integrados en la Liga de la Florida.

En 1958, el departamento de publicidad de Miami lanzó una campaña en los medios de prensa cubanos con el slogan “Visite Miami”. La Universidad de Miami ofrecía clases de inglés en la temporada de verano, dirigidas, tanto a hombres de negocios como al resto de la población. La Atlantic Realty Invesment Corporation, brindaba a los cubanos excelentes oportunidades para las inversiones en el Condado de Palm Beach. La Brown and Pearson de Miami, publicitaba para la venta en Cuba un edificio en Coral Way de cuatro cuartos cada apartamento, y la Vero Beach Land Corporation, lo hacía magnificando a la zona como la de más rápido crecimiento en Estados Unidos.

Desde 1920 hasta la actualidad, existen preclaras evidencias que conectan a La Habana y a Miami. Esta ciudad ha devenido refugio por excelencia para los cubanos, aunque desde una constante afirmación de la identidad nacional; quienes la concibieron, quizás, nunca imaginaron, que esta sería la segunda capital de los cubanos.

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