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OPINIÓN

La Segunda Enmienda y el derecho fundamental a la vida

No se trata de abolir la Segunda Enmienda. Sin embargo, la realidad no se cansa de demostrarnos la imposibilidad de controlar cada una de estas armas todo el tiempo
Por EDITORIAL DIARIO LAS AMÉRICAS

Un joven entra a una escuela de la Florida, activa la alarma de incendio y cuando sus excompañeros salen a los pasillos, les acribilla con un fusil AR-15. El saldo de la matanza es 17 muertos y 20 heridos. Al lugar se desplaza la policía, los SWAT con vehículos militares, helicópteros y la prensa.

Los políticos locales hacen algunas declaraciones entre lágrimas y lamentos. La policía informa los pormenores de la operación, los voceros de los hospitales emiten partes sobre el estado de las víctimas, los sobrevivientes narran los lentos minutos de horror sufrido durante la matanza.

¿Cuántas veces tenemos que vivir esta pesadilla? ¿Qué falla en el sistema para que a esta altura del año llevemos ya 1.827 muertos y 3.142 heridos por disparos de armas de fuego? ¿Por qué 400 niños estadounidenses han sido víctimas de disparos en lo que va 2018?

Sin duda, la democracia es el mejor sistema posible. Es el tipo de organización social escogido para desarrollar a plenitud el potencial humano. Las sociedades libres las hemos dotado de leyes que giran alrededor de la vida como derecho fundamental del individuo. Sin este derecho no tiene sentido ninguna jurisprudencia. Porque solo la propia existencia podrá garantizar el disfrute de otros derechos.

En el 42 por ciento de los hogares estadounidenses existe al menos un arma. Más de 55 millones de pistolas y rifles, susceptibles de privar a cualquier individuo de su derecho fundamental, la vida, yacen en armarios, guanteras de autos y cajas fuertes.

No se trata de abolir la Segunda Enmienda. Sin embargo, la realidad no se cansa de demostrarnos la imposibilidad de controlar cada una de estas armas todo el tiempo. Los números no mienten: 33.000 estadounidenses mueren al año víctimas de ellas.

La sociedad civil norteamericana debe presionar a los políticos para poner fin a los derramamientos de sangre como resultado de la violencia con armas de fuego y garantizar la seguridad de nuestros niños en las escuelas.

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