El senador por Florida Marco Rubio se lo juega todo el martes 15 de marzo en las primarias del Partido Republicano en su propio estado. Si pierde ante Donald Trump, tendrá que abandonar indefectiblemente la carrera a las elecciones presidenciales de noviembre. Y de esta manera, Rubio, de 44 años, probablemente habrá contribuido de forma decisiva a allanar el camino a la nominación del magnate populista como candidato presidencial.
Sin embargo, no parece que el equipo de campaña de Rubio se vaya a emplear a fondo para salvar lo que aún se pueda salvar después de que los sondeos vaticinaran una debacle para el precandidato de origen cubano.
Es cierto que Rubio está yendo en su estado a un mitin electoral tras otro. Y los televidentes son bombardeados con oscuros mensajes de propaganda anti-Trump, financiados por acaudalados seguidores del "establishment" republicano, que quiere pararle los pies al magnate inmobiliario. Sin embargo, lo que en la jerga electoral se conoce como "groundwork", el trabajo sobre el terreno de los militantes que van de puerta en puerta y usan el teléfono para convencer a los electores, apenas se ve en la campaña de Rubio o solo desde hace poco.
Trump lo hizo de forma diferente. Ya en noviembre inauguró en la ciudad de Sarasota la sede central de su campaña en Florida. Y después comenzó temprano a viajar una y otra vez a Florida, el estado que cuenta con dos rascacielos Trump, dos hoteles Trump con campo de golf y con su club privado Mar-a-Lago en Palm Beach, con 58 dormitorios, 33 baños y tres búnkeres.
Mientras tanto, el "pequeño Marco", tal como Trump llama a Rubio, se centraba en la campaña electoral a nivel nacional, aparentemente convencido de que en Florida no necesitaba hacer mucho para desbancar a Trump. Fue posiblemente un error estratégico fatal.
La ausencia de Rubio en su propio estado ha reforzado la impresión de muchas personas de que el senador es un político de carrera que en realidad nunca ha trabajado duramente, tampoco en el Senado. Sus contrincantes Trump y Ted Cruz le acusan de no dejarse ver mucho en ese órgano legislativo o de hacer novillos, como señala Maryellen Kirkwood, una mujer de 64 años que reparte propaganda electoral a favor de Trump en las calles de Sarasota. "Es un hombre que promete mucho pero al final no hace nada", dice de Rubio.
Personas como Kirkwood consideran a Rubio un oportunista. Una opinión que está muy extendida en el litoral norte de Florida, también llamado Redneck Riviera. Esta región es el feudo de los ultraconservadores, de los defensores a ultranza de las armas y de los fanáticos antiabortistas. Aquí hay también varias bases militares y muchas familias de soldados. Claramente, esta región no es "Rubio County".
Con 23,3 millones de habitantes, Florida es el tercer estado más poblado de Estados Unidos, después de California y Texas. Su estructura demográfica es heterogénea. El 19,1 por ciento de la población tiene más de 65 años, los latinos representan el 24,1 por ciento, los negros el 16,8 por ciento, y también hay una importante comunidad judía.
Además, el electorado republicano en Florida no es homogéneo. Hacia el sur es un poco más moderado. La media política más amplia probablemente se concentra en la costa oeste del golfo de México, donde viven muchos jubilados y migrantes procedentes de Medio Oeste norteamericano.
Además del gran número de delegados que está en juego para la nominación en la Convención Nacional, esta diversidad hace que las primarias en Florida siempre adquieran una importancia especial. Quien quiera ganar en este estado necesitan una campaña electoral bien organizada que también funcione bien a nivel nacional. Y aquí está el gran déficit de Rubio, si es que aún puede cambiar el martes el rumbo de la carrera republicana a la Casa Blanca.
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