sábado 1  de  abril 2023
Cuba

Los CDR son pieza de museo

Con los años, la célula que funciona a nivel de cuadra y en la cual se deben inscribir todos los residentes mayores de 14 años, devino en el núcleo que permite llevar un control estricto de los movimientos individuales de cada persona en Cuba

Diario las Américas | EDITORIAL DIARIO LAS AMÉRICAS
Por EDITORIAL DIARIO LAS AMÉRICAS

Como parte de los últimos estertores de un sistema que fijó sus bases en la implantación del terror y el espionaje, los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) en Cuba están por desaparecer.

La reciente visita de un periodista que lo observó de cerca e intercambió opiniones con los actores de esa realidad permite corroborarlo.

El 28 de septiembre de 1960, en una de sus alocuciones a la población, el fallecido gobernante Fidel Castro llamó a instaurar un “sistema de vigilancia revolucionaria” para lo cual tomó como pretexto combatir la injerencia en el entonces naciente proceso.

Con los años, la célula que funciona a nivel de cuadra y en la cual se deben inscribir todos los residentes mayores de 14 años, devino en el núcleo que permite llevar un control estricto de los movimientos individuales de cada persona.

Observar quiénes son asiduos a una casa; saber de dónde provienen los ingresos económicos de una familia; otorgar el aval o desaprobarlo para que alguien pueda obtener un empleo y tener el compromiso de informar todo cuanto pueda parecer irregular en la casa de un vecino, son algunas de las funciones esenciales de los CDR que con el tiempo se han ido desvirtuando.

En su momento de mayor preponderancia y cuando en el país la crisis imperante provocó estallidos como los éxodos de Camarioca y Mariel, los CDR sirvieron para alentar y ejecutar la represión contra quienes decidían abandonar el país y se convertían en blanco de las más crueles vejaciones y agresiones físicas y verbales.

Los CDR contaron por mucho tiempo con suficiente potestad para salvar o enjuiciar a cualquier ciudadano, amén de que quienes pertenecen casi de forma obligatoria, tienen que cumplir con el pago de una cuota mensual que sustenta al aparato burocrático de la organización hasta la instancia nacional.

Pero a estas alturas del deterioro social, económico y estructural que padece Cuba la vigencia de los CDR se convierte en un absurdo.

Resulta prácticamente imposible que en un país desabastecido, donde la moneda con que se pueden adquirir los artículos de primera necesidad no es la misma en que se perciben los salarios, que alguna persona intente sobrevivir alejada de la ilegalidad.

Perdieron entonces los CDR su razón de existir porque sus principales defensores forman parte del ejército de los que sobreviven en la doble moral y la invención aunque a cambio haya que delinquir.

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