@LuisLeonelLeon
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El silencio a veces puede convertirse en grito. Puede, incluso, escucharse mucho más que un grito, que cientos de gritos. Hablo de silencios que se pasan de mano, haciendo temblar, y hasta titubear y parecer innecesarias, las más grandes, urgentes y estrepitosas palabras. Silencios que, de tan agudos, dejan de ser gritos y silencios para transformarse en memoria colectiva, en diálogo más allá de la creencias, en intensas esperanzas, en reclamos imposibles de no escuchar.
Uno de esos silencios, tan poco comunes a la vez tan necesarios, pudo escucharse el pasado viernes en la Universidad Internacional de la Florida (FIU) entre las 3:21 y las 3:27 de la tarde. Justo el intervalo de tiempo en que hace veintiún años, el 24 de febrero de 1996, aviones de guerra de la Fuerza Aérea Cubana, por orden de los dictadores Fidel y Raúl Castro, destruyeron dos avionetas civiles pertenecientes a la organización humanitaria Hermanos al Rescate.
Los misiles aire-aire lanzados desde un MiG-29 cubano mataron instantáneamente a los cuatro jóvenes que iban a bordo de las dos avionetas de Hermanos al Rescate sin dejar ningún resto recuperable. Una investigación de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) determinó que ambas avionetas fueron pulverizadas sobre aguas internacionales. La primera fue impactada a las 3:21pm y la segunda a las 3:27pm.
Por ello, durante esos 6 minutos, alrededor de la fuente principal de FIU, un grupo de personas juntó una vez más sus manos para que en silencio se escuchara un grito a la memoria de las víctimas. Un grito a la verdad. Un grito de justicia ante este asesinato de Estado que aún permanece impune a pesar de haberse condenado en una corte de EEUU. Un grito de libertad para el pueblo cubano, cautivo, desde hace casi 60 años, de los mismos militares que ordenaron el crimen contra Mario Manuel de la Peña (de 24 años), Carlos Costa (29), Armando Alejandre, Jr. (45) y Pablo Morales (29). Tres estadounidenses y un cubano residente legal en este país.
La tradición de esta vigilia silenciosa en el campus Modesto A. Maidique de FIU, donde florece un árbol en homenaje a los caídos, comenzó en 1996, organizada por la Free Cuba Foundation, un movimiento juvenil comprometido con la defensa de los derechos humanos, el apoyo a la oposición democrática dentro de la Isla y la defensa de los principios de la no violencia.
Contemplar y escuchar a quienes allí se reúnen es una experiencia única: “Esto lo hacemos por ellos y por sus seres queridos. Es nuestra manera de intentar poner fin a la impunidad y al mismo tiempo hacer un trabajo de memoria de los hechos y darlos a conocer a las nuevas generaciones de la universidad y la comunidad de Miami”. Son las palabras de John Suarez, creador de la Fundación Cuba Libre, uno de los que jamás olvidará a Armando, Carlos, Mario y Pablo. Sin duda se trata de un silencio difícil, inevitable y repleto de significados.
Desde 1991 las misiones de Hermanos al Rescate lograron salvar más de 4.200 balseros cubanos que en improvisadas embarcaciones huían del comunismo imperante en su país desde 1959. El atentado a las avionetas el 24 de febrero de 1996 se perpetró a partir de información brindada al régimen cubano por espías de la Red Avispa, una de las redes castristas de espionaje que durante años operó en EEUU, desactivada en 1998 por el Buró Federal de Investigaciones (FBI). El jefe de los espías fue condenado en EEUU a dos cadenas perpetuas por “conspiración para asesinar”, pero Barack Obama lo perdonó y envió a Cuba antes de que el entonces presidente de EEUU visitara la Isla como parte del restablecimiento de las relaciones entre su gobierno y la autocracia de los Castro.
Cuando el mundo supo del derribo de las avionetas, Fidel Castro intentó públicamente justiciar esta acción terrorista esgrimiendo que las avionetas habían violado el espacio aéreo nacional, pero investigaciones realizadas por peritos de EEUU y la Organización de Aviación Civil Internacional, determinaron que las avionetas de Hermanos al Rescate sobrevolaban espacio aéreo internacional.
Aún el exilio cubano reclama que se haga justicia. Y no lo hace sólo los 24 de febrero. Lo que pude observar en FIU, además de un símbolo, es un acto fe. Es impresionante ver cómo casi un centenar de personas, desde familiares y amigos de las víctimas hasta estudiantes y miembros de la comunidad de Miami, se dan cita para juntar sus manos en silencio. Un profundo silencio contra el olvido.