El pasado 20 de junio fue el Día Mundial de los Refugiados. La fecha se convierte en una oportunidad para reflexionar sobre el enorme impacto de los conflictos económicos, políticos y sociales que llevan a esos desplazamientos de personas.
El pasado 20 de junio fue el Día Mundial de los Refugiados. La fecha se convierte en una oportunidad para reflexionar sobre el enorme impacto de los conflictos económicos, políticos y sociales que llevan a esos desplazamientos de personas.
"Una cantidad sin precedentes de 70,8 millones de personas en todo el mundo se han visto obligadas a abandonar sus hogares a causa del conflicto y la persecución a finales de 2018", explica la página de Naciones Unidas sobre el tema.
Y continúa: "Además, hay 10 millones de personas apátridas a las que se les ha negado una nacionalidad y el acceso a derechos fundamentales, como la educación, sanidad, empleo y libertad de circulación".
Ser un refugiado es una especie de marca que se graba profundamente en aquellos que deben dejar atrás sus países natales. Los refugiados son los testigos de la guerra, del régimen que viola los Derechos Humanos, de la sociedad minada por el narcotráfico o la extrema pobreza, de las regiones afectadas por el cambio climático o los desastres naturales.
Ocurre en América Latina con venezolanos, cubanos, hondureños, y residentes de otros países que huyen de dictaduras, represión, violencia, y son acogidos, en muchas ocasiones, por Estados Unidos. Ocurre en Europa, con miles de migrantes que llegan tras cruzar el Mediterráneo. Los números cuentan mejor esa triste realidad: Según la Organización Internacional para las Migraciones de la Naciones Unidas, más de 100.000 migrantes trataron de pasar por el Mediterráneo en 2019. De ellos, 1200 no vivieron para contarlo.
Según la ACNUR (La oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), "la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 es el principal instrumento legal que subyace a nuestro trabajo. Ratificada por 145 Estados partes, define el término ‘refugiado’ y establece los derechos de las personas refugiadas, así como las obligaciones de los Estados para su protección".
De esta Convención es importante destacar el principio de non-refoulement (no devolución), una "norma de derecho internacional consuetudinario" que advierte que una vez que una persona es refugiada por un país, no debe ser enviada de vuelta al país del que ha escapado, porque hacerlo representaría un peligro para su vida.
Los refugiados se integran a las sociedades en las que son acogidos, trabajan, se convierten en parte de esos países donde comienzan a construir todo desde cero. Un ejemplo son los trabajadores de la salud que enfrentan la pandemia del COVID-19.
Asimismo, vale mencionar que los descendientes de los refugiados también son considerados como refugiados en tanto los preceptos de la unidad familiar y el derecho internacional. Hasta tanto no exista una solución, mantendrán la calificación de refugiados.
La ACNUR cuenta con el Premio Nansen para los Refugiados, un reconocimiento que nació en 1954 y tiene frecuencia anual. El mismo se enfoca en resaltar las acciones para la protección de "personas refugiadas, desplazadas y apátridas".
Creado en 1954, el galardón honra el legado de Fridtjof Nansen, científico y diplomático noruego, explorador polar y primer Alto Comisionado para los Refugiados, elegido por la Liga de Naciones. Como explica la propia ACNUR, "los ganadores reciben 150.000 dólares, donados generosamente por los gobiernos de Suiza y Noruega, para que se emplee en un proyecto de ayuda a personas desplazadas, desarrollado con la asesoría de ACNUR".
El 17 de diciembre de 2018 se aprobó el Pacto Mundial sobre los Refugiados, que insta a un trabajo coordinado a nivel internacional (gobiernos, organizaciones) para enfrentar esta realidad. Contempla entre sus objetivos principales: