Especial
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El quiebre de la democracia impuesto por el chavismo en Venezuela para consolidar su poder comenzó con la deslegitimación de los partidos. A medida que el régimen colapsa ahora, el legado de Acción Democrática (AD) como uno de los pocos movimientos políticos tradicionales que ha soportado tantas crisis históricas, será clave en la transición que el país deberá emprender.
AD asistió a edificar la política moderna en Venezuela a través del voto y el debate gracias al compromiso de su fundador, Rómulo Betancourt, hace 77 años. Sus forjadores y militantes, entre ellos conspicuos hombres y mujeres que dejarán un legado determinante en la democracia nacional, sembraron el camino a una forma distinta de ejercer la política.
Si el partido nació como un movimiento de izquierdas para superar el caudillismo en el poder del general Juan Vicente Gómez, en pleno siglo XXI su compromiso nada dista de la realidad de aquella época. El país hoy está regido por los herederos de un militar cuyos lugartenientes saquearon todo lo que había.
La obra de Betancourt y en esencia de AD sigue viva por el sentido que le dio a la democracia venezolana en lo que significa el rol de los partidos, los militares, la economía y la renta petrolera. Más allá de los altibajos de estos últimos tiempos con una dirigencia que se resiste a dejar el mando y abrir el relevo generacional, el sentido de este partido es más que nunca trascendente en el postchavismo.
Y que lo que ocurre actualmente en la nación suramericana se asemeja al cuadro de un país devastado por la guerra. Su economía, las instituciones, los partidos, la infraestructura, pero, ante todo, el daño social que el dictador Nicolás Maduro terminó por causar, dejó a Venezuela desmantelada.
El Fondo Monetario Internacional prevé que al final de año la inflación para Venezuela será de hasta 1.000.000% equiparable la situación con Alemania en 1923 (que aún se reponía de la Primera Guerra Mundial) o en Zimbabue a finales de 2000 (con billetes de 100.000 millones hasta hace poco). La proyecciones del organismo se mezclan con un hundimiento “posible” del 18% de la economía.
Por ello el término “reconstrucción” es el más adecuado y con ese escenario cualquier traspaso de poder será complejo por los costos políticos a tomar. Pero a estas alturas el venezolano sabe que la transición será difícil, aunque jamás tan humillante como la realidad.
Larga historia
Mientras Maduro se aferra a gobernar y la asfixia a la oposición se convierte en la razón de ser de una dictadura –devastar a los partidos–, la mayoría de éstos ha buscado reinventarse y mantener sus cuadros. Cuando surge el nombre de una organización como elemento para el cambio sin duda, el de AD es razonable por lo que éste ha significado para la historia del país desde su penúltima dictadura, allá en 1952.
“Los diez años de resistencia contra el dictador [Marco] Pérez Jiménez, estuvieron marcados por la represión más dura de nuestra historia, nos mataron a nuestro secretario general, Leonardo Ruíz Pineda, a muchos líderes inolvidables, se llenaron las cárceles y el exilio de militantes del partido”, escribió hace unos días Antonio Ecarri, diputado a la Asamblea Nacional y vicepresidente de AD, al referirse al legado de este movimiento durante su 77mo. aniversario.
El gran dilema
Apenas hace dos años, la oposición pasaba por un momento estelar y se encontraba en la cima de su poder de cara a un cambio de régimen. Tenía el control de la Asamblea Nacional, planeaba leyes, hablaba de la liberación de presos políticos, el ajuste de cuentas al régimen y la posible salida de Maduro como objetivos primordiales. Hoy no queda nada de esta realidad, sobre todo, por las divisiones.
La actual dirigencia de AD escenifica esta realidad. Quienes mandan en la tolda blanca, por el color que identifica al partido, vienen insistiendo en la creación de otra alianza, de un llamado “Frente de la Libertad” como gran unión de partidos que presione al Gobierno con duras exigencias. En esencia, quieren revivir la Junta Patriótica, una liga de movimientos políticos que hace más de medio siglo condujo a la caída de la dictadura.
El problema es que la “suma de alianzas” ha sobrado estos últimos años y el discurso de diálogo, que solo corea el Gobierno, lo que ha hecho es fortalecerlo en su visión de que ellos son demócratas y sus adversarios caníbales por el poder.
Sin embargo, a medida que se afinca a esta propuesta, el recelo de un amplio espectro opositor hacia AD le dificulta ganar la confianza por las críticas a Henry Ramos Allup, su secretario general, por las alianzas con el régimen y la toma de posturas que terminan favoreciendo a Maduro.
Allup ha permanecido al frente de AD sin celebrar elecciones internas durante los últimos 18 años.
En julio pasado Acción Democrática se divorció de la MUD, supuestamente por la falta de acuerdos internos. Ello se tradujo en la decisión de Allup de sumarse a las elecciones de gobernadores de 2017, cuando la oposición en pleno lo había rechazado ante las irregularidades inobjetables con un árbitro electoral totalmente controlado por el régimen.
Las diferencias de AD con otros partidos de la unidad se acentuaron tras juramentar a sus gobernadores electos en los comicios de octubre ante la chavista Asamblea Nacional Constituyente, cuando el pacto indicaba que no debía ser así. El hecho fue considerado por todos como una concesión a Maduro, pero más, una muestra de los pactos que Allup, ha trazado con el gobernante.
Maduro demandó que todos los que fuesen electo se juramentaran ante la Constituyente y amenazó con celebrar nuevas elecciones en los cinco estados si lo hacían. Los líderes de la oposición habían rechazado que tomaran posesión. No obstante, cuatro de los gobernadores electos, todos de Acción Democrática, se juramentaron en una ceremonia.
Los venezolanos rechazan la idea de entablar un diálogo con el régimen y sienten mucha desconfianza ante los procesos electorales, por lo que una mayoría de los políticos que secundaron al chavismo en estos mecanismos para destrabar la crisis es ahora mal vista por la ciudadanía. De todas formas, un asunto son los políticos y otra la esencia de su partido.
“Muchos venezolanos ven en Acción Democrática una referencia de historia, compromiso y lucha, eso no puede deslegitimarse. El problema que muestran las encuestas en que su actual líder no es bien visto, y a veces esto arrastra a toda la organización”, explicó Rubén Chirino, presidente de la encuestadora Meganálisis.
“Cuando se le pregunta a los encuestados sobre lealtad y disposición real de lograr un cambio en el país, surgen figuras como Diego Arria o la propia María Corina. Y vemos muy abajo a Ramos Allup por la línea que ha seguido estos meses”, afirmó Chirino, quien presentó un sonde que muestra a la líder del movimiento Vente Venezuela como la líder opositora mejor valorada.
El caso Zapatero
El aterrizaje en Caracas el 19 de septiembre del expresidente del Gobierno de España José Luis Rodríguez Zapatero para “ver cómo está la situación" y “favorecer escenarios de posibles diálogos en un futuro inmediato” es una señal de que Maduro insistirá en este discurso aunque con nuevos protagonistas. O los mismos, aliados en otros movimientos.
“Muchos vaticinan ya que Ramos Allup, y quienes en el pasado reciente han pensado y obrado como él, acudan nuevamente a un proceso de diálogo, con buena o mala fe y en los términos que paute Maduro. Su argumento será el ya manido y equivocado de que no hay que ceder espacio electoral al madurismo”, criticó Ibsen Martínez, uno prolijo escritor venezolano en una columna del diario madrileño El País, desde la cual analiza el acontecer de Venezuela.
“Ante ello –continuó el también dramaturgo y analista político–, se hace imperioso que los demócratas rechacen vivamente esa convocatoria y derroten el designio dictatorial con ánimo unitario tan sincero y resuelto que logre vencer el desencanto”.
Que en 2018, con casi veinte años de chavismo a cuesta, la otrora democracia estrella de América Latina sea hoy una de las naciones más arruinadas del planeta, evidencia que por más inherente que parezca un sistema, lo peor puede llegar. Acción Democrática, como baluarte de la historia venezolana, sabe bien de esto.