SANTA MARTA.- La brisa del Caribe colombiano no pudo haber sido más cómplice. Bajo un cielo estrellado, al pie de la icónica Playa Los Cocos cuyas olas arrullaban a los presentes y con el Morro iluminando el horizonte, Carlos Vives y su banda La Provincia ofrecieron un concierto épico como antesala a la celebración de los 500 años de la fundación de Santa Marta.
Miles de personas entre samarios orgullosos y turistas emocionados se congregaron desde temprano con banderas, camisetas y sonrisas que delataban la emoción de todos. Lo que se vivió en la noche del 28 de julio fue más que un espectáculo musical: fue una fiesta de identidad, una declaración de amor a una ciudad que late con alma caribeña y corazón de historia viva.
Carlos Vives, hijo ilustre de Santa Marta, regresó a su tierra no solo como artista, sino como símbolo de una cultura que ha sabido resistir el paso del tiempo. “Para mí es un orgullo inmenso estar aquí, celebrando con ustedes. Santa Marta es mi raíz, mi inspiración. Y mientras tenga voz, les seguiré regalando mi arte”, expresó visiblemente emocionado ante un público que lo ovacionó de pie.
El repertorio fue una travesía por la Colombia profunda, desde clásicos como La gota fría y Fruta Fresca hasta himnos más recientes como La tierra del olvido. La energía del escenario se desbordó aún más con la participación de invitados de lujo: la cantaora española Niña Pastori aportó su duende flamenco en una fusión emocionante de vallenato y copla, mientras el legendario Grupo Niche hizo vibrar la playa con su salsa sabrosa y su tributo a la costa. Artistas locales también compartieron su arte y aportaron el alma samaria que hizo brillar aún más esta velada especial.
Cuando el reloj marcó la medianoche, una serenata tradicional dio la bienvenida al 29 de julio, el día exacto en que, hace medio milenio, se fundó la ciudad. Desde el emblemático Morro de Santa Marta, símbolo geográfico y espiritual de la localidad, se lanzaron los tradicionales fuegos artificiales, iluminando la bahía como si el cielo también quisiera sumarse a la fiesta.
El júbilo fue absoluto. No hubo rincón en la arena donde no se cantara, se bailara o se abrazara alguien. Para muchos, este ha sido el mejor espectáculo en la historia reciente de las Fiestas del Mar, y no es para menos: se celebraban cinco siglos de historia, de raíces que aún florecen, de una ciudad que se niega a olvidar de dónde viene y que celebra con esperanza hacia dónde va.
Santa Marta, la urbe más antigua de Colombia y una de las joyas más queridas del continente, demostró una vez más que su espíritu no envejece. Que cuando se trata de celebrar la vida, su gente sabe cómo hacerlo con pasión, alegría y alma de pueblo eterno.