“Vamos a empezar a ser inteligentes y a volver a ser muy ricos. Esta nueva política generará trillones y trillones de dólares para reducir nuestros impuestos y pagar nuestra deuda nacional”.
El reloj del régimen comunista chino avanza hacia su inevitable colapso
“Vamos a empezar a ser inteligentes y a volver a ser muy ricos. Esta nueva política generará trillones y trillones de dólares para reducir nuestros impuestos y pagar nuestra deuda nacional”.
Presidente Donald Trump
Durante su discurso en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca el 2 de abril de 2025
Fuente: The New York Times
“Trump es mejor que nadie en darse a sí mismo el máximo apalancamiento, así que lo que ha hecho es que delineamos los aranceles el 2 de abril y luego dimos a los países varios días para pensarlo”.
Secretario del Tesoro Scott Bessent
En una entrevista con Fox Business
Fuente: Fox Business
En el documento de mi autoría, titulado Declaración de Independencia de los Estados Unidos frente a China, publicado en Diario Las Américas en 2022, alertábamos sobre la dependencia crítica de nuestro país respecto a la economía y tecnología del Partido Comunista Chino (PCCh).
Anticipábamos que solo una ruptura total con ese modelo permitiría restaurar la soberanía industrial de EEUU, protegería nuestras cadenas de suministro estratégicas y reafirmaría nuestro rol como potencia mundial. Hoy, esa visión que anticipábamos se convierte en política oficial.
Tres años después, observamos cómo esa visión comienza a hacerse realidad. El 3 de abril de 2025, el presidente Donald J. Trump proclamó el Día de la Liberación Económica, anunciando una nueva estrategia arancelaria que sitúa a China en el centro del tablero geoeconómico. Su declaración no solo evoca el espíritu del manifiesto que antes publicamos, sino que adopta una nomenclatura similar, lógica política y visión estratégica. La Casa Blanca finalmente está escuchando. Lo que antes podría asumirse como una advertencia estratégica, ahora pasa a ser política de Estado.
A medida que la máquina económica de Pekín se tambalea, Estados Unidos emerge más fuerte y estratégicamente alineado. El colapso del modelo económico chino —basado en la especulación inmobiliaria, la sobreproducción industrial respaldada por el Estado y el robo sistemático de propiedad intelectual— ya ha comenzado. Y como principal potencia económica del mundo, Estados Unidos tiene la ventaja.
La economía interna de China sufre una crisis profunda y sistémica. Su modelo de crecimiento basado en deuda, construcción desmedida y control estatal ha llegado a un límite insostenible. El sistema bancario chino está peligrosamente apalancado, con pasivos que alcanzan aproximadamente el 350% del PIB, muy por encima del nivel estadounidense (World Bank, 2023). Casi el 40% de los activos bancarios están vinculados a un sector inmobiliario en colapso, que ha caído entre 30% y 50% en las principales ciudades. Las tasas de morosidad hipotecaria han superado el 11.3% en 2025. China ha perdido credibilidad como centro financiero global debido a su falta de transparencia y control estatal absoluto sobre los mercados. (IMF, 2025).
En las ciudades de primer nivel en China, el precio de la vivienda puede ser hasta 25 veces el ingreso medio, comparado con un máximo de 7 veces en EEUU durante la crisis subprime de 2008 (Bloomberg, 2023). Esto ha provocado una implosión demográfica con desplomes en los índices de matrimonio y natalidad (UN, 2023).
Pese a ser considerada la “fábrica del mundo”, China es profundamente dependiente del exterior para abastecer su aparato productivo. Esta dependencia energética y alimentaria representa un talón de Aquiles en cualquier escenario de presión geoeconómica. China es el mayor importador de petróleo en el mundo, importando 13 millones de barriles de petróleo al día, así como 40% de sus alimentos, y casi todo su gas natural licuado, pagados en dólares estadounidenses (EIA, 2023; FAO, 2023). Con una moneda no convertible y una cuenta de capital cerrada, esta dependencia la deja vulnerable a presiones monetarias y comerciales globales. China enfrenta crecientes restricciones para sostener su balanza de pagos y su aparato productivo.
El éxodo de capital extranjero es ya una tendencia irreversible. La inversión extranjera directa (IED) está cayendo en picada, con -48.6% en el primer trimestre de 2025. Mientras tanto, los inversores institucionales estadounidenses se retiran discretamente y más de $2.5 billones en capitales globales han sido retirados o congelados en China. (OECD, 2023). La mayoría de las acciones chinas (95%) cotizadas en EEUU se estructuran mediante Entidades de Interés Variable (VIEs), figuras legales ficticias que no otorgan ningún derecho sobre activos reales en China ha sido excluida de importantes índices bursátiles y está enfrentando posibles medidas de exclusión total de los mercados financieros occidentales. (SEC, 2023).
El desacoplamiento ya no es teoría ni propuesta: es una política activa con resultados tangibles. Estados Unidos sigue siendo la principal potencia económica mundial, generando el 25% del PIB global con apenas el 4% de la población mundial (World Bank, 2023). Bajo la doctrina America First del presidente Trump, EEUU está relocalizando cadenas de suministro críticas como la farmacéutica, energética y de tierras raras. Más de 1,700 empresas estadounidenses han relocalizado sus cadenas de suministro fuera de China. Sectores como el farmacéutico, semiconductores, tierras raras y defensa están siendo repatriados o regionalizados. Programas como CHIPS Act, IRA y Buy American consolidan un nuevo modelo de autosuficiencia estratégica. (The White House, 2025).
El Partido Comunista Chino (PCCh) ha sido identificado formalmente como la principal amenaza a la seguridad nacional de EEUU (U.S. DNI, 2025). Las cortes federales han respaldado medidas como la prohibición de TikTok, reconociendo que las plataformas digitales chinas son herramientas de guerra asimétrica. EEUU ha denunciado redes de espionaje comercial, ciberataques y represión transnacional impulsadas desde China. La desinversión y prohibición de infraestructura crítica de origen chino ya es una realidad política y legal. (FCC, 2023). EEUU ha denunciado redes de espionaje comercial, ciberataques y represión transnacional impulsadas desde China. La desinversión y prohibición de infraestructura crítica de origen chino ya es una realidad política y legal.
El presidente Trump ha lanzado una audaz estrategia para aislar económicamente a China mediante negociaciones arancelarias con más de 70 naciones. Esta estrategia, liderada por el secretario del Tesoro Scott Bessent, exige que los aliados:
Se trata de diplomacia económica en acción: EEUU ofrece acceso a su mercado a cambio de alineación estratégica.
El análisis del comercio bilateral revela una realidad incómoda para Pekín: su economía exportadora es altamente dependiente del mercado estadounidense, mientras que EEUU puede reemplazar fácilmente sus productos con proveedores alternativos. Las exportaciones chinas hacia EEUU son en gran medida sustituibles. Ante los aranceles, los consumidores estadounidenses pueden optar por proveedores alternativos. El balance comercial de 2024 demuestra esta vulnerabilidad:
Sólo las tierras raras siguen bajo el dominio de China (90% de la producción mundial), pero EEUU ya trabaja en su diversificación en Ucrania, América Latina y África, como hemos señalado en escritos anteriores sobre este tema.
La ventaja estratégica de EEUU
La economía china se derrumba por dentro: deuda excesiva, desplome demográfico, un mercado inmobiliario fallido y creciente aislamiento geopolítico. En contraste, EEUU mantiene bases sólidas:
Como sostiene el Secretario del Tesoro Scott Bessent, la agenda America First ha dotado a la nación de dirección, apalancamiento y propósito.
La implosión del modelo económico del Partido Comunista Chino no es una predicción: es una realidad en curso. Hemos entrado en la fase terminal de un sistema fundado sobre el engaño, la expansión forzada, la manipulación del comercio global y la represión totalitaria de su propio pueblo. Hoy, la economía dirigida por el PCCh enfrenta simultáneamente una crisis financiera, una crisis de confianza, una crisis demográfica y una crisis de legitimidad internacional. Su caída es inevitable. Y al igual que otros imperios autoritarios del pasado, su colapso vendrá desde dentro.
Desde el primer momento, he sostenido—en mi Declaración de Independencia contra China y en cada página de América 2.0 y de La Última Frontera—que no existe prosperidad ni seguridad duradera mientras dependamos de una potencia hostil que utiliza nuestras cadenas de suministro, nuestras plataformas digitales y nuestros propios capitales como armas de subversión estratégica. Advertí que éramos una neocolonia económica, atrapada por la ilusión de un “intercambio justo” con un régimen que no respeta ni el comercio libre, ni los derechos humanos, ni el estado de derecho.
Hoy, esa advertencia se ha transformado en política oficial. La Casa Blanca ha adoptado un enfoque que por fin reconoce lo que muchos nos negamos a aceptar durante décadas: que estamos en una guerra asimétrica prolongada, económica, tecnológica e ideológica, contra un adversario que desea reemplazar a Occidente y desmantelar el orden democrático global. La proclamación del Día de la Liberación Económica del 3 de abril de 2025 es más que un acto político: es una declaración de restauración nacional.
El Presidente Trump, con una claridad estratégica sin precedentes, ha entendido que la soberanía económica es el primer paso hacia la libertad geopolítica. Su estrategia de aranceles recíprocos no es un instrumento de castigo, sino un catalizador de reorganización: obliga a las empresas a volver a casa, protege a nuestros trabajadores y estimula el resurgimiento de la clase media estadounidense. El desacoplamiento no es una opción. Es una necesidad histórica.
Estados Unidos ya no suplica acuerdos. Estados Unidos dirige coaliciones. Ya no aceptamos ser el mercado pasivo de los productos comunistas subvencionados ni el banco que financia la militarización del Mar del Sur de China. Hoy, América lidera. Hoy, establecemos las reglas. Y hoy, por primera vez en una generación, lo hacemos desde una posición de fuerza, no de sumisión.
La cuenta regresiva ha comenzado. El reloj del régimen comunista chino avanza hacia su inevitable colapso. Y Estados Unidos —fuerte, libre y soberano— liderará al mundo libre hacia una nueva era. Una era post-China. Una era americana.
Con visión estratégica, poder económico y voluntad política, América lidera el mundo libre hacia una nueva era.
Referencias