LA HABANA. —Cae la noche y no deja de llover en un caserío intricado del municipio Contramaestre llamado Los Negros, a más de mil kilómetros al suroeste de La Habana. Mientras, Guillermo se empina un trago de ron casero e intenta prender la leña mojada para calentar un poco de comida.
Cubanos, entre desgobierno, apagones y epidemia
Además de los estragos ocasionados por los efectos del huracán Melissa en el oriente del país, la crisis sanitaria empeora y los gobernantes permanecen indiferentes
La oscuridad va borrando al macizo montañoso de la Sierra Maestra del horizonte y una oleada de mosquitos zumban en los oídos. Con una delgadez típica de las personas desnutridas, Guillermo logra prender fuego y coloca una cazuela tiznada con trozos de fongo (plátano burro) verde.
Vive en una choza miserable con tablones de madera y techo con penachos de palma. Al fondo del bajareque, la colchoneta sucia donde duerme. En un rincón, varios sacos de carbón. Una estructura oxidada con chapa metálica es la cocina.
En un clavo cuelga un jarro de aluminio y un colador rústico de café. Al lado de su colchoneta, una foto de su hijo y una Biblia que le regaló un párroco, las únicas personas que a ratos se llegan al villorrio montando en burros y reparten paquetes de detergente y comida enlatada.
Guillermo dice que tiene 43 años, pero aparenta más de 60. Solo tiene dos pantalones verde olivo para trabajar, otro de mezclilla que usa en ocasiones especiales —un guateque o cuando va a la ciudad de Santiago de Cuba—, un par de botas negras de goma, dos pares de chancletas y unos tenis zurcidos.
“Toda la ropa me la han regalado”. Cuando usted le pregunta si recuerda momentos felices, demora en responder. “De niño, cuando un grupo de amigos nos bañábamos en la cañada. O el día que me ajunté con mi mujer y nació mi hijo”. Y para de contar. El resto son historias tristes.
Vida de tristezas
Al padre nunca lo conoció y la madre murió hace diez años. El alcohol y las peleas de gallos han sido su esparcimiento. Vive como un gitano. A su aire. Trabaja como aparcero en cualquier finca que quiera contratarlo.
Las borracheras y peleas constantes lo separaron de su esposa. Una vez “quise refugiarme en Dios. Me consiguieron trabajo en un comedor comunitario que tiene la iglesia. Dejé de beber. Pero al final la cabra regresa al monte”.
Estudió hasta quinto grado. “Sé leer y escribir. Donde estoy perdido es en matemática”. Suele comer fufú de plátano hervido, arroz cuando aparece y frijoles negros o bayos. Y en temporada de frutas, mucho mango y guayaba. A veces pesco majúas en el río o la presa. He criado puercos para vender o para asar un lechoncito el fin de año o el día del cumpleaños de mi hijo. Pero si no tengo comida pa’ mí, mucho menos pa’los cerdos”.
Cuenta Guillermo que cuando entró el huracán Melissa se fue a refugiar al monte. “Me metí en una cueva, estaba un poco curda (ebrio) llevé dos bolsas de pan que compré en el pueblo. Cuando regresé, el bohío estaba descuajeringado. Recuperé varios tablones y lo volví a armar”.
Electricidad casi nunca
La última vez que tuvo electricidad fue hace 21 días. “Por estos parajes, la gente como yo, no extraña la corriente. Solo tengo un bombillo en la choza y un tomacorriente pa’conectar el radio. No tengo celular. Cuando quiero hablar con parientes que viven en La Habana, llamo desde un teléfono fijo que hay en el pueblo. No tengo televisor ni arrocera. La luz saca a relucir la suciedad. Me gusta más la oscuridad. Esconde la miseria".
Tres semanas después, la única ayuda que ha recibido es “de la iglesia y personas que han venido por su cuenta con agua y comida. Del Estado solo muela (retórica) y promesas. El gobierno no te da ni una bolsa de galletas. Fíjate si son cínicos, que en medio del desastre y el hambre trajeron unas brigadas artísticas a Los Negros. Dice el gobernador de Contramaestre que es para alegrar a la gente. No joda, compadre, traiga camiones con comida, ropa, colchones”.
Dice que después del ciclón "se apareció el virus y ha hecho zafra en la zona. A mí me tuvo una semana tirado en la colchoneta. Estuve cuatro días sin comer. Solo tomaba agua. Cuba está maldecida, nagüe”. Veintidós días después del paso del huracán Melissa, en la provincia de Santiago de Cuba el 40 por ciento de la zona no tenía electricidad.
Yenitzé, residente en el barrio marginal de Chicharrones, aclara que “en los municipios montañosos solo hay electricidad en los barrios donde viven los camajanes del gobierno o en la sede del partido. Los que viven monte adentro van a regresar a la etapa de los aborígenes. En la ciudad la corrupción es tanta que los dueños de negocios privados y personas con mucho dinero pagan a la empresa eléctrica para que le prioricen la corriente. En Santiago estamos con luz dos o tres horas y el resto en apagón”.
“No hay comida y donde la venden, es por dólares o a precios que muy pocos pueden pagar. El agua potable entra cada veinte días. El transporte público es una calamidad y los hospitales un desastre. La gente muriéndose con el virus y ni siquiera hay duralgina o paracetamol en la farmacia. Es un crimen de Estado silencioso. El pueblo está harto de estos canallas”, afirma Yenitzé.
Desde la provincia de Granma, Rey Ángel explica que en su zona "los apagones son de 30 horas seguidas. La ponen dos horas y luego vuelve el apagón. Por el ciclón estuvimos 18 días sin electricidad. Los que no tenemos dinero, la mayoría, estamos pasando tremenda hambre. Lo único que dio el gobierno antes que llegara Melissa fueron dos libras de arroz y un paquete de espaguetis”.
El virus se ha convertido en una epidemia nacional. “Mi esposa, mis dos hijos y yo tuvimos el chikungunya. No me podía mover de la cama. Los niños lloraban del dolor y no teníamos nada para bajarles la fiebre y la inflamación. Es espantoso. Tres semanas después aún tengo los efectos del virus. Se me hinchan las piernas y tengo un dolor de cabeza terrible. Cada día te enteras de alguien que falleció. Y el gobierno como si nada pasara. En su rutina, diciéndoles mentiras al pueblo o desviando la atención con el juicio a Alejandro Gil o el cuento de que la subida del dólar y la inflación es culpa de El Toque."
Deben renunciar
"He conversado con amigos y vecinos y acordamos recoger firmas y presentarlas en la Asamblea Nacional para que el gobierno renuncie o sean juzgados por dejación de funciones. Es un delito grave que el Estado, en medio de una epidemia, no compre medicamentos, no fumigue y enfrente el virus con una campaña antivectorial. Nos ha dejado desamparados. Es como si un padre deja de alimentar a sus hijos. Deben ir a la cárcel”, denuncia Rey Ángel.
Los apagones se han agravado en Cuba. Las personas caminan por las calles arrastrando los pies, con la cabeza baja y una jaba en la mano a ver si consiguen algo de comer. Afectados por el extraño virus y en medio de un desabastecimiento generalizado, los cubanos se preguntan hasta cuándo será este sufrimiento.
ESPECIAL
@DesdeLaHabana
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