CARACAS.- Hoy se cumplen 110 días del secuestro, a manos de un Narco-Estado, de un padre de familia absolutamente inocente. Rafael Tudares Bracho no ha cometido crimen alguno. Sin embargo, su esposa no ha logrado dar con su paradero, mientras los esbirros judiciales lo acusan ante TRIBUNALES DE INJUSTICIA de ser culpable de algo que es con honra: “yerno de Edmundo González”, el hombre decente, el abuelo amoroso, el diplomático de carrera que barrió a Nicolás Maduro en las elecciones del 28 de julio. Se equivocan al acusar a un solo hombre de haber derrotado a Maduro, porque, como en Fuenteovejuna, fue todo un pueblo quien lo venció.
Y es por eso que se ensañan no solo contra el yerno y centenares de otros hoy presos, no solo contra el Presidente electo, no solo contra la mujer valiente que fue Mariscal de Campo de la paliza: se ensañan contra todo un país. Porque todos los venezolanos, lo de adentro y los de afuera, sufrimos la peor de las sanciones: la continua usurpación del poder por parte de una banda de criminales, narcotraficantes y secuestradores.
He oído que lo que exigen para liberar a Rafael Tudares Bracho es que Edmundo González renuncie a ser lo que el pueblo decidió en las urnas: el Presidente electo de la República Bolivariana de Venezuela. También he oído, con asco, los nombres de quienes transmiten este burdo chantaje: personajes sórdidos como Rodríguez Zapatero, Ricardo Cusanno, y otros aún más decepcionantes como el propio Arzobispo de Caracas.
Llamarlos sinvergüenzas sería insuficiente: son cómplices activos de un crimen de Estado, facilitadores de la represión, instrumentos de la ignominia. A ellos se suman traidores como Manuel Rosales y Henrique Capriles, que piden a gritos “pasar la página” y seguir votando como si nada hubiera pasado, como si Venezuela no hubiera hablado ya con contundencia, como si un país entero no hubiera votado para expulsar a Maduro, a sus cómplices, a sus apologistas y a toda la red de enchufados.
El sufrimiento de la familia de Edmundo González, como el de miles de presos políticos y sus familiares, es el sufrimiento de toda la Venezuela decente. Su lucha es nuestra lucha, porque es la consecuencia lamentable de la decisión más digna que puede tomar un pueblo: levantarse contra el crimen de Estado. Y a quienes hoy pretenden normalizar a Maduro, ignorar los crímenes de su régimen, y culpar de todo a las sanciones de EE.UU. y sus aliados, les digo: ustedes no son normales ni neutrales, ustedes son indispensables. Sin colaboracionistas como ustedes, ninguna dictadura podría jamás sostenerse. Fuenteovejuna ya habló. Fuenteovejuna no se rinde. Y Fuenteovejuna no olvida.
FUENTE: Con información de Pedro Burelli