“El pueblo de Cuba me ha querido y mimado. Yo soy un tipo totalmente realizado y feliz, he hecho en cada momento lo que he querido, y eso es muy difícil. Generalmente, un artista tiene que hacer lo que la gente quiere escuchar”, aseguró el autor de Blen Blen.
Pero su particular estilo renace justamente de una búsqueda de lo diferente, de hallar, en lo posible, ritmos que sin dejar de tener algo en común, se diferenciaran a grandes rasgos.
“Muchas veces cambié, no por agotamiento, sino porque comenzaba a repetir y eso es algo que no me gusta. Hacía canciones que se parecían mucho a las otras y preferí cortar por lo sano y comenzar de nuevo. Cambié desde mi look hasta la forma de hacer música, y la gente me lo ha perdonado”, explicó.
Aunque en Cuba ya su música resonaba por la riqueza lírica y fusión de ritmos, Edesio Alejandro estaba por descubrir un elemento que lo catapultaría en la escena artística de la isla.
“Necesitaba entrar al mundo, y aún no había dado el salto con mi música, que se estaba adentrando en el funky fusionado con la música cubana, y el rock de fondo. Tuve una reunión con un querido amigo, Andrés Mendoza, que en ese entonces trabajaba para Sony Music y me dio unos consejos que en un principio me deprimieron porque sentí que no iba a poder hacer lo que quería”, relató.
La solución no era cambiar sus estilo ni mucho menos su esencia, que durante los 80 y 90 se había marcado, sobre todo, en el cine con largometrajes como A fuego limpio, Hello Hemingway y Adorables mentiras, entre muchos otros.
“Esa persona me dijo que yo necesitaba identificarme completamente como cubano, que la gente supiera eso y que yo no era un músico más del mundo. Que mantuviera mi sello distintivo y que a la vez me acercara a las corrientes del momento”, aseguró Edesio Alejandro, quien agradeció por haber podido llegar a tanta gente a través del séptimo arte.
Los pies en la tierra
Una de las épocas que más recuerda fue cuando cambió su vestimenta y su forma de ver la vida. Pasó también a ser el músico que todos reconocían por el blanco de su ropa y su barba. Como otras veces, la música también estuvo presente.
“En ese momento estaba haciendo música para cine y me encontraba de gira. Cuando terminé, me fui para mi casa con la decisión de no cantar más. Por primera vez caí en algo muy parecido a la depresión, estuve como una semana en cama mirando el techo, y mi vecino, Adriano Rodríguez, una de las grandes voces de Cuba, que siempre entonaba boleros, comenzó a cantar rumba y de pronto regresé a mi infancia”, relató.
Y entonces cada pedazo de su vida se alumbró con música, y la música lo hizo resurgir y crear, lo volvió a situar en su hogar, delante de los instrumentos y con la disposición de volver a producir.
“Empecé a ponerle rumba a todos los momento de mi niñez, le sumé los géneros que me gustan y seis meses después estaba vendiendo 600 mil copias de mi disco, me vestí de blanco para representar esa música, y entonces encontré mi camino”, agregó.
Así fue como soltó su imaginación y no se detuvo ante nada. “Mezclé con toda la música de tradición popular en Cuba y Adriano me acompañó desde entonces. Su muerte el año pasado hizo que me alejara un poco de la música y me enfocara en la carrera de mi hijo Alejandro”, reveló.
Nada detiene su amor por la música. Componer es un acto innato para él, quien siempre busca la manera de que el arte sea posible.
“Yo siempre estoy pensando y creando. No me gusta repetirme, incluso cuando logras que la gente te acepte, tienes que huir de eso. Que la gente cante tus canciones, es algo inexplicable, una de las experiencias más intensas que he tenido en mi vida”, expresó.
Durante su trayectoria aprendió ciertas cosas esenciales que un artista debe atesorar, más allá de la fama.
“Primero debes ser una persona a la que la gente quiera, y también junto a eso debe ir la sinceridad. Es la única manera en que la gente se identifica con uno. Creo que el público sabe cuando lo que estás diciendo sale de tu corazón o cuando lo tienes preparado”, señaló.
Regreso a la niñez
Años atrás, recuerda, su vida era muy diferente. De niño solía desafiar a sus padres para irse, como aseguró, “a hacer barbaridades” con sus amigos.
“Yo era un blanco rumbero, vivía en San Leopoldo, un barrio bien heavy. Mis padres lucharon mucho conmigo cuando yo era un chamaco. Logré salir de la calle gracias a la música”, recordó.
Y fue así como halló una forma de vivir, para no dejarse amedrentar por su entorno, que lo habría llevado a un lugar del que seguramente no habría surgido Edesio Alejandro.
“Sin la música estaría donde están mis amigos de la infancia. Muchos de ellos estuvieron en prisión y otros están muertos. Eso me hubiera deparado el destino si no hubiera tomado la decisión de entrar al conversatorio y hacerlo mi vida, convertirme en una persona totalmente diferente”, reveló.
Cuando habla de ella, sus ojos lo dicen todo. La música lo conquistó y hoy, aún tiene el mismo efecto sobre él.
“La música para mí fue como magia, y 60 años después, sigo sintiendo lo mismo. Me lleva por caminos insospechados, me hace volar, y hacer historia a través de una canción es algo increíble. Poder utilizar dos o tres minutos para contar una historia, es fantástico”, aseguró.
Haberse convertido en músico habría sido de cualquier manera su destino final, porque él encierra en su persona todo lo que se necesita: entusiasmo, valentía y talento.
“El trabajo de un músico lleva pasión. A veces, también es dolor y hay que tener un radar para descifrar qué sucede a nuestro alrededor. La gente piensa que los músicos somos como un confesor y nos cuenta cosas que después podemos convertir en canciones”, dijo.