MIAMI— “Tienen que acostarse ya. Mañana se van a levantar a las 5 de la mañana para irse a Estados Unidos”. Fueron las palabras pronunciadas por la madre de Eduardo Padrón la noche del 20 de julio del año 1961; 60 años después, siguen calando hondo en el corazón del gestor del modelo educacional que rompió el elitismo en el acceso a la enseñanza superior en Estados Unidos, el Miami Dade College.
“Esa noche yo no pude dormir. Recuerdo que lloraba porque no sabía lo que me esperaba. Fue horroroso”, recordó Padrón quien con sólo 15 años fue parte del éxodo más grande de niños no acompañados que haya visto el hemisferio occidental.
“Luego entendí de mejor forma todo lo que estaba pasando en Cuba, y comprendí que mis padres no me prepararon para el viaje, porque tenían temor de que mi hermano y yo se lo dijéramos a nuestros amigos, ya que el gobierno podía cancelarnos la salida. En Cuba el gobierno actúa por antojo, y mis padres no querían arriesgarnos”.
Padre a los 15 años
Su vuelo estaba previsto que saliera a las 9 de la mañana, pero no despegó hasta las 7 de la noche del 21 de julio del año 1961. Esa fue la despedida de Padrón de Cuba, país del que salió por decisión de sus padres luego de que la naciente dictadura decidiera cerrar todos los colegios privados y católicos del país, y desterrar a los educadores, sacerdotes y religiosas, para comenzar un proceso de adoctrinamiento en las escuelas.
“Salí de Cuba a los 15 años con mi hermano que es cuatro años menor, así que me convertí en su padre cuando llegué Miami”.
“Cuando aterrizamos en Miami alguien nos debía recoger en el aeropuerto, pero hubo una confusión y la persona que tenía que esperarnos no llegó. Recuerdo que todo el mundo se fue, y quedamos mi hermano y yo solos junto a una señora que estaba esperando a una sobrina que también venía de Cuba, pero la niña no llegó”.
“Por las coincidencias de la vida esa señora conocía a mis padres, y nos acogió en un pequeño estudio en el que vivía con una niña de dos años. Así que ahí mi hermano y yo dormimos en el piso cuando llegamos a Estados Unidos”.
Fue así como comenzó la vida del inmigrante y educador a quien el expresidente Barack Obama honró con la Medalla de la Libertad, el más alto honor civil que entrega el gobierno de Estados Unidos.
“Nunca olvidaré cuando me despedí de mi madre, que desgarrada en llanto me hizo prometerle que iba a ir a la universidad: ‘No importa si te acuestas con hambre, pero tienes que estudiar, eso es lo único que te va a permitir tener una vida próspera y en libertad’”, recordó emocionado.
Muchos de los padres de los niños que fueron parte de la Operación Pedro Pan les dijeron a sus hijos que se reencontrarían pronto y que ellos podrían regresar a su país, ya que pensaban que el régimen castrista no iba a durar más de un año. Hecho que no fue así, la dictadura se ha extendido por más de 60 años, y muchos de esos padres también debieron salir al exilio, y reencontrarse con sus hijos después de casi 5 años, como fue en el caso de Padrón.
“Los primeros años fueron muy difíciles. Tenía varios trabajos y estudiaba, recuerdo que dormía alrededor de tres horas diarias. Los fines de semana un autobús me llevaba a los campos agrícolas en Homestead y ahí me pasaba el día entero recogiendo vegetales y frutas, y de lunes a viernes trabajaba en una tintorería planchando. También limpiaba inodoros en los negocios de la calle Flagler, en downtown… Realizaba muchos esfuerzos para que mi hermano no trabajara y estudiara tranquilo”.
El reconocido educador reconoce que en aquel tiempo lo único que lo mantenía en pie era la promesa de estudiar y salir adelante que le había hecho a su madre al salir de Cuba.
“Esa promesa fue la luz en el camino. Lo que me mantuvo firme hasta completar mi doctorado”.
Los verdaderos héroes
El trabajo del Dr. Eduardo Padrón ha sido vital para el desarrollo no sólo de Miami, sino del país ya que como educador fue capaz de adentrarse en las honduras del sistema académico americano, cuestionando a líderes políticos para promover una educación de calidad, pluralista, al alcance de todos, y en muchos casos, bilingüe.
“Mi madre sólo alcanzo tercer grado de primaria, pero fue una mujer brillante y muy visionaria. Gracias a ella entendí que el único pasaporte al éxito es la educación, por eso no hay reproche de ningún tipo cuando analizo la decisión que tomó de enviarnos a este país, porque eso es lo que me forjó como el hombre que soy”.
“Cuando recibí la Medalla de la Libertad pensé en ella… Fue un momento muy conmovedor porque nunca olvido de que llegué a este país como refugiado, y haberme visto en la Casa Blanca recibiendo el más alto honor que se le entrega a un civil en Estados Unidos me tocó profundamente”, dijo emocionado.
“Muchas personas critican a los padres que tratan de traer a sus hijos a través de la frontera, y cuando los escucho es imposible no recordar mi propia experiencia. Para un padre enviar a sus hijos a este país es un acto de amor, de valentía y de fe. Mis padres nos salvaron de la opresión, del adoctrinamiento, y nos brindaron un mejor futuro en un país de libertad y oportunidades, y lo hicieron sin saber si nos iban a volver a ver otra vez. Fue un acto de valentía que siempre he honrado, porque yo no sé si tendría el valor de hacer lo mismo con mis hijos o mis nietos. Por eso digo que los verdaderos héroes de la Operación Pedro Pan son los padres”.
Cuba en el corazón
“Soy de donde la tierra tiembla, pero los hombres no”, afirma el Dr. Eduardo Padrón, oriundo de Santiago de Cuba.
“Yo siento un gran orgullo de ser cubanoamericano. Llevo a Cuba muy dentro. Siento un gran amor y mucha nostalgia… Cuba es algo que nos robaron, que nos quitaron, y una Cuba libre es lo que quisiera ver antes de irme de este mundo, pero por otra parte estoy inmensamente agradecido de ser estadounidense. Le juré lealtad a este país porque le debo todo.
“Toda mi lucha a través de los años ha sido la de proveer oportunidades a la gente para que estudie, y mi mayor recompensa en la vida es encontrarme con exalumnos, muchos de ellos inmigrantes como yo, que me muestran su aprecio y agradecimiento, y que hoy ocupan altos cargos a nivel político y privado. A ellos se les dio la oportunidad, y ese es mi mayor logro y legado en la vida”.
“Tengo la alegría de haber recibido doctorados honoris causa por parte de las universidades más prestigiosas de este país, pero mi mayor logro y satisfacción es poder extender una mano y brindar una oportunidad a quien lo necesita”.