jueves 6  de  febrero 2025
Nicolás Maduro

Maduro, quiere, pero no puede renunciar

Hasta un lisiado mental y moral como él, sabe que si dimite, es hombre muerto
Diario las Américas | OMAR ESTACIO Z.
Por OMAR ESTACIO Z.

Las 9:45 p.m.. Hora, exacta, de la audiencia que le había sido concedida. Puntualísimo, don Tommaso, lo mandó a entrar.

Casi seguro, que “Azuquita” era su más fiel pistolero. Lo que, no obstante, estaba fuera de toda duda, que se trataba del más sanguinario de cuantos tenía.

Buonasera, don Tommaso, grazie mille por recibirme–, saludó ceremonioso el sicario, al tiempo que reverenciaba a su jefe, rodilla en tierra y le besaba el anillo del anular de la mano izquierda.

—Ya, ya, ya, fratello. ¡Puedes ponerte de pie! –Il Capo, benévolo, le correspondió el saludo, indicándole que tomara asiento–. Antes que nada, “Azuquita”, te pido mil disculpas por haberte hecho esperar semanas. Problemas. Menos mal que los vamos solucionando. Pero dime, “Azuquita”, ¿cómo está dona Alessandra? ¿Cómo está, Dante, mi amadísimo ahijado?

“Azuquita”. Muy irónico apodarlo así. Inusualmente, cruel, implacable, frío, como un témpano. Las antípodas de lo dulce.

—Alessandra, don Tommaso –respondió el matón–, esperando familia para el próximo agosto. Dante, su querido ahijado, don Tommaso, le manda a pedir la bendición ¡Todo un hombrecito!

—Ver crecer la familia, “Azuquita” es bendición del Cielo. ¡Te felicito! En cuanto a Dante, entrégale este regalito de mi parte ¿Y Concetta, la mayorcita?

—Cada día más bella, don Tommaso ¡Parecidísima a su mamá! Por cierto, don Tommaso, es por ella que le he pedido esta audiencia. Es para rogarle algo. ¿Sabe, don Tomasso?...

El capo, lo interrumpió indignado:

—¡Si alguien la ha deshonrado, te autorizo a “eliminarlo” ya! Y si no deseas encargarte, tú mismo, le doy la orden a cualquiera de los muchachos.

—No, don Tommaso. No es por lo que usted está pensando. ¡Es que la están rechazando, sus amiguitas del colegio y del club. Dicen que es por ser hija de un gangster!

El implacable pistolero rompió a llorar. Respiró profundo, se tomó varios segundos, se serenó, se retrepó en su sillón y retomó el hilo de su lamento.

—A usted, le consta, don Tommaso. Soy un hombre serio. Honesto. De trabajo. No bebo. No mujereo. Ahorro. Ni siquiera fumo. Con lo “poco” que tengo guardado creo que puedo retirarme de mi profesión. Quizás, un gimnasio. O montar una galería de tiro. Por eso he venido. Necesito su autorización. Su permiso. Sin su bendición, no me atrevo. Quizás, mudarme a otra ciudad. Así mis hijos podrían levantarse “normalmente”.

Como impulsado por una catapulta, Il Capo se puso de pie. Le extendió los brazos a su fiel “trabajador”, amigo, compadre y celoso depositario de secretos comprometedores y acto seguido, declaró solemne:

—Tienes toda mi autorización, “Azuquita”. Incluso, mudarte adonde quieras.

Los dos hombres se despidieron con un beso en cada mejilla, abrazos sonoros al palmear sobre sus respectivos hombros, sellados con un buen apretón de manos.

La mañana siguiente, muy temprano, “Azuquita” apareció muerto, echado sobre el volante de su automóvil. Al dirigirse a su “trabajo”, detuvo el vehículo para aguardar el cambio de luz del semáforo –el hombre, además, era celoso cumplidor de las normas de transito terrestre– y ahí mismo, a bocajarro, le metieron una bala en la nuca.

¡Qué Interpol, ni qué DEA, FBI, marines, Corte Penal Internacional, ni ocho cuartos! Maduro está consciente –hasta un lisiado moral y mental, como él, puede darse cuenta– de que si dimite, como lo exigimos los venezolanos y parte importante de la comunidad internacional medianamente civilizada, es hombre muerto. Si se refugia en Crimea, Rusia –por ejemplo– hasta allá irán a buscarlo sus narcosocios de las FARC, del Hezbolah, de las camorras iraní, china, bielorrusas, las rusas por supuesto y ¡zas!

Diosdado, inicialmente, pensó que ante tal eventualidad podía pasar “agachado” disfrazado de tirolesa austríaca –tetas, no le faltan, por glotón– y de incógnito o incógnita, en Innsbruck, enrolarse como camarera de un hotelito de sábanas calientes. Sin embargo, “renunciar” es un verbo que no se conjuga en el lenguaje del crimen organizado internacional. Donde se metan. Allá mismo, los encontrarán para callarlos, para siempre, sus cómplices del narcoterrorismo, la corrupción industrializada, el contrabando, del lavado de dinero sucio. Prisioneros de sus compinches. A eso están reducidos, tales narcogobernantes.

Y La Habana tampoco es opción. Los castrocomunistas, por un par de barriles de petróleo, entregan hasta a sus propias abuelas.

@omarestacio

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