BELÉN GONZÁLEZ
@mbelengg
Especial
El cuerpo humano es capaz de regular su temperatura pero cuando el termómetro sube y nos exponemos en exceso al sol corremos un alto riesgo
BELÉN GONZÁLEZ
@mbelengg
Especial
El verano implica un incremento sustancial de la temperatura ambiental y esto provoca que el calor se convierta en protagonista, mientras muchos disfrutan la presencia del sol. Pero no siempre se tiene conciencia de que este aumento súbito de los grados puede afectar nuestro organismo y provocar serias fallas en el sistema de termorregulación, generando un cuadro conocido como hipertermia.
Este trastorno, caracterizado por el aumento descontrolado de la temperatura corporal, genera dos procesos que afectan significativamente el funcionamiento de nuestro cuerpo, y que representan un peligro potencialmente mortal: el golpe de calor y la insolación.
La temperatura normal del cuerpo humano ronda los 37 grados centígrados, o 98.6 F, un nivel que presenta pequeñas variaciones a lo largo del día, que suelen estar relacionadas con las actividades diarias. Pero cuando el sistema autorregulador, que es comandado por el cerebro, no cumple con su misión se desencadena un desbalance en los procesos naturales de liberación de calor. Es decir, la sudoración y la dilatación de los vasos periféricos.
Cuando esto sucede, la temperatura del cuerpo se dispara de forma rápida. Cuando alcanza los 41 grados centígrados, o 105.8 F, la situación comienza a ser grave. Y si el termómetro supera este nivel, el daño en órganos como el cerebro, el hígado, el riñón y en el músculo esquelético es significativo.
Estos cambios en el organismo, relacionados con la temperatura interna, suelen ser producto del llamado golpe de calor, que se produce cuando la piel está sofocada, seca y caliente.
Por otra parte, también están el golpe de calor producido por el ejercicio, que como su nombre lo indica está relacionado con el esfuerzo físico propio de una actividad deportiva, las quemaduras extensas producidas por el sol, que han generado una lesión o destrucción de las glándulas sudoríparas, y finalmente, la tirotoxicosis, como se define al exceso de actividad de la glándula tiroides.
Peligro mortal
Las dos manifestaciones más comunes de la hipertermia son el golpe de calor y la insolación, dos trastornos que aunque parecen similares tienen algunas diferencias importantes. El primero implica una exposición breve y repentina a una temperatura exterior muy alta sin contar con ninguna protección, ni una buena hidratación.
El golpe de calor es una reacción menos severa que la insolación, que suele manifestarse con un cambio brusco en las pulsaciones, que pasan de ser fuentes y hasta violentas, a débiles y espaciadas, así como de una marcada disminución en la frecuencia respiratoria. Este puede producirse no solo a la intemperie, sino también en algunos lugares cerrados, donde a las altas temperaturas se suman un nivel elevado de humedad y una escasa ventilación.
Por su parte la insolación, también llamada icto solar y que suele ser más peligrosa e incluso mortal, implica una quemadura de primer grado en la piel provocada por la sobreexposición a los rayos UVB y UVA. En muchos casos es resultado de la complicación de un golpe de calor y se caracteriza por la presencia de un cuadro febril.
Perdiendo el control
Las primeras señales de este trastorno, que muchos especialistas definen como agotamiento por calor, son rubor en la zona de las mejillas y la frente, mareo, dolor de cabeza, sed intensa, sudoración excesiva, deshidratación, fatiga y nauseas.
Pero además es común, en función de la severidad del caso, la confusión mental, los delirios, la torpeza motora, el desvanecimiento, el descenso en la presión sanguínea, los desmayos, el pulso débil, las pupilas dilatadas y la palidez.
Todos estos síntomas pueden provocar además complicaciones nerviosas importantes, como convulsiones, alteraciones de la visión y pérdida de conocimiento, llegando incluso a provocar la muerte de la persona si no recibe atención inmediata.
Ante la presencia de estos síntomas los especialistas recomiendan trasladar al afectado a la sombra y, de ser posible, a un ambiente frío con una temperatura de entre 15 y 18 grados centígrados, 59 y 64 F. Es importante desvestir al paciente para dejarlo reposar desnudo o apenas cubierto con una sábana ligera e hidratarlo. También se recomiendan las duchas y compresas con agua fría, especialmente en la cabeza, el cuello, el tórax, los brazos y los muslos.
Ahora bien, cuando la persona afectada experimenta convulsiones, confusión o descoordinación, debe ser trasladada de inmediato a un centro hospitalario para que se le administre oxígeno, suero por vía intravenosa y la medicación adecuada.
Es importante tener en cuenta que el riesgo de enfrentar tanto un golpe de calor como una insolación puede prevenirse tomando una serie de medidas como: usar ropa suelta y de colores claros, así como sombreros o sombrillas, aplicarse regularmente protectores solares en crema, hidratarse con regularidad, evitar las bebidas que contienen cafeína o alcohol, y programar las actividades al aire libre para las horas menos calurosas del día.
Además, recuerde que las personas con un mayor riesgo de sufrir alguno de estos trastornos son aquellas de edad avanzada, quienes tienen sobrepeso, los pacientes con enfermedades cardiovasculares o pulmonares, los bebés y niños pequeños, las mujeres embarazadas, y quienes están bajo los efectos del alcohol.
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