MIAMI.- Desde una silla en cuyo reposabrazos van quedando huellas del color que desprende su brocha, Humberto Benítez habla de su isla natal. Y lo hace con la misma emoción que si hubiera salido ayer de su isla.
El pintor, que dejó su Cuba natal con apenas nueve años, reflexiona sobre el rol de la religión si un cambio radical devolviera a la isla la república soñada
MIAMI.- Desde una silla en cuyo reposabrazos van quedando huellas del color que desprende su brocha, Humberto Benítez habla de su isla natal. Y lo hace con la misma emoción que si hubiera salido ayer de su isla.
Para el pintor, que emigró siendo un niño de nueve años, el tiempo solo ha fortalecido su identidad y sentir como cubano. Y esa es, precisamente, la esencia que capta su obra.
“Llevo a Cuba adentro de mi corazón. Extraño mi tierra, mi campo. Creo que no importa hace cuantos años hayas venido, mientras más años pasan, más vas a extrañar esa tierra”, expresó Humberto Benítez en entrevista con DIARIO LAS AMÉRICAS.
“Ese olor tan fantástico de campo por las mañanas, no se puede comparar. La playa encanta, pero esa tierra de nosotros, esa tierra mía, aunque no pueda tocarla…”, añadió el artista, que se describe como un guajiro cubano.
Recordando la efeméride del 20 de mayo de 1902, cuando los mambises, después de tres gestas emancipadoras alcanzaron la independencia de España y surgió la República, Benítez reflexionó sobre cómo debería ser ese país soñado por tantos cubanos, fuera y dentro de la isla.
El artista considera que la base de esa nueva república anhelada debe ser la religión, precisamente, lo que el castrismo intentó lapidar al cerrar iglesias y prohibir un derecho tan universal como el de pertenecer a un credo y aferrarse a la fe.
“Eso sería para mí lo más importante: la fe. Y yo sé que el cubano tiene fe, que se le ha despertado la fe al joven. La religión es un factor tan importante para el ser humano. Y creo que eso sería lo principal, porque para mí eso es todo, como lo es en un matrimonio, en las relaciones de familia. Creo que es algo que cada persona necesita para evolucionar. Y si en Cuba algún día hay un cambio, Dios quiera que sea un cambio radical, pero sin crimen. Y lo veo difícil, pero siempre hay que tener fe y esperanza”, expuso Benítez.
La Cuba que anhela es aquella donde haya libertad de expresión y espacio para crear sin censuras ni restricciones.
“En Cuba hay tanto talento, pero talento oprimido. Hay artistas que quieren pintar cosas que no pueden o quienes quieren hacer una película que no pueden, por problemas políticos. El arte no debe ser censurado”.
Asimismo, el pintor recordó cómo se hizo con la silla en la que va dejando pequeñas muestras de su trabajo.
“Es muy interesante, porque nosotros vinimos en el año 70, llegamos a este país sin nada, como todo el que llega de Cuba. Y en aquel tiempo el americano botaba muchas cosas, desde los muebles. Y mi padre, que le pudo comprar la casa a mi madre a los seis meses de haber llegado aquí, recogía los muebles, hasta la máquina de chapear el patio se recogió en la calle. Y es una cosita que a veces se nos queda de niño. Nosotros somos muy bendecidos por vivir aquí en Coral Gables hace más de 40 años”, contó.
“Y uno de mis vecinos bota la silla que tenía en la oficina. Y yo llego del trabajo, veo la silla y digo: que buena está para sentarme a pintar. Así surge la historia de la famosa silla. Yo no limpio la brocha, no limpio la espátula, la dejo caer aquí. Y cuando termino boto la brocha al piso. Durante los últimos 22 de años, cuando se acaba el año, recojo esta parte de la silla, la arranco y la guardo. Así que tengo 22 piezas de este tamaño con la pintura de la silla”, explicó sobre cómo desmonta un pedazo de madera que le sirve como una especie de paleta.
Benítez vive entre el sur y el centro de Florida, donde abre las puertas de su hogar a amantes del arte que admiran su obra.
“Nosotros tenemos una casa en el centro de la Florida, una casa histórica, que a nuestros clientes les encanta visitar, porque es muy amplia, tiene varios acres de terreno y está cerca del agua. A mí me encanta estar allá, trabajar allá, recibir a clientes en un ambiente distinto al de la galería, porque es más relajado, más tranquilo. Y hay piezas que son para ver, no necesariamente para comprar. Lo más importante es compartir ese momento personal con el cliente como lo hacíamos en Francia”, dijo.
Sobre dónde se puede apreciar el arte, comentó:
“Mis cuadros, casi todos, están aquí en la galería de Coral Gables, en Aragón Ave, al lado de la librería Books & Books. Pero también tenemos piezas nuevas en la casa de allá. Cuando un cliente quiere ver una pieza, le digo: llégate por allá o pásate el fin de semana, entonces se quedan con nosotros un fin de semana y ven la pieza”, indicó.
“En dos barcos de Oceanía, en el Marina y en el Riviera, tienen una colección privada. Creo que son unas seis o siete piezas mías en cada barco. También, Norwegian Cruise Line adquirió muchas de mis piezas para la colección que tienen en siete barcos”.
Por estos días realiza un cuadro inspirado en los carnavales de la isla, una temática recurrente en su obra.
“Siempre estoy trabajando. Uno de los encargos que tengo es de una familia americana de Colorado. Es una pieza basada en lo que es la comparsa, el carnaval, algo que se conoce mucho de mi trabajo y a los coleccionistas les gusta y lo piden”.