Menos de 20 años atrás, pocos pensaron que Trump sería presidente de Estados Unidos en 2016, frente a una secretaria de estado [Hillary Clinton] que tenía la gran prensa de su lado y casi todas las cartas de triunfo bajo sus brazos. Además, sería la primera mujer presidenta del país, después de que Barack Obama se convirtiera en el primer afroamericano en conquistar la Oficina Oval.
Sin embargo, llegó él para cambiar el rumbo de la historia contra el “establishment” político estadounidense en décadas.
La esperanza
Su imagen ejecutiva y empresarial distaba mucho del político correcto y protocolar, por eso sembró dudas y rechazo entre muchos. Entre otros, admiración y empatía.
Con su cuestionada personalidad se convirtió en el primer presidente de la mayor potencia del mundo en decir con sinceridad lo que piensa, de frente, con la vista fija en su interlocutor y a veces sin medir las consecuencias del peso de sus palabras. Y de esa forma, con todo el desenfreno posible, le dijo públicamente a Clinton en un debate presidencial: “No sé qué haces aquí, deberías estar en la cárcel”. En otro encuentro televisivo, no tuvo reparos en cuestionar, de forma tajante, al exgobernador de Florida y candidato en las primarias republicanas, Jeb Bush: “eres el mejor ejemplo del fracaso, y tu hermano, la vergüenza para EEUU”.
Frases como las anteriores lo ubicaron rápidamente en la mira de la gran prensa de izquierda como un objetivo de destrucción. Y así ha sido. Lo han calumniado hasta la saciedad, al punto de que el constante asedio despiadado por años parezca algo natural, cuando se trata de Trump. Por eso llamaron la atención, después de salvar la vida en Butler, Pennsylvania, algunos atisbos de cierta gentileza por parte de la prensa en el centro de tanta hostilidad.
Trump, desde su comienzo, se erigió como el gran muro de contención para los planes de la izquierda radical y el llamado “Estado Profundo”, que gobierna en las sombras en Washington D.C. y que él mismo reveló al mundo como “el eje del mal”.
Para EEUU y para el resto del planeta, Trump se ha convertido en luz y esperanza en contra del globalismo voraz y las agendas mundiales del extremismo antioccidental y antiamericano. Representa el mayor símbolo de lucha y resistencia del bien contra el mal, por encima del cualquier mandatario en la historia universal, Incluso para niños, cuyos padres les explican quién es Donald J. Trump y le ponen atuendos con la imagen estampada “del guerrero indetenible, que camina de la mano de Dios”.
El recién electo presidente de EEUU siempre ha profesado su gran fe en Dios y la necesidad de que los niños se eduquen en la fe divina. “Ese de arriba es el verdadero jefe, el verdadero guía”, ha repetido en sus discursos.
¡Fue Dios, Dios quiso que siguiera aquí!, dijo horas después de sobrevivir al atentado del 13 de julio, durante un mitin de campaña. Y aquí está, de vuelta, con más ímpetu y convicción sobre su misión para EEUU y el resto del mundo.
Victoria aplastante
El electo nuevo mandatario de Estados Unidos suma 312 votos del Colegio Electoral frente a 226 de Kamala Harris, la candidata presidencial de extrema izquierda fabricada en semanas por la gran prensa liberal, en una pugna que se anunciaba como "muy reñida”. El triunfo demoledor de Trump y los republicanos destruyó esa falsa hipótesis o estrategia para reducir el alcance de su respaldo.
Donald Trump realizó el jueves su primer nombramiento importante, al elegir a una mujer, Susie Wiles, para el puesto estratégico de jefa de gabinete. Ahora la nominación se dirige al senador cubanoamericano Marco Rubio como secretario de Estado
Trump dirigirá el presente y el destino del país con todos los poderes en Washington: Casa Blanca, Senado, Cámara de Representantes y Corte Suprema de Justicia.
A pocas horas de su rotunda victoria, EEUU y el mundo comenzaron un giro de 180 grados: Hezbolá y Hamás quieren negociar un plan definitivo, Trump redacta un borrador con un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia bajo el consenso de ambos presidentes; los mercados bursátiles e inversores subieron un 60% sus expectativas, entre ellos Wall Street.
Trump prepara ya su gabinete en el que se encuentran Elon Musk y Robert F. Kennedy, además de Tulsi Gabbard. Se habla también del senador cubanoamericano por Florida, Marco Rubio.
Este viernes 8 de noviembre, llevaba más de 60 horas continuas de trabajo impulsado por el entusiasmo de su arrollador y merecido regreso a la Casa Blanca para reparar lo antes posible el desastre que recibe como legado de la administración Biden-Harris. Prácticamente, Trump es un presidente en funciones, sin haber jurado y sin instalarse en la Oficina Oval.
Este es el Trump por quien votó la inmensa mayoría de los estadounidenses. La esperanza se respira dentro y fuera de EEUU. Para otros, los de la élite globalista y sus seguidores, las noticias no pueden ser peores.
Las rencillas internas y la lluvia de culpas entre la extrema izquierda y los nuevos demócratas debe estar en su nivel más alto. Esta debe contar, si no es la mayor, entre las más grandes derrotas de la izquierda en varias décadas y en el más contraproducente momento para ellos, cuando aspiraban a afianzarse en el poder en Washington y terminar con Trump y su genuino movimiento MAGA (Make America Great Again).
Biden y Harris, por su parte, dan la impresión ahora de ser nobles aliados de Trump (antes ultrajado, humillado y perseguido por ellos). Mientras, la gran prensa liberal apenas sabe qué decir y se retuerce en su descomunal derrota y no en la "victoria" que había planificado y fabricado con Kamala Harris.
El mapa electoral de EEUU es ahora un manto rojo gigantesco, pero no el rojo que simboliza el comunismo, sino el de paz, prosperidad y el de los valores conservadores de las familias y de la sociedad estadounidense en general.
El mapa muestra reducidas ubicaciones azules y en estados como California, el cuartel demócrata, apenas una estrecha franja azul en su costa oeste y puntos azules como un último reducto de resistencia ante el tsunami rojo. Lo mismo en Nueva York, Nueva Jersey e Illinois (el estado de Barack Obama)
Ha sido una victoria demoledora, de cambio, contra la ideología WOKE y las élites radicales de izquierda en todo el planeta.
Sin contar con los resultados oficiales finales de las elecciones, Trump ha vencido con más de 3 millones de voto popular que no obtuvo en 2016 y le arrebató a los demócratas todos los estados péndulos, que en 2020 supuestamente fueron azules; además de conquistar un por ciento récord e histórico para los republicanos en todos los segmentos demográficos del país.
Un vistazo al mapa electoral de EEUU resulta más que suficiente para calcular la magnitud de la barrida republicana o la inmensa ola roja que se esperaba desde 2022, cuando las elecciones de medio término.
Trump y los republicanos les arrebataron a la izquierda y a la extrema izquierda ciudades, condados y estados que por décadas han estado bajo dominio azul.
A diferencia de Trump, Kamala nunca aprendió de los senderos abruptos de la política. En EEUU, no se juega de forma irresponsable con el destino y la supervivencia de millones de personas ni se celebra el descalabro de un gobierno en contra del bienestar y la prosperidad de las familias (el motor de la sociedad).
Kamala pasó sus últimas cuatro semanas de fiestas y conciertos. No fueron el puntillazo de su derrota, pero sí una gota más en un vaso rebozado de descontento general por el altísimo costo de vida provocado por su administración, las graves consecuencias de una “frontera abierta”, los cuestionables planes en la educación y el derecho de los padres; el rumbo equivocado de la nación y la imposición de una agenda o tendencia Woke, fundamentada en el extremismo antisocial, anticultural y antiamericano tradicional.
El mensaje para la izquierda radical ha sido demasiado claro esta vez. Pero tuvieron uno preliminar en 2016 y lo volvieron a subestimar en 2024.
En un sistema democrático como el de EEUU, no se puede aplastar a más de la mitad del pueblo durante años y pedirle luego que te lleven a un altar; o creer que tienes el poder suficiente para que otros, ingenuos, manipulados o semejantes creyentes, te perdonen, se apiaden y te salven.
Demasiado tarde para Kamala y la extrema izquierda. Se acabaron las celebraciones infundadas y el populismo. Los republicanos arrasaron también en sus contiendas locales, condales y estatales.
Lo mismo ocurrió en el Congreso federal, donde los republicanos reconquistaron el poder en el Senado y tienen ya mayoría en la Cámara de Representantes del país, que debe ampliarse, según expertos. De 30 escaños que quedaban este viernes en disputa, los conservadores necesitaban sólo 8; es decir, Trump gobernará el país con todo el poder para decidir, aprobar o revocar. Parece que el Karma realmente existe.
MAGA, Reagan y Trump
"Creo que en parte fue un referéndum sobre la administración actual", indicó el líder saliente de la minoría del Senado, Mitch McConnell, al evaluar los resultados electorales.
“Esta será la edad de oro de Estados Unidos”, dijo Trump en su discurso por la victoria electoral, en la madrugada del 6 de noviembre.
“Quiero agradecer a los estadounidenses por el gran honor de haberme elegido como su presidente #47”, enfatizó.
“Creo que este ha sido el movimiento político más grande de todos los tiempos. Jamás ha habido algo así en la historia de nuestro país. Y ahora llega a un nuevo nivel de importancia, porque haremos que nuestra nación sane, tenemos un país que necesita ayuda”.
Trump creó y expandió el gran movimiento sociopolítico MAGA (Make America Great Again) o Hacer a América Grande Otra Vez, una revolución de valores conservadores como el mayor freno al avance de una izquierda radical en los últimos años que ha ganado incalculable terreno no sólo dentro de Washington, sino dentro de las instituciones de gobiernos estatales y condales, en el Departamento de Justicia, en el sistema educacional a todos los niveles, dentro de agencias de inteligencia y dentro del poder legislativo y militar del país.
MAGA ha levantado y sumado a decenas de millones de personas que confiaban ciegamente en el sistema institucional y constitucional del país, en la transparencia de la democracia norteamericana, elementos que aprovechó la izquierda radical para ganar adeptos o penetrar la estructura sociopolítica estadounidense, nacida con la visión conservadora de los Padres Fundadores de América. Esta ha sido una de las claves del sólido y exitoso liderazgo de Trump.
Los estadounidenses y el resto del mundo vivieron en la noche del 5 de noviembre y la madrugada del 6 de noviembre, el estallido de la voz democrática, rebelde y libre del país.
Todos los caminos conducían a Trump, luego de lo ocurrido en 2020 y la fatídica gestión del gobierno de Joe Biden y Kamala Harris. Mientras, Dios ponía su mano para salvarle la vida un triste, pero a la vez glorioso, 13 de julio de 2024 en que Trump pasó a los anales de la historia como el “acorazado invencible”, el patriota consagrado a retomar la grandeza de EEUU como la Gran Nación.
El alcance de la victoria de Trump está más allá de conquistar la Presidencia en un momento crucial y sólo comparable con el protagonismo de Ronald Reagan en el fin de la Guerra Fría y la destrucción del Campo Socialista de Europa del Este. Sin embargo, a pesar de grandes corrientes políticas también en su contra, el presidente Reagan no tuvo que enfrentarse a la batalla campal ni a la constante persecución judicial, por la simple condición de oponente político.
Más que adentro, Reagan luchó contra los enemigos externos de EEUU. Trump se ha enfrentado a una “contaminación interna salvaje” del radicalismo “progresista” (socialista) y también a todos los adversarios antiamericanos en el mundo.
Nadie como Trump ha tenido que vencer tantas barreras y hostigamiento para lograr su objetivo en defensa de los valores conservadores que consolidaron a esta nación.
Datos y encuestas
En su triunfo, el recién electo presidente logró aglutinar, como ningún otro candidato republicano en la historia, a todos los segmentos demográficos (hombres y mujeres) del país: Desde los afroamericanos, hispanos, asiáticos y musulmanes hasta los blancos americanos.
El voto rural fue clave en su ascenso a la Casa Blanca, muy superior a lo que vaticinaron las encuestas y anteriores campañas del republicano.
Por tercera vez consecutiva, las encuestas en Estados Unidos subestimaron el apoyo masivo a Trump, quien superó ampliamente a la vicepresidenta.
"Fracasaron en dar la información clave de que Trump prevalecería en todo el mapa", dijo Michael Bailey, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Georgetown.
En más de 90% de los condados del país hubo mayor votación por el candidato presidencial republicano que en 2020, según The New York Times, que sobre las 9 de la noche del día de la elección predijo la victoria de Trump por más de 278 votos electorales.
De acuerdo con los sondeos, la mayoría realizados por universidades y medios de prensa de la izquierda, la contienda sería reñida de principio a fin y demoraría semanas conocer los resultados. Eso no ocurrió y fue lo opuesto.
Trump sobrepasó los 300 votos electorales contra 226 de Kamala Harris. Una diferencia de 75 sufragios del Colegio Electoral y casi los 93 que había en juego en los siete llamados estados “bisagra”. Todos se los llevó Trump. Una clara paliza a Harris y a la extrema izquierda de Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez, Ilhan Omar y muchos otros congresistas y donantes.
"Al igual que en 2016, Trump fue “subestimado” en los estados clave, considera Pedro Azevedo, director de encuestas en Estados Unidos en AtlasIntel.
Pero también pudo ser una estrategia de los demócratas para aparentar una campaña “muy disputada” o un método, en este caso inefectivo, para cambiar estados de opinión, semanas antes de las elecciones.
"Es evidente que los sondeos “no reconocieron” el crecimiento de Trump entre los votantes hispanos".
Iowa, estado sólido republicano, es un excelente ejemplo. Tres días antes de las elecciones, una encuesta le daba la victoria a Harris por tres puntos y al final Trump ganó por 13 puntos de ventaja, indicó Azevedo.
Los votantes latinos, especialmente los hombres, contribuyeron en un por ciento llamativo a la victoria de Donald Trump en las presidenciales.
La calificada por los demócratas de “retórica antiinmigración”, no hizo mella en la comunidad hispana del país.
"Amo a los hispanos. Son muy trabajadores y emprendedores, y son grandes personas. Y son cariñosos, a veces demasiado cariñosos, si quieren que diga la verdad", afirmó la semana pasada el republicano durante un mitin en Nuevo México.
Trump ganó el condado starr de Texas, el más hispano en América con un 97% y 16 puntos de ventaja sobre Harris. La última vez que este condado votó republicano fue en 1892.
El porcentaje de latinos que se decantó por el expresidente se disparó.
Trump obtuvo el apoyo del 48% de los votantes latinos a nivel nacional en comparación con el 51% de Harris, según un sondeo a boca de urna de NBC News. Esa cifra es récord para un candidato presidencial republicano y mucho más que el 32% logrado en 2020, frente al 65% del demócrata Joe Biden, despojado tres meses antes los comicios de su derecho ganado a la reelección presidencial, mediante su demoledor triunfo en las primarias del Partido Demócrata.
“Coalición republicana”
El termómetro fundamental fue siempre el descontento de más del 80% con la gestión económica y en inmigración de la administración Biden-Harris, entre otros temas como la vivienda, el aumento de la extrema violencia, el vandalismo, las guerras y la notable pérdida del poder adquisitivo [más de 26.000 dólares menos como promedio en una pareja con uno o dos hijos].
Marco Rubio, senador cubanoamericano y muy implicado en la campaña electoral de Trump, señaló estar impresionado por la movilización de los latinos.
"El Partido Republicano es ahora una coalición tanto multiétnica como multirracial, compuesta por estadounidenses que aman a su país", precisó Rubio.
Resulta muy probable que estas estadísticas obliguen a profundizar por qué han perdido tanto apoyo entre los hispanos, un grupo demográfico de muy rápido crecimiento y en particular después de haberse gastado cifras récord de dinero anuncios selectivos en inglés, español y “spanglish”.
Los hispanos representan el 12% del electorado.
Días antes de las elecciones, el entonces expresidente y figuras republicanas fueron recibidos como ídolos en el Madison Square Garden y en decenas de cuadras alrededor del recinto en la ciudad de Nueva York. Este fue el último medidor relevante de la enorme insatisfacción con los demócratas, dominados por una agenda de extrema izquierda que se puso de espalda al sufrimiento y las crisis -creadas por ellos- sobre la mayoría de los estadounidenses.
Sólo la Gran Manzana recibió más de 300.000 inmigrantes bajo el gobierno Biden-Harris que hicieron colapsar los servicios y las finanzas públicas en la emblemática urbe estadounidense.
"Necesitamos un presidente con mano dura que haga frente a la inmigración "desordenada", y a la economía”, declaró Paul Meza, de 43 años e hijo de madre puertorriqueña y padre colombiano.
El costo récord de las elecciones
¿Cuánto dinero perdieron en su apuesta por Harris los donantes demócratas?
A todos los factores que hicieron histórica estas elecciones, se sumó el mayor gasto en la historia de los comicios generales: 15.900 millones de dólares. Por encima de los 15.100 millones de dólares de 2020 y más del doble de los 6.500 millones de dólares de 2016.
Los datos indican el marcado interés de los donantes en hacer prevalecer sus propósitos individuales o empresariales a través de la financiación política de campañas.
Harris emergió como la líder en recaudación de fondos. Su campaña obtuvo más de 1.000 millones de dólares sólo de forma directa.
Michael Bloomberg se erigió como el principal donante, con unos 93 millones de dólares (43 millones inicialmente, más 50 millones adicionales.
George Soros proporcionó 56 millones de dólares a través de su comité de acción política.
En total, el gasto en anuncios de campaña ascendió a 10.500 millones de dólares, desde la presidencia hasta los representantes locales, según los datos de la empresa de análisis de anuncios AdImpact.
La transición
Donald Trump y Kamala Harris hablaron por teléfono el día después de los comicios y "coincidieron en la necesidad de unir al país", informó el portavoz del presidente republicano electo. Algo que no hicieron Biden ni Harris. Ellos se dedicaron a demonizar a los seguidores de Trump, a perseguirlos y censurarlos por no pensar como ellos, sin entrar en los detalles del insólito y despiadado acoso político al expresidente. Jamás había ocurrido algo semejante en este país contra un Presidente.
Pero la izquierda y los mal llamados “progresistas” son así, siempre exigen lo que jamás hacen.
Por su parte, el enajenado y despojado presidente Joe Biden, a quién le prohibieron asistir a los mítines de Harris y ofrecer declaraciones a la prensa para no agregar más errores a los disparates de la vicepresidenta, "felicitó" a Donald Trump y lo "invitó" a la Casa Blanca.
Ambos expresaron su disposición a colaborar en la transición de poder antes de la juramentación presidencial el 20 de enero de 2025. Pero las culpas del fracaso electoral no se han tardado y Biden figura como el máximo responsable, de acuerdo con fuentes internas. Al parecer, Kamala sigue como vicepresidenta por conveniencia. Cuando le favorece, resalta su cargo y cuando la atacan, huye de su responsabilidad. Así fue durante su fugaz y tempestiva campaña.
Frases como “tenemos que encerrarlo”, “tenemos que eliminarlo”, “evitar por todos los medios posibles que llegue otra vez a la Casa Blanca”, después de calificarlo decenas de veces como “el grave peligro para la democracia y la estabilidad de EEUU y del mundo”, incitaron a la extrema violencia política y a tratar de asesinar a Trump en tres ocasiones en apenas 12 semanas.
¡Fue Dios, Dios quiso que siguiera aquí!, ha reiterado Trump después de que casi la bala de un asesino le dividiera su cráneo.
A pesar de que la comparación figura en muy pocos análisis, el intento de asesinato al presidente Ronald Reagan impulsó su campaña para la reelección. ¿Coincidencias en la historia o efecto real contra la democracia por el ataque a un candidato presidencial? Tal vez ambas. Lo cierto es que Trump es el presidente 47 de EEUU.
Minutos después de su discurso de victoria, comenzó a recibir mensajes y llamadas de líderes internacionales.
El presidente de Ucrania Volodimir Zelenski y el líder israelí Benjamín Netanyahu estuvieron entre los primeros en agasajar a Trump, también la primera ministra de Italia Giorgia Meloni, el presidente de Argentina Javier Milei, el presidente francés, Emmanuel Macron y el español, Pedro Sánchez; el premier británico Keir Starmer, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, el presidente de Polonia Andrzej Duda, el primer ministro checo Petr Fiala, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte y la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen, entre una extensa lista.
Quedan menos de dos meses para que Trump se instale en la Casa Blanca. El estruendo de su contundente victoria y sus planes ya se analizan en Europa, Asia, América Latina y el Medio Oriente. Trump ha prometido paz y estabilidad para el mundo y grandeza para EEUU, el mismo legado que dejó en su primer mandato.
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