El más famoso y venerado presentador de noticias en la historia de EEUU, Walter Cronkite, una vez dijo: “Como presentador del programa CBS Evening News, yo he cerrado el noticiero por casi 20 años diciendo algo muy simple. Así están las cosas. Para mí, eso describe el ideal más alto de un periodista: reportar los hechos tal como son, sin importar las consecuencias o controversias derivadas de estos hechos”.
¿Pero qué mucho ha cambiado el periodismo desde esa famosa frase de Walter Cronkite? Bastante. En una reciente encuesta de la empresa Gallup, muestra que la confianza en los medios de comunicación y el periodismo se encuentra en uno de sus puntos más bajos de la historia, en un 31%, en comparación a un 76% en los años 70. Este estudio también refleja una diferencia importante de credibilidad en los medios entre las dos corrientes políticas más importantes del país, la conservadora y la liberal. Un 54% de liberales (demócratas) confían en los medios de comunicación tradicionales en comparación con 12% de conservadores (republicanos), mostrando claramente un sesgo político importante en la manera en que se está consumiendo información basado en lo que le presentan a su audiencia.
Podríamos apuntar a dos momentos importantes en la trayectoria de la industria que podrían darnos un indicio de cómo comenzó a deteriorarse la confianza dentro de la población de los medios de comunicación. Aunque los grandes conglomerados mediáticos tradicionales —como The New York Times, The Washington Post, ABC, CBS, NBC, CNN y FOX Corp.— tienen su sede, en su mayoría, en ciudades con una marcada orientación liberal como Nueva York, Washington D.C., Los Ángeles y Atlanta, la creciente polarización política ha llevado a que muchas de sus coberturas pasen de los temas cotidianos a una agenda informativa más intensa, divisiva y fuertemente sesgada.
Uno de esos momentos de cambios importantes de la industria fue cuando se convirtieron en empresas públicas en la bolsa de valores, lo que hizo que el enfoque cambiara de reportar las historias más importantes y de relevancia para el país y sus comunidades, a cómo mantener el valor de las acciones de las empresas. Este cambio puso mucha presión en los líderes de las mismas para no solamente buscar cómo maximizar sus ganancias y por ende, mantener y aumentar el valor de sus acciones por encima de las responsabilidades periodísticas y de informar de una manera ética y objetiva a la población.
Esto forzó a la industria a acercarse más a los partidos políticos y a empresas ligadas a la política para poder llegar a acuerdos comerciales y de esa manera aumentar las ganancias, algo que anteriormente se veía como una práctica poco ética. Muestra de esto es que, durante los últimos dos a tres ciclos presidenciales, las coberturas de eventos políticos han sido tan polarizadas de la misma manera que se encuentra el país. Por el lado de la industria el modelo se convirtió: mientras más coberturas políticas se hicieran, más oportunidades de ventas se tendrían.
Según un análisis de la agencia Reuters, el gasto total en publicidad política en 2024 superó los 10.000 millones de dólares, marcando un récord histórico. Algunas fuentes estiman que el total podría alcanzar los 12.300 millones, lo que representaría un aumento del 24% respecto al ciclo electoral de 2020. Desde el inicio del ciclo en enero de 2023, los demócratas han superado a los republicanos en gasto publicitario: 5.000 millones frente a 4.100 millones de dólares.
Estos números reflejan una razón importante de por qué los medios tradicionales se han volcado a convertirse en vehículos de mensajes partidistas y políticos, mucho más allá de la encomienda original del trabajo periodístico que Cronkite y muchos otros periodistas originales interpretaban de la responsabilidad periodística.
El otro momento importante y que cambió el papel de los medios fue el anuncio el 16 de junio del 2015 del empresario Donald J. Trump paraa buscar la nominación a la presidencia de Estados Unidos por parte del Partido Republicano. Esta realidad se consagra durante las elecciones del 2016, en donde se convierte en el presidente número 45 de los Estados Unidos, en unos comicios que sorprendieron al país porque la gran mayoría de los medios decían que basado en “sus encuestas” la exsecretaria de Estado Hillary Clinton, nominada demócrata, ganaría fácilmente las elecciones presidenciales. El New York Times publicó el día antes de las elecciones que la secretaria Clinton ganaría las elecciones con un 85% de seguridad, algo que no fue cierto.
La directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard desclasificó un informe sobre el "engaño" de la administración Obama sobre Rusia, revelando "evidencia abrumadora" que demuestra cómo, después de que Trump ganara las elecciones de 2016 contra Hillary Clinton, el entonces presidente Barack Obama y su equipo de seguridad nacional sentaron las bases para lo que sería la investigación de años sobre la colusión entre Trump y Rusia. La directora explicó en una entrevista de la cadena americana Fox News que, “en primer lugar, no quieren [Medios] que el pueblo estadounidense sepa la verdad. Pero también reconocen la complicidad de los grandes medios de comunicación en esto, pues recibieron líneas preliminares de esta falsa evaluación de inteligencia fabricada por el presidente Obama, que John Brennan y James Clapper crearon sin ninguna verificación, sin la debida integridad periodística al analizar lo que les estaban dando. La recibieron y la publicaron casi de inmediato”.
Hoy en día todavía se niegan los medios a cubrir esta historia para darle más protagonismo al caso del traficante sexual de menores Jeffrey Epstein buscando cambiar la narrativa del escándalo político de mayor relevancia en una generación, cuando estuvieron ausentes en el caso Epstein en la pasada administración.
En estos 9 años desde la primera elección del presidente Trump, historias periodísticas de gran trascendencia que fueron ignoradas y en muchos casos ridiculizadas por estos medios de corte liberal, a los cuales la directora Gabbard culpa de complicidad, terminaron siendo ciertas, tales como: dos juicios políticos, uno de ellos con un informe falso que se conoció como el “Steele Dossier”, hoy desacreditado, la famosa computadora del hijo del expresidente Biden, Hunter Biden. En este último caso, los medios sirvieron de caja de resonancia de los servicios de inteligencia al repetir un pronunciamiento falso de que esa historia de la computadora era una operación de propaganda rusa, e inclusive firmaron una carta 51 exagentes de inteligencia, incluyendo 3 exdirectores de la CIA, afirmando eso que sabían era falso, ya que el FBI tenía en su poder esa computadora casi un año antes de publicar esa carta. Además de la historia del COVID-19 y la censura que se aplicó a personas e instituciones que diferían de las versiones oficiales.
Dentro de la batalla de control de las narrativas mediáticas, la radio no dejó de ser una de estas herramientas, en las cuales los intereses políticos también enfocaron sus cañones. La última víctima ha sido una de las radios más icónicas del sur de la Florida, la famosa Radio Mambí, que anunció el despido de toda su empleomanía y el inminente cierre de sus operaciones. Latino Media Network (LMN), respaldada por un fondo vinculado a George Soros, adquirió 18 estaciones de radio en 10 mercados clave, entre ellos Miami, Florida.
Entre las emisoras figuran Radio Mambí (WQBA y WAQI), dos conocidas estaciones de AM en español que históricamente han servido a la comunidad cubanoamericana exiliada en el sur de Florida, con una línea editorial frecuentemente conservadora. LMN está dirigida por Stephanie Valencia, directora de difusión latina del expresidente Barack Obama, y la activista demócrata Jess Morales Rocketto, que firmaron un acuerdo para la compra de estas estaciones por 60 millones de dólares.
La polarización política también ha dado paso a una gama de programas y podcasts que viven fuera de los medios tradicionales, permitiendo a la sociedad consumir contenido de diferentes maneras y también acordes con sus ideologías políticas. Esto queda reflejado en el desplome de los ratings en los medios tradicionales, lo que conocemos como “Cable News” donde sus audiencias se han reducido en algunos casos, como el de CNN, hasta un 42% desde julio del 2024 a la misma fecha en el 2025.
El costo financiero de los medios tradicionales por demandas de desinformación, difamación y manipulación de información también han tenido un impacto en su credibilidad y modelo de negocio.
La empresa Paramount Global, dueña de CBS y su programa “60 minutos” llegaron a un acuerdo con el presidente Trump para pagarle 16 millones de dólares por la manipulación de la entrevista de la excandidata demócrata a la presidencia Kamala Harris. El programa editó una respuesta de la pregunta a la candidata demócrata, cambiándola completamente para que sonara coherente cuando la respuesta era otra. También la cadena ABC y su programa de “This Week” que preside el exdirector de comunicaciones de Bill Clinton en la Casa Blanca, pagó al fondo de la biblioteca del presidente Trump por la suma de 15 millones de dólares por decir que el presidente Trump había violado a Jean Carroll, algo que no fue cierto.
Creo que Walter Cronkite debe de estar preguntándose: ¿Hasta dónde hemos llegado? ¿Por qué nos fuimos tan lejos de nuestras responsabilidades? ¿Por qué nuestros sesgos políticos tomaron prioridad por encima de nuestra responsabilidad social? ¿Por qué abandonamos el sentido común? ¿Por qué dejamos que el odio a una persona nos lleve a cometer daños irreparables a la industria?
Son muchas las preguntas que tanto Cronkite como muchos de nuestros lectores nos hacemos. Pero la pregunta más valiosa es, ¿por qué dejamos de utilizar el pensamiento crítico, sin importar quién esté al frente de una dependencia de confianza pública? Creo que si esto se hubiese practicado a todos los niveles con una finalidad de servir al bien común, no estaría la industria en donde está y mucho menos nos cuestionaríamos si este daño será reversible. Mi esperanza es que pueda lograrse en esta generación, pero mi optimismo cada día se desvanece más mirando que, a pesar de estas realidades, no se ven señales de que esto va a cambiar, por lo menos en los próximos años.
Fuentes: AOL, AP News (Associated Press), Axios, BrainyQuote, Brennan Center, CiberCuba, Cord Cutters News, Gallup, Reuters, The New York Times, WLRN.
Publicado en el Miami Strategic Intelligence Institute (MSI²).