MIAMI.- Luego de largos años de distanciamiento, al menos en el espacio público, el exvicepresidente Al Gore y la exprimera dama Hillary Clinton renuevan sus votos de amistad en Miami, en medio de una ardua campaña presidencial que dista de aquella que Gore presidió, en el año 2000, cuando aspiró a la presidencia del país y se declaró autosuficiente luego de alejarse del expresidente Bill Clinton, para ganar el voto del electorado.
Pero antes que esto sucediera, el exvicepresidente y la exprimera dama fueron protagonistas de varias desavenencias en la Casa Blanca, según recogió la prensa entonces, a raíz de que el entonces presidente Clinton nombró a su esposa paladín de la propuesta de reforma para la salud pública, que sería presentada al Congreso, en 1993.
“Usualmente ese tipo de tarea de alto nivel es dada a un vicepresidente. No se le da a una primera dama”, declaró un miembro de la administración Clinton al medio noticioso Politico el año pasado, que optó por mantener su nombre en anonimato.
Cinco años después del fiasco de la propuesta de reforma para la salud pública, saltó el escándalo de Monica Lewinsky, la joven becaria de la Casa Blanca que aseguró tener relaciones sexuales con el Presidente.
El mandatario estadounidense lo negó y ello condujo a la pérdida de la confianza pública. Gore comenzó a alejarse de los Clinton porque ya pensaba postularse para la presidencia en el 2000.
“Comprendo la decepción y la ira que sienten con el presidente Clinton, y que yo también siento”, manifestó Gore a los votantes New Hampshire, al presentar su candidatura a la presidencia.
Entonces el mandatario Clinton atravesaba el malestar que ocasionó el proceso de destitución en el Senado de la nación, luego que fuera acusado de perjurio y obstrucción de la justicia, tras mentir sobre el sonado escándalo Lewinsky.
Aun así, Clinton gozaba de popularidad en el país, pues había logrado, junto al poder legislativo en Washington, encaminar la economía de la nación, pero el ejecutivo de la campaña de Gore decidió no “emplearlo” como interlocutor para recaudar votos durante los actos de la gran campaña electoral.
De hecho, Gore se distanció aún más de los Clinton cuando, durante el discurso de aceptación de la candidatura, en la convención demócrata 2000, en Los Ángeles, señaló: “Aquí estoy esta noche por mí solo y quiero que me conozcan por lo que soy”.
Gore incluso manifestó a la prensa entonces que el escándalo Lewinsky representaba “una carga” que atentó contra el entusiasmo del Partido Demócrata y que, por ende, reducía la posibilidad de ganar la presidencia, a lo que el expresidente Clinton respondió que si le hubieran permitido hacer campaña, sobre todo en Arkansas y New Hampshire, hubiera conseguido los votos necesarios para que Gore hubiera sobrepasado el resultado en Florida, lo que decidió el desenlace de la presidencia, a favor del republicano George W, Bush, con un estrecho margen de diferencia.
Hace apenas unos meses, Gore no expresó su apoyo a Hillary Clinton, ni a Bernie Sanders, durante el proceso primario de la candidatura demócrata 2016.
Ante la insistencia de los periodistas, el exvicepresidente, convertido en un abanderado de la defensa del medio ambiente, aseguró que daría su respaldo al elegido por los demócratas. Y así lo hizo, a través de un frío tuit, el 25 de julio, en el que expresó: “No puedo asistir a la Convención Demócrata este año pero votaré por Hillary Clinton”.
Hoy, tras 16 largos años del tristemente célebre capítulo de la historia de las elecciones en EEUU, Gore y Clinton aparentemente superan las viejas diferencias y vuelven juntos al ruedo de la política nacional, precisamente en Miami, epicentro de uno de los estados más importantes en esta elección presidencial.
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