Estos individuos sabían cómo articular esfuerzos, asignar recursos, gestionar proyectos simultáneos y mantener la continuidad operativa del sistema
En junio de 2025, una operación encubierta desmanteló el núcleo humano del programa nuclear iraní. Catorce científicos fueron eliminados en distintos puntos del país. No fueron seleccionados al azar. Cada uno cumplía un rol técnico esencial en el camino hacia la construcción de una bomba nuclear. Al atacar directamente a las personas —y no a los edificios, las instalaciones o los materiales— el golpe apuntó al corazón del conocimiento operativo, la experiencia acumulada y la cadena de ejecución que convierte un programa teórico en un arma real.
De los catorce eliminados, cinco eran físicos especializados en fisión nuclear y simulación de detonaciones. Su tarea era modelar el comportamiento de los neutrones, calcular el rendimiento de la explosión, anticipar fallos y diseñar el núcleo de la bomba en función de ecuaciones precisas. Sin estos modelos, la bomba puede fallar, detonar de forma ineficiente o directamente no funcionar. Estos científicos manejaban los códigos de simulación más sensibles del programa y eran quienes sabían cómo traducir el material disponible en una explosión controlada y efectiva.
Tres de los asesinados eran ingenieros de materiales y químicos nucleares, encargados de desarrollar las sustancias que rodean al núcleo de uranio y que permiten canalizar, enfocar o amortiguar la explosión inicial. También preparaban las aleaciones que recubren los componentes críticos, resistiendo condiciones extremas de temperatura y presión. Su tarea era garantizar que el diseño físico pudiese existir en el mundo real sin fallar en milisegundos decisivos.
Dos ingenieros mecánicos especializados en estructuras de implosión fueron parte del grupo eliminado. Una bomba de fisión necesita que el núcleo sea comprimido de manera perfectamente simétrica por cargas explosivas colocadas con máxima precisión. Diseñar esa estructura, probarla y ajustarla a distintos escenarios requiere experiencia práctica y conocimientos altamente especializados en dinámica de explosivos y mecánica de materiales.
Dos ingenieros nucleares se ocupaban de la preparación, purificación y manejo del combustible fisionable, es decir, el uranio enriquecido. No alcanza con tener el material: hay que convertirlo en una forma utilizable, encapsularlo correctamente y evitar contaminaciones o fallos de almacenamiento. Además, estos expertos controlaban la seguridad radiológica del proceso y garantizaban el cumplimiento de los parámetros necesarios para que el combustible funcione como detonante efectivo.
Finalmente, dos científicos cumplían funciones de coordinación institucional, actuando como puentes entre los sectores académico, técnico y militar. Estos individuos sabían cómo articular esfuerzos, asignar recursos, gestionar proyectos simultáneos y mantener la continuidad operativa del sistema. En un programa disperso y con múltiples niveles de secreto, su rol era imprescindible para que las piezas técnicas encajaran.
Eliminar a estos catorce individuos no detiene el acceso al uranio ni desmantela las centrífugas, pero desarticula el conocimiento, la colaboración acumulada y la precisión técnica que hacen posible un arma nuclear. Cada muerte representa años de experiencia difícilmente reemplazables. Y eso —más que las instalaciones— es lo que se neutralizó.
Las cosas como son.
Mookie Tenembaum aborda temas internacionales como este todas las semanas junto a Horacio Cabak en su podcast El Observador Internacional, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.