"El sacrificio de la mujer venezolana por estos días es gigantesco. Le ha tocado sobrevivir y cuidar a su familia en un país devastado. Es sumarle a la soledad y desarraigo, la indignación".
"El sacrificio de la mujer venezolana por estos días es gigantesco. Le ha tocado sobrevivir y cuidar a su familia en un país devastado. Es sumarle a la soledad y desarraigo, la indignación".
Llegué a casa [en el exterior] que no es mi hogar. Uno de los destinos que abrigan esa palabra complicada: Tránsito, de paso, temporal. ¿Hasta cuándo tanta transitoriedad? Un episodio me alegró y estremeció la vida. Mamá y papá habían decidido venir a casa a pasar Semana Santa. Al menos podía amanecer en transitoriedad (solo estaría 48 horas en casa), disfrutando su compañía y un café único: el que prepara mamá…
LA PROCESIÓN VA POR DENTRO
Son las 5:30 am. Siento el aroma a café Caraqueño. Es mamá que desde hace media hora está en la cocina colando el culto milagroso. Su proceso es clásico. No el café instantáneo sino con greca y leche evaporada. Me voy directo a la cocina. Mamá está ahí como lo ha estado desde que nací. Encarando el amanecer. De pronto va al cuarto al lado de la cocina. Mientras hierve el café, va a chequear a papá quien sufre un párkinson espástico avanzado.. .Llego a la habitación y la veo contemplando a papá. Parada, de brazos cruzados, cabeza gacha, mirada dulce a medio camino entre llorar y reír. Lágrimas que contiene, al ver a quien fue siempre un roble ahora con sus ramas lánguidas y dobladas. Risa que aflora, porque aún vive, reconoce y habla.
-¿Qué haces mamá? Pregunto. "Ya te estoy preparando tu café", responde como si se tratara de una orden -sic- !que no lo es! ”Vine a ponerle un poco de música a tu papá". Boleros tocados a Piano por el prodigioso Cubano de Cienfuegos, Enrique Chía [otro talento en el exilio con Cuba en su corazón]. ¡Cuanta alegoría! “A él le gustan porque los murmura, ahora con menos voz y oído. Le veo acostado [a mi padre] y me quedo como mamá. A medio camino entre reír y llorar. Muy delgado, mirada voluntariosa entre fatiga, olvido y vejez. Me ve y me dice bromeando: “¡Excelentísimo, dios te bendiga!”. Cuanta alegría recibir al menos unas gotas de lucidez y buen humor. “¿Cómo están todos, Gabi, las niñas, los niños' ¿Cómo ves al muchacho [Guaidó] y Venezuela?". Le respondo: ¡Vamos muy bien padre! Pero tú: ¿Cómo vas? "Bueno, paseando como la manzana: de la sala al comedor”.
De pronto quiere salir y tomar aire. Mamá de inmediato se inclina para sobreponerle. Está muy rígido. Poco mueve sus piernas. Traté de intervenir pero desconozco “la técnica”. No puedes jalarlo so pena de lesionarlo. Tiene su método. A pesar de estar delgado, pesa. Mamá, con una destreza única, lo incorpora. ¿De dónde una mujer tan frágil y pequeña con más de siete décadas a cuestas, saca fuerza y destreza para vencer aquella inmovilización? Pues no puede venir de otro lugar que de un amor inmenso e infinito que confiere el poder de Goliat a quien parece un colibrí [...]. El café anuncia que está a tono. Sale rápidamente de la habitación. Dice que sostenga a papá que va por el café. No tarda más de 5 minutos y regresa con dos tazas. La otra es para papá. Le da un sorbo, le termina de levantar y se lo lleva a dar una vuela. Hábilmente, trepidante, heroicamente. No pude tomarme el café. Me senté desplomado en la cama y pensé: Venezuela, un matriarcado de linaje imbatible, no merece otro desenlace que la misma nobleza materna y poderosa que nos distingue. Es hora de sanear un país que intitula tanta historia de libertad y honor. Es hora...
Nuestras mujeres son únicas
El sacrifico de la mujer venezolana por estos días es gigantesco. Le ha tocado sobrevivir y cuidar de su familia en un país devastado. Es sumarle a la soledad, desesperanza y desarraigo, la indignación. Pero no se permiten ni llorar ni ser consoladas. Su misión es dar alegría, paz y vida aún a cuenta de la propia. ¡Cuánto sentido de honestidad, de entrega, de lealtad! Es la denominada justicia de vientre materno. !Imbatible!
No he visto en nuestra mujeres expresión de derrota. Pueden estar cansadas pero no capitulan. Tampoco recuerdo queja que no venga acompañada de una sabia reflexión…Siendo un niño de 7 años caí de un árbol tratando de salvar un gato de meses que no sabía como bajar. En el intento de llegarle la rama colapsó y caí torpe al cemento. Recibí un fuerte golpe en la espalda que asustó a mi padre como a todo médico cuando el paciente es él o un familiar. También se enfadó por “la travesura” cuya razón desconocía. Mamá en silencio sólo dijo cuatro sabias palabras: ”Es tu hijo. Entiéndele...".
Mamá llegó "del paseo" [10 minutos] de vuelta con papá. Aún no había probado el café. Estaba pensativo, triste. ¿Por qué nos tocó vivir tanta separación en momentos que necesitamos tanta unión? ¿Por qué aún no alcanzamos el derecho a vivir o morir en nuestro jardín? Ayudo a acostar a papá nuevamente. Ella sonrió. Es que nuestras madres, en los momentos más difíciles, no tienen nada más para sus hijos y para la vida que una sonrisa, una palabra de aliento y un Dios te bendiga. Le dije: ¡Mamá, llevas muy consentido a papá. ¡Le haces todo! Y me respondió con sus cuatro sabias palabras: Es tu papá. Entiéndele…
Así son mujeres: únicas. Mujeres santas de tierra de gracia. Mujeres abnegadas, madres de la decencia, de la bondad y el amor. Con ese linaje y con esa majestuosa huella perenne ¿quién pierde la esperanza, la fuerza y el espíritu de lucha?
Cuando dije a mi madre que a veces me siento un poco cansado y ansioso, ya todos sabéis que me respondió... "Es Venezuela, hijo. Entiéndele...". Y no es una orden...
@ovierablanco
Embajador de Venezuela en Canadá