Tras bastidores y adrede, de manera planificada y utilizando su aparato propagandístico, el Gobierno siempre ha dejado al descubierto sus acciones que revelan aspectos de fraude, ventajismo, irregularidades, imposiciones, inhabilitaciones, cuando se avecina un proceso electoral.
No lo ocultan y ello les provee de beneficios electorales. Sólo en dos oportunidades su estrategia no tuvo el efecto esperado: cuando fue rechazada la enmienda Constitucional que establecía que Venezuela sería una República socialista y en las elecciones Parlamentarias de 2015, cuando el Gobierno estuvo en su momento más débil.
Con mucha eficacia lo hicieron en 2005 cuando provocó la retirada de los principales partidos de la oposición en las elecciones Parlamentarias con el resultado de la toma en su totalidad del Parlamento con 96% de los votos por parte del oficialismo, en un proceso perfectamente legal. A pesar de una abstención de 75%, a parte de un efecto sicológico, ello no alteró el camino trazado por el Gobierno. El llamado a la abstención desmovilizó al sector opositor y facilitó el siguiente triunfo de Hugo Chávez en las presidenciales.
En aquella oportunidad, aparte del ventajismo, se había cuestionado el sistema automatizado, la incorporación de las capta huellas (retiradas 5 días antes de la elección) pero que hicieron su efecto en el sentido de que el voto había dejado de ser secreto.
Lo que muchas veces no se percató la oposición es que parte de la campaña que ponía en duda al CNE provenía de las redes propagandísticas promovidas desde el Gobierno. Forzar ese sentimiento de desconfianza en el CNE le dio resultados.
Ese mismo esquema lo ha seguido utilizando el Gobierno en distintas situaciones, pero especialmente en el tema electoral. Parte de la campaña a favor de la abstención en este último proceso regional provino justamente de redes anónimas que maneja el Gobierno en redes sociales y que están muy organizados. La situación de desconcierto generada por la maquinaria suele ser reforzada por declaraciones de Maduro o Cabello en la que descalifican a algún dirigente opositor mientras exaltan a otro, generando desconfianza en los seguidores.
El Gobierno trazó su estrategia muy fríamente siendo minoría electoral en el país. Inhabilitó alcaldes, puso preso a dirigentes, profundizó juicios militares contra disidentes, destituyó a la Fiscal Ortega, puso preso al experto electoral de la Mesa de la Unidad, promovió la salida del país de miles de jóvenes que incluyó hasta al famoso violinista. Y todo el proceso lo puso bajo la conducción de la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente, la cual convirtió en un parlamento paralelo.
El episodio de Smartmatic, empresa de tecnología que ha acompañado al chavismo desde hace más de 15 años, todavía no está claro. Un directivo declaró que hubo fraude en la elección de la Constituyente, pero una empresa espejo con sus propios técnicos manejó los programas electorales de Samarmatic. No tenemos elementos para afirmar que fue parte del juego pero la sospecha de un golpe propagandístico debe investigarse.
De esa manera, aún sin quererlo, y respetando la postura abstencionista de los opositores honestos, se produjo una alianza virtual para generar un importante porcentaje de abstención en los circuitos opositores. Esa variable junto a las de fraude al final del cierre de mesas, salida de testigos, ventajismo y control de la FANB, ofrecieron el resultado emitido por el CNE.
Como periodista, siempre evito pronunciarme acerca de lo que debe o no hacer la dirigencia política ya que considero que esa es una tarea que le corresponde a quienes están metidos en la actividad política y cuentan con mejores herramientas a la hora de señalar una postura o un camino para millones de seguidores.
Sin embargo considero que la oposición ha actuado dispersa. Le falta un gran aparato de análisis e información sobre el poderoso enemigo que enfrentan. Falta una dirección unida, que aunque tengan diferencias actúen con rapidez y sobre la base de los escenarios que se pueden presentar.
Cada líder de organización, desde los cuatro partidos más importantes, hasta los más reducidos, lanzan sus propuestas de manera dispersa y sin efecto, frente a un Gobierno que en momentos de gran debilidad se recupera a través de contra información y acciones que confunde a los demócratas.
A pesar de que el país se está cayendo a pedazos, el chavismo ha logrado sortear el peor año que ha vivido el país desde 1959. Solo la construcción de un gran aparato de dirección que tome decisiones podrá contrarestar a un poder que actúa fuera de la Ley y sin escrúpulos. No va a ser fácil revertir a mediano plazo la incertidumbre en millones de venezolanos al tiempo de construir una maquinaria eficaz a la altura de los tiempos.