Venezuela queda en la mira de EEUU, se pone al descubierto como parte del eje del mal ampliado, alianza que abre las puertas de Suramérica al Islamismo radical…con unas FFAA divididas y una actores políticos temerosos, tensos y nerviosos por un reventón latente, interno o externo. Veamos los detalles.
Trump evitó un despliegue militar prolongado
Optando por una combinación de ataques selectivos con bombardeos sobre instalaciones nucleares iraníes [desde el 21 de junio 25], Trump elige una participación militar limitada y calculada. Un apoyo encubierto a Israel vía inteligencia y bombas bunker-buster sin intervención directa. En términos diplomáticos, observamos un juego de policía bueno y malo, una suerte de naipe de doble cara, que pide “rendición incondicional” de Irán pero también promueve un alto al fuego y posibles negociaciones nucleares.
El presidente Trump usó la presión militar y la diplomacia en equilibrio con señales ambiguas que alteraron la dinámica regional. Al final se desmarca de Israel, dice no estar contento con sus ataques después de acordar tregua; no se coloca contra el régimen de Irán, los trata de “buenos comerciantes”, y se allana de nuevas incursiones. Una dinámica que consigue pliegues de Arabia Saudita, Qatar, Jordania, Siria, Irak, Emiratos e incluso Turquía, que termina con apretón de manos entre Trump y Recep Tayyip Erdoan en la cumbre de la OTAN.
Israel logra el debilitamiento parcial del programa nuclear iraní, manteniendo su iniciativa sin exponer tropas propias a un conflicto prolongado. Trump consolidó su imagen de líder firme, evitando una intervención masiva y recibiendo aplausos de sectores conservadores y la base MAGA.
Irán ganó tiempo, margen diplomático para negociar y evitar la caída del régimen. Aunque sufrió de altos y bajas (cerca de 224 muertos) muchas de sus capacidades nucleares quedaron destruidas. Estados como Arabia Saudita y Emiratos, preocupados por la escalada, se beneficiaron del enfoque limitado en lugar de un conflicto regional extendido.
El impacto global
Crisis transatlántica: Trump utilizó con mano derecha y cursiva [tensa, suave y continua] el consenso del G7. Puso en riesgo la postura europea de detener la escalada, optando por medidas unilaterales. Pero consigue no escalar. Esto trajo tensiones aún en desarrollo: i.-volatilidad del dólar, ii.-impacto en mercados globales y iii.-cambios en flujos energéticos. Emerge un reordenamiento regional. El ataque reorganizó las prioridades del Golfo: no normalizar con Israel a cambio de una desescalada contenida.
EEUU debuta con un nuevo rostro: la guerra selectiva y limitada, sin uso de despliegues masivos, que precisa un nuevo orden y liderazgo. A lo interno provocó tensiones con el Congreso. Revisión constitucional de tácticas que si bien no son actos de guerra a fondo, podrían detonarla.
La estrategia de Trump ha sido una jugada de riesgo calculado: Obtuvo beneficios político-diplomáticos, pero la ausencia de una “arquitectura institucional”. Quedan cabos sueltos con Irán y Palestina que limitan la sostenibilidad de una paz real.
Si Trump logra consolidar un acuerdo multilateral—con inspecciones de Naciones Unidas y la UE; alivio gradual de sanciones, garantías para Israel e incorporación del conflicto palestino—podría transformarse en una paz duradera. Hasta ahora parece más un alto el fuego temporal que una solución estructural.
Trump 2025: ¿Arquitecto de la paz global o maestro del cálculo táctico?
Donald Trump ha sorprendido al mundo al posicionarse como el protagonista central de dos de los conflictos más peligrosos del orden internacional contemporáneo: el enfrentamiento entre Israel e Irán y la guerra prolongada entre Rusia y Ucrania. Su retorno a la Casa Blanca ha reconfigurado la política interna de EEUU, modificando de forma radical la diplomacia global, sus equilibrios de poder y el rol de Washington como árbitro.
La pregunta que muchos se hacen hoy es: ¿estamos ante un Trump transformado en líder mundial por la paz o ante un hábil estratega suma-cero, portador de una diplomacia de doble naipe y contención, que ha sabido capitalizar las crisis para restaurar la influencia geopolítica de EE.UU?
El estallido del conflicto armado entre Israel e Irán parecía la antesala de una guerra regional general. Trump-en un giro notable respecto a su retórica habitual-optó por un ingreso limitado, quirúrgico y calculado, apoyando selectivamente a Israel pero evitando el despliegue masivo de tropas estadounidenses. Al mismo tiempo propuso un alto al fuego y ofreció su mediación directa, incluyendo posibles conversaciones para un nuevo acuerdo nuclear con Irán. Este enfoque le ha permitido:
1.-Recuperar el rol de EE.UU como actor indispensable en la resolución de crisis en Oriente Medio. ii.-Alinear a las monarquías del Golfo detrás de una salida diplomática. iii-A lo interno, proyectar una imagen de comandante prudente y eficaz, sin caer en las “guerras sin fin” que él condenó en su primer mandato.
Pero la pirotecnia diplomática es frágil. La estrategia de incursión “prêt-à-porter” aún está por verse si es una aproximación sostenible para la región. La ambigüedad sobre el desarme iraní y el cuestionamiento [crítico y válido] de la diplomacia de palacio, pajarita y gomina [ONU et al] minan la posibilidad de una paz duradera, luciendo como una tregua inestable.
La guerra de Rusia-Ucrania: el pragmatismo sobre la moralidad
Trump ha mostrado una cara distinta: ha impulsado un cese al fuego parcial entre Rusia y Ucrania, acompañado de propuestas de desmilitarización selectiva y creación de zonas de amortiguamiento, mientras promueve un acuerdo basado en “realidades territoriales”.
Este enfoque-criticado por muchos como una concesión encubierta a Vladimir Putin-ha logrado resultados que la administración Biden no pudo obtener: i.-Disminución significativa de las hostilidades en el este de Ucrania; ii.-Reanudación de canales diplomáticos entre Moscú y Kiev, con mediación turca y china bajo el paraguas de Washington; iii.-Relevancia geopolítica de EE.UU en Europa, pese a los recelos de la OTAN […]
Una política que plantea dilemas y retos disruptivos: sacrificar principios de soberanía y justicia territorial en nombre de la estabilidad. Es la paz condicionada a una “rendición ordenada” de Ucrania a cambio de un nuevo orden global: comer a la hora pautada.
¿Recuperación del prestigio diplomático? Sí y no. Trump ha logrado lo impensable: volver a poner a EEUU al centro de la conversación global después de años de desgaste multilateral, polarización interna y cuestionamientos éticos. Lo hace apelando a un estilo desenfadado, unilateral, transaccional y centrado en el poder, que no pulsa lo normativo sino lo pragmático. Recurre a una dimensión ambivalente, transaccional e indomable a la vez. Pero pone en jaque la diplomacia de Burós. No más retórica ni plenarias de seguridad con vetos y juegos trancados.
Los acuerdos multilaterales tradicionales quedan en remojo. En su lugar [Trump] fabrica escenarios de mediación personalistas, donde la lógica del poder superior es el punto de negociación. Fuerza vs. Lírica. [EEUU] gana respeto como actor político.
¿Líder mundial por la paz o genio del oportunismo?
Trump no es un guerrerista pero sus modos de buscar la paz supone transitar caminos empedrados, al límite. Un estilo que puede conducir a sensibles desenlaces si no logra “atajar el temperamento”. Hasta ahora lo ha hecho: contener extremos. Su visión del mundo sigue siendo la de un realista duro. Cree que el orden se impone desde el poder y que la diplomacia es una extensión, un complemento, pero ni define ni persuade. Lo que define y presiona es el poderío militar y económico.
Trump no compromete el buen cálculo. Su llegada al ruedo con un ritmo “suma-cero” no le exime de entender que el capital político se gana con pausas, no con bombas. ¿Se convertirá en arquitecto de la paz global? Es posible, pero no se disipa un riesgo latente, un salto a la guerra.
Cierto que la paz real requiere inclusión, justicia y estructura. Pero ninguna de estas virtudes han garantizado un mundo libre y en paz. ¿Un toque de autoritarismo necesario? Donald Trump se ha volcado a una centralidad diplomática que no depende de “mesas redondas” sino de la oficial oval. Su liderazgo por la paz es más funcional que principista, más estratégico que transformador. Ha logrado evitar catástrofes mayores, sí, pero a un costo de elevadas tensiones.
Pensamos que Trump cree en el valor de la paz, pero con sentido utilitario y de funcionalidad política. Un giro alejado de pergaminos y escritorios. ¿Funcionará?. Comienza a ser fatigante y peligroso por reincidentes, como la diplomacia convencional ha dejado colgada muchas veces la Carta de las Naciones Unidas, como la doctrina del deber de prevenir y proteger es letra muerta. Venezuela es hoy víctima de esa lírica.
Venezuela, Trump y la nueva arquitectura de la paz global
Considerando los últimos conflictos globales del oriente medio, la estrategia de doble filo utilizada por EEUU-ataque limitado y selectivo + contención diplomática-y considerando una visión personalista y unilateral, que no le tiembla el pulso para dar de baja a postulados normativos [soberanía y no intervención] ni a organismos burocráticos, llegamos a una nueva realidad donde cualquier enemigo temible a US, será tratado sin concesiones y sin compás espera. Esta realidad pone en alerta al régimen de Caracas.
Trump no es Nixon, ni Reagan, ni Kennedy o Carter. Y no lo es porque sencillamente los tiempos son otros. Antes Cuba se daba el lujo de amenazar con misiles nucleares a EEUU camuflados detrás de Rusia. Si eso se reedita, horas más tarde Cuba está acabada […] Hoy los radicales Chiítas islámicos no se contienen con “Irán-contras”, porque la guerra dejó de ser cuerpo a cuerpo, mercenaria o clandestina. Tampoco es posible un nuevo Vietnam, Irak, Angola o Libia. Las alianzas dejaron de ser multilaterales para ser de unilaterales, centralizadas, limitadas y selectivas. Un dron puede más que un pelotón o una alianza internacional.
“America First” trajo un nuevo orden. En Venezuela quedaron al descubierto los carteles, los suministros de uranio y la fabricación de “juguetes voladores”. Se sabe que las FFAA no son realmente institucionales y se conocen los orígenes y destinos de las mafias criminales. Cuánto no habrá dicho El Pollo, el tuerto o el general ruiseñor. Un nuevo orden que no sabe de protocolos, sino capturar y después habla. Y Craracas está muy nerviosa.
Es una nueva arquitectura del orden público internacional. Un modelo donde los trenes criminales, las revoluciones populistas y radicales, esclavistas de personas, traficantes y aliados del eje del mal, no tienen espacio. La diplomacia de antesala, champagne y caviar, quedó desnuda.
Un bosquejo que no sabe de negociación convencional ni de tratos sublimes. Trump no da tregua al enemigo. Simplemente le dice: ¡o comes o te vas!.
@ovierablanco